Quilapayún Header Quilapayún - Sitio oficial
"Nunca se pierde el lugar ganado en el alma del pueblo"
FuenteSuplemento Periódico: TIEMPO ARGENTINO Fecha28 Noviembre 1983 PaísArgentina


Edición transcrita/traducida

Quilapayún significa “tres barbudos” dicho en la sonora lengua de los araucanos. No procede de una vieja leyenda arrancada de alguna ajada crónica de la historia americana. Quilapayún es parte (viva y bullente) de la historia de la cultura de esta parte de América. Es un grupo de músicos que para los argentinos que apenas pisan los veinte años resulta casi desconocido (se han difundido por aquí últimamente dos discos “La revolución y las estrellas” y “Darle al otoño un golpe de ventana para que el verano llegue hasta diciembre”), y para los que arriman a los treinta aparece ligado a una edad previa a los últimos siete años de oscuridad. Porque ellos, los Quilapayún eran los exponentes de algunas de las mejores expresiones de la nueva música que comenzó a llegar de Chile a partir de 1970. Se recordará aún su última presentación en Buenos Aires, en 1972, cuando transmitieron los sonidos de los salares, del desierto del norte chileno en su Cantata Santa María de Iquique. Se recuerda que el golpe de estado que derrocó al doctor Salvador Allende en septiembre del 73 los obligó al exilio. Por aquí siguieron sonando sus canciones (las versiones de Violeta Parra, por ejemplo, “Te recuerdo Amanda”, “La carta”) hasta que, por algún sobreentendido, ciertos caprichosos ejercicios de la censura, recibieron el mote de sospechosas. En la mañana que siguió al 24 de marzo de 1976 los ciudadanos que caminaban por las calles de siempre y atravesaban las plazas de siempre descubrían libros y discos bajo los árboles. Algunos eran de Quilapayún.

La presentación del grupo chileno en el Luna Park el 24, 25 y 26 pasados demostró que en el país se han anulado los márgenes de libertad y tolerancia. Trajeron nuevas canciones. La época ha quedado atrás para el panfleto de agitación y denuncia. Las creaciones actuales combinan imágenes poéticas y sutiles armonías. Lo supieron apreciar los presentes. La noche del debut los bulliciosos espectadores (la mayoría muy jóvenes) que se agrupaban en los escalones de lo popular supieron interrumpir sus estribillos de contenido político, hacerse silencio (profundo y reverente) para oír la música.

Quilapayún actualmente está integrado por Carlos Quesada (tenor, percusión), Guillermo Oddo (barítono, tenor, guitarra, percusión), Hernán Gómez (barítono, charango, guitarra), Rodolfo Parada (barítono, guitarra, bajo), Hugo Lagos (tenor, guitarra, cuatro, charango, flauta), Guillermo García (barítono, tenor, guitarra) y Ricardo Venegas (bajo, flauta, guitarra). Quisimos hablar con todos. Prefirieron asumir una voz única, la del director artístico del conjunto, Eduardo Carrasco (doctorado en filosofía, egresado de la carrera de composición en el Conservatorio Nacional de Chile) que integra Quilapayún desde sus comienzos. Ya no canta.

Una tormenta para Quilapayún

-Uno de los Quilapayún (Guillermo García) me dijo recién que no fue fácil cantar durante la noche del debut, que desde el escenario sentía una especia de tormenta. ¿Cómo lo viviste vos?

-Como era de esperar en este tipo de evento, el espectáculo está en la escena y en el público, en lo que se produce de corriente eléctrica entre el público y los intérpretes. Era natural que sucediera. No podemos esperar que después de once años de ausencia y después de lo que ha pasado en Argentina la gente no se exprese. Además la relación que ha tenido el público argentino con nuestra música ha sido de mucho fervor, mucha pasión y eso tiene que mostrarse. Estamos contentos de que así sea. Vivimos un momento excepcional.

-¿En los festivales de solidaridad hacia Chile que se hicieron en Europa la receptividad fue similar? ¿Tienen el mismo clima?

-No. Puede que haya mucho calor pero son las situaciones las que determinan el carácter de estos acontecimientos. Lo único comparable con esto es el recital de Barcelona en 1974 bajo Franco, en que cantamos en un clima de censuras, prohibiciones. Tuvimos que entrar casi clandestinamente al país, y se hizo un gran recital en un estadio. No hubo propaganda pero llegaron miles de personas y fue una de las experiencias más hermosas que hemos vivido. Ayer pasó lo mismo.

-Aunque el repertorio incluyó muchas canciones desconocidas entre nosotros.

-Simplemente restablecimos un diálogo interrumpido.

-¿Cómo puede definirse la música que hacen ahora? ¿Es canto popular, canto político o folklore? ¿Se la puede caracterizar de alguna manera?

-Hemos pasado por diferentes etapas. La primera fue de formación. Empezamos con dos objetivos: recuperar la música autóctona, los colores de la música indígena y tratar de unir la canción a la lucha de nuestro pueblo. La búsqueda de identidad y de canción de llamada, por decirlo así, han sido las constantes de nuestro trabajo pero en esa época se forjó un canto más ligado a la tierra con un gran peso del folklore. Está vinculado con lo que pasaba en Argentina en aquellos años en que se vivía el boom del folklore. Vivimos la época de evolución del movimiento popular chileno, participamos en la campaña de Salvador Allende, nuestro canto se fue politizando en un sentido más militante por reflejo de lo que estaba pasando en Chile en ese momento, y llegamos a la "Cantata Santa María de Iquique", que fue la culminación del trabajo del 65 al 70. En la época que va del 70 al 73, la del gobierno popular, la agudización de la lucha en Chile nos contagió e hicimos mucho de lo que se llamaba la canción contingente, una canción arraigada al presente.

-¿La que podía ser coreada en las concentraciones?

-Exacto. De ahí nació "Venceremos", "El pueblo unido", "La Batea" y muchas otras canciones que son respuesta a problemas concretos que surgían.

-¿Las creaban ustedes?
-Algunas las creamos nosotros, otras las hicimos con Sergio Ortega, trabajábamos en equipo.

-¿Dónde cantaban?

-En teatros, en sindicatos, en la calle, en manifestaciones, recorriendo Chile. Era un período de agitación política y con música panfletaria (no hay que temerle al nombre). Era lo que se necesitaba en aquel momento. Había que parar el golpe de Estado. Había conciencia de que eso venía prácticamente desde que Allende fue elegido y todo el mundo se puso a hacer política. Neruda lo hizo con el Nixonicidio. La gente más consciente se metió en la pelea y nosotros nos metimos por el lado de la canción. Mientras estuvo Fidel Castro en Chile se hizo la marcha de las ollas de la derecha (no las de ahora en que se invirtieron los roles). Fue un acto muy agresivo dentro de la situación chilena. No había cómo responderle y sacamos una canción llamada “Las ollitas” como respuesta. Así surgían. Suponte tú, de repente sacaban la carne y había que comer pescado y había que meterse a enseñarle a la gente a comer pescado.

-¿Cómo las recibían?
-Eran muy populares, todo el mundo las cantaba, se pasaban en las radios, jugaban un papel verdadero en la lucha nuestra como medio de difusión de ideas.

-¿Había muchos intérpretes vinculados al conjunto Quilapayún?

-Sí. Teníamos proyectos culturales. Habíamos hecho la experiencia de las Cantatas y queríamos hacer una ópera popular y para eso necesitábamos un elenco con coros en los que también participaban mujeres. Formamos gente, integramos varios conjuntos, teníamos cuarenta personas trabajando. Todo marchaba muy bien hasta que se produjo el golpe. Esa gente cumplió un rol importante en la supervivencia de la nueva canción en Chile. Fueron ellos los que formaron los primeros conjuntos, que empezaron a encender la llamita después de las prohibiciones y la represión. El primero fue Barroco Andino, cuyo director, Ricardo Venegas, luego se incorporó a Quilapayún; después apareció El Ortiga, formado por los más chicos (teníamos también un conjunto casi de niños) y otros.

-¿El golpe de Estado en Chile apartó al conjunto de sus objetivos iniciales?

-Entre el 73 y el 75 viene la época de la agitación de la solidaridad con Chile. Fue una época de poca creatividad porque nos dedicamos a cantar en todo el mundo sin interrupción. En el 75 se aquietó ese ritmo y más tranquilamente pudimos reflexionar y rearmar toda nuestra idea creativa, comenzaron a surgir otras orientaciones tomando en cuenta las experiencias de todo el mundo. A partir de ese momento nos fuimos alejando del folklore como intérpretes para empezar a crear nuestras propias canciones, desarrollar una música nueva, con ritmos nuevos sin perder las raíces. De alguna manera todo lo que hacemos tiene que ver con una música de la tierra no exactamente folklórica, ya no es la reproducción del canto indígena o campesino, es una creación nuestra que recoge nuestra vida.

-Música de la tierra. ¿Te referís a que toman melodías y formas musicales del folklore?

-Exacto. Colores instrumentales también e imágenes. En la poesía somos más libres. Lo importante es que a medida que vas avanzando tú vas creando la tradición del grupo. Ciertas canciones que ya se salen del folklore empiezan a pertenecer al estilo. En nuestra trayectoria en la primera etapa, lo folklórico es rehabilitación de la música autóctona, búsqueda de identidad. Después con las cantatas es empezar a introducir dentro de la música popular y el oído popular nuevas armonías, acercarse a un arte mucho más dramático que es un poco el estilo nuestro con toda una orientación de acercarse a la música culta, introducir nuevos recursos armónicos, contrapuntísticos de la música culta. Se da una evolución de nuestra misión cultural que se va desarrollando a medida que vamos viviendo otras experiencias históricas. No se ha detenido.

-¿La inclusión de formas de la música culta, entre comillas, los acerca o los aleja de los sectores populares a los que inicialmente dedicaron canciones, por así decirlo, más llanas? Me quedó la impresión de que las nuevas canciones las puede disfrutar más quien tiene cierta formación y está acostumbrado a escuchar la música llamada clásica.

-Esta gira por la Argentina demuestra que tenemos un capital importante ganado en la memoria popular. Desde el momento en que tú logras establecer un diálogo profundo con el pueblo ganas un terreno en el alma popular y no lo pierdes. Eso te da una posibilidad que no tenías, introducir elementos nuevos. Desde el punto de vista cultural ganar audición, tener fuerza, convocatoria te da la oportunidad de entregar lo que la gente ya conoce y lo que habitualmente no escucha. Y sólo tú puedes hacerlo. La música contemporánea culta está marcada por un cierto elitismo del cual es difícil que salga por sí misma. Nosotros debemos tomar los recursos de esa música, introducirlos en nuestras obras, por ejemplo, formas de la música académica como la fuga. Si no llevamos a las 6 o 7.000 personas que escuchan un concierto como el de ayer la fuga tal vez nunca tendrán la posibilidad de tener una relación vital con esa forma.

-¿No temen perder popularidad?
-No, puede gustarles o no lo que hacemos pero la relación con nosotros ya no es alienada, hablamos un lenguaje y nos entendemos.

-¿Qué importancia asignan a la forma en su nueva producción?

-Hemos perseguido siempre la búsqueda de una unidad profunda, la forma ha servido como apoyo de lo que queríamos expresar, si no se cae en un formalismo absurdo. Nunca hemos concebido los arreglos como maneras de adornar sino de dimensionar el sentido, por eso cambiamos siempre de instrumentaciones, de acompañamientos, de armonías. A la inversa no sirve para nada tener una excelente idea si no la realizas artísticamente, no sirve para nada definirse como super revolucionario y después cantar mal. Si no logras soluciones interesantes tu mensaje tampoco va a llegar.

Identidades

-¿Quilapayún es representativo de la música chilena actual?
-Claro. La música chilena tuvo un desarrollo notable a partir de los años 60. El movimiento de la nueva canción chilena se inició alrededor de 1965, año en que nos formamos, Violeta Parra llegó de Europa, los hermanos Parra comenzaron a cantar, Patricio Mann tuvo un enorme éxito con el Río, en la Cordillera, surgieron conjuntos, las peñas. Nosotros surgimos en medio de todo eso y nuestro canto se hizo representativo. Formamos parte de ese movimiento. El golpe lo que ha hecho es dividir un interior y un exterior que son muy relativos. Desde el punto de vista geográfico es verdad que nosotros estamos fuera pero desde el punto de vista cultural seguimos siendo chilenos, seguimos creando para Chile y desde Chile porque es desde allí que nosotros cantamos.

-¿Cómo es eso, Eduardo? Ustedes dicen “las raíces las llevamos en las maletas”. ¿Después de diez años cómo se puede mantener la identidad como integrante de un país, la noción de pertenencia a una cultura?

-La pertenencia no tiene que ver con lo geográfico. El exilio es una determinada manera de vivir tu pertenencia nacional, no de perderla. Las ataduras que tienes con tu patria no te impiden amar a otros pueblos, contraer otros compromisos, otros amores que no son excluyentes.

-Oyéndolos hablar parece que no se hubieran ido de Chile.
-Es que no nos hemos ido.

-¿Cómo conservaron el lenguaje, la dicción, los usos dialectales?

-Eso no se pierde más. Por más que te alejes de tu mundo hay una decisión secreta en el fondo de ti que te hace lo que eres. Cuando te descubriste siendo argentina ya eres eso y no vas a poder ser otra cosa. La pertenencia a un país no depende de la voluntad de la gente. La preservamos porque continuamos vinculados a la lucha del pueblo chileno, a la lucha por la democracia y haciendo una tarea cultural. Ningún exilio ha desnacionalizado a los individuos. En el campo del arte tienes ejemplos recientes en España, los poetas españoles en el exilio siguieron siéndolo hasta que pudieron volver. Yo hablaba con Rafael Alberti que estuvo 40 años fuera de su patria, contaba que el día que volvió a su tierra en Andalucía fue como si se hubiera ido el día anterior, reencontró inmediatamente todos los lazos, todas las claves que se necesitan para pertenecer. Es que, cuando tú tienes una labor poética o artística estás en el fondo haciendo tu país. Cada canción nuestra no está en el vacío, está en Chile.

-¿Han tenido contactos en estos años con sus compatriotas, con familiares y amigos que han quedado en Chile?

-Sí, con compatriotas de dentro y fuera de Chile. Hay alrededor de un millón de chilenos en el exterior.

-¿En tu país se escuchan las canciones de Quilapayún?

-Se escuchan a partir de hace poco. La represión fue muy violenta y la gente que se jugó por nuestra música tuvo grandes dificultades para imponerla. Hace unos meses empezaron a aparecer cassettes nuevamente y comenzaron a difundir algo de nuestra música por radio. Va a ser un proceso lento pero vamos a ocupar el lugar que teníamos.

-¿Vuelven a cantar sus canciones en los actos contra la junta chilena?

—Tenemos testimonios de que se canta "Volveremos", por ejemplo. Con los espacios de libertad que se han ido ganando ha ido reapareciendo el pasado. En las últimas manifestaciones las multitudes han llenado con retratos de Allende, con las canciones de esa época. El acto de homenaje a Neruda que se hizo hace poco en Santiago fue una de las manifestaciones más fervorosas. El pueblo recupera sus banderas, sus símbolos, comienza a reasimilar su pasado y nosotros formamos parte de ese pasado.

-¿El de ustedes está definitivamente impuesto como canto popular?

-Sí. Es un canto popular que tiene una vocación de arraigo al pueblo, a ser un canto masivo pero que también tiene otras perspectivas, que sigue otros caminos. Cuando abres sendas por ti mismo tienes que estar dispuesto al riesgo. No puedes caminar por vía segura. Si el arte no es un constante desafío se queda en la repetición, se agota, se muere. Tenemos que hacer muchas cosas, no sólo canto popular. Queremos acercarnos a la música más elaborada, seguir haciendo las cantatas, seguir profundizando nuestro lenguaje, tocar todos los temas desde el amor hasta la metafísica. El disco “La revolución y las estrellas” es bastante metafísico en el fondo. Aquí salió sin unos poemas que le sirven de presentación y que son importantes para nosotros. Nuestra intención es lanzarnos hacia la poesía, hacia la imaginación, la fantasía sin ninguna traba y tomando todo lo que la vida nos va poniendo por delante. Tenemos una cantata última que es muy hermosa que se llama “Oficio de tinieblas”, por Galileo Galilei. Tienen que ver con las estrellas algunas, otras siguen teniendo que ver con la revolución, tienen que ver con el amor.

-¿Por qué las estrellas?

-Porque son las metas lejanas, lo que necesitamos para seguir viviendo, la luz de la esperanza y es eso lo que nos mueve a todos.

-¿Una estrella para ustedes es volver a Chile?

-Esa está muy cerca, estoy seguro, muy pronto vamos a alcanzarla. Habrá que inventar otras, los motivos nunca faltan.

Graciela Rizzo