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Musical y positivo es regreso de “Quilapayún”
FuentePeriódico: LA SEGUNDA Fecha23 Enero 1989 PaísChile


Edición transcrita/traducida

Los “Quilapayún” reaparecieron, después de 15 años, en el California. Ahora, irán a provincias.

Vital, entretenido y de calidad es el recital que, por estos días, a traído de vuelta a nuestros escenarios al conjunto "Quilapayún". De más de dos horas de duración, con un intermedio de quince minutos, la presentación muestra un complemento casi perfecto de sonido, luces, música en directo, cantos y algo de teatro.

Los siete integrantes del grupo aparecen de impecable vestimenta negra (camisa de seda), peinados y sobrios, remarcando por sobre todo el carácter netamente musical, donde los instrumentos tienen a eximios ejecutantes y donde las armonizaciones vocales permiten el lucimiento de diversos solistas, dúos, tríos o intervenciones al más puro estilo polifónico

Con pequeñas cantatas, melodías internacionales, folklore chileno, altiplánico o latinoamericano, conforman un variado ramillete de posibilidades, algunas composiciones con dejo de tristeza y otras con mucha alegría, para cautivar al oyente y llevarlo, con percusión, piano acústico, bajo electrónico, guitarras, zampo-ñas, quenas, tumbadoras y otros, por un viaje sorprendente y a ritmo, por la relajadora buena música.

Empiezan con "La Carta', de Violeta Parra y terminan con una pequeña cantata propia de agradecimiento, poniendo en el medio la instrumentalización de "Eleanor Rigby", de Los Beatles, en un arreglo que utiliza como base sonora a cinco zampoñas y dos quenas, en una linda demostración de universalización de una melodía famosa, con instrumentos nuestros.

Además, están presentes "La mano" "La muralla", "Mi patria", el alegre "Malembe" -de inmensa fuerza-, “Te, recuerdo Amanda" -en una reflexiva versión-, "Es el colmo que no dejen entrar a Chabela" -realizada cuando Isabel Parra no podía ingresar a Chile desde el exilio-, con preciosismo y efectismo, en una impactante puesta, y varios títulos mas.

¡Cuidado!

Cada dos o tres canciones, "Quilapayún", en la necesidad de ofrecer algo diferente, une su espectáculo con quiebres de tipo "insólito", en que. aparece una carta leída a lo chileno y después a lo "inglés", con muchas contradicciones o "errores geográficos"; también una lectura de diarios, con repeticiones irónicas de ciertos tópicos y, además, interrupciones al que pretende explicar algo sobre el próximo tema. En la mayoría de los casos, estos pequeños interludios teatrales o "entretenimientos histriónicos" poseen gracia, pero -algunos- se alargan más allá de lo aconsejable (lectura de diarios o dichos del "Cantar de los Cantares", en broma por supuesto) produciendo un pequeño tropiezo en el ritmo general del montaje.

"Quilapayún" debe tener cuidado con esto, pues sus componentes no deben olvidar que sus seguidores los quieren -por sobre todo- escuchar cantar y tocar. Esto de hacer un poco el "payaso" debe estar muy bien condimentado y mejor medido en tiempo, para no provocar el efecto contrario. Lo original es bueno, pero nada debe "trancar" lo musical.

Excelentes complementos

Eso sí, en lo que están muy bien es en el aspecto técnico. Las luces, que iluminan a full, dan tinieblas o tiñen de celeste, rosado o de seguimiento, brindan atmósfera adecuada, al igual que el sonido, que es claro, preciso e impactante.

En los cantos, hay fuerza pero también una cierta pérdida -a veces- de la línea central del tema, al ser opacado el que lleva la primera voz, por los que están haciendo la segunda o la tercera. En las armonizaciones corales, el trabajo debe ser muy cuidadoso y la ecualización perfecta, porque si no aparecen algo desafinados y erráticos. En todo caso, en "Quilapayún" son mayores los aciertos que las caídas, teniendo su recital una línea general de calidad, en que se aprecia la labor seria de un conjunto que desea remarcar su espíritu netamente musical, por sobre cualquier otro imaginable y posible.

Ítalo Passalacqua C.