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Quilapayún
FuenteRevista: NEUES LEBEN FechaJulio 1972 PaísRDA


Edición transcrita/traducida

Un día llegó a la mesa del Oktober-Klub una conmovedora carta desde Chile. En ella se presentaban jóvenes camaradas, estudiantes, como aliados de nuestro movimiento de canto. Comunicaban que ahora, tras la victoria de la Unidad Popular, querían ver, experimentar y conocer los países socialistas. Firmaron con su nombre, todos juntos se llamaban “Quilapayún”, los tres barbas.

Siguió un intercambio epistolar juvenil y lacónico entre los organizadores del festival del Oktober-Klub y los cantantes chilenos, seguido afortunadamente de poca burocracia, con ayuda de aliados tanto en casa como al otro lado, y un día, ellos estaban allí. Ese día fue durante el II Festival de la Canción Política en Berlín. Para su primera presentación, la sala en la Casa de los Jóvenes Talentos estaba repleta. Cuando llegaron los Quilapayún, aparecieron primero en una película. En ese breve metraje se mostraron a sí mismos y su arte. Lo otro que mostraron fue Chile, en la época anterior a las elecciones. Un Chile al que los jóvenes cantantes entregaron su voz, y mucho más aún: su valor para vivir, incluso su miedo a la muerte. Los vimos luchar en la pantalla, los vimos huir de las balas, en lucha contra la policía, con el tarro de pintura; vimos noches sin dormir, lucha sin certezas, y finalmente la dicha por la primera etapa de la victoria. Nos sentamos en la sala ya de un modo distinto, y los recibimos con amor.

Desde ese día —dicen los mismos Quilapayún— han encontrado en la RDA algo así como una segunda patria. Muchas de las cosas que aquí solemos dudar en llamar logros, lo que ya no notamos como algo extraordinario en nuestra vida diaria, ellos lo miran con la esperanza de que algún día también se alcance en Chile. Los Quilapayún no son anarquistas, ni maoístas, ni aventureros, ni idealistas. Tal vez lo más grande de ellos es que usan su arte como arma para la liberación del pueblo, sin dejar por eso de tomarse la música y la poesía con la mayor seriedad. Son marxistas-leninistas, y para ellos el conocimiento político es la base de su labor artística, que realizan con constancia y dedicación: ensayan al menos tres horas al día, tengan o no conciertos.

Sus canciones son extraordinariamente populares entre nosotros: un título suyo ya encabeza el desfile de canciones juveniles. ¿De qué cantan? Del sufrimiento de los campesinos en canciones de todos los siglos. Y dedican canciones a la memoria de camaradas caídos, canciones que también nombran a los culpables, incluso si el culpable es el Papa. Escriben sus propias canciones, o las reescriben, o utilizan los versos de poetas de su país. Han escrito un ciclo de canciones para Vietnam, que apareció en un disco de larga duración durante los últimos Festivales Mundiales. Vendieron ellos mismos los discos y donaron las ganancias al pueblo vietnamita. Son estudiantes de la escuela técnica superior de Santiago de Chile y el próximo año terminarán sus estudios. Lo que suceda después es difícil de decir. Quizás cada uno siga su camino, quizás se disuelvan como grupo. Pero como camaradas seguirán en el mismo frente, seguirán siendo revolucionarios. No ven el futuro próximo de Chile sin preocupación, pero tampoco subestiman que, después de las dificultades de la montaña, vendrán las dificultades del llano. Dicho de otra forma: un triunfo electoral es una cosa, el trabajo duro y constante para hacer posible el socialismo es otra. Lo saben, y para eso se preparan. Y también saben: cuanto más se sabe, menos se habla a la ligera —se actúa con sentimiento.

Entre nosotros apareció un disco de larga duración suyo que se agotó en un abrir y cerrar de ojos. Es hora de una reedición o de un nuevo disco.

La pregunta que más se escucha cuando se habla de ellos es: ¿Cuándo volverán los Quilapayún? A más tardar, en los Festivales Mundiales, en los que también tendrán lugar jornadas dedicadas a la canción política. Hasta entonces, ellos buscan para nosotros nuevos grupos, intérpretes y canciones, difunden la idea del movimiento de canto también en Chile, escriben, ensayan, estudian y luchan. Allí donde el partido los necesita. Si este grupo ya no existiera, su ejemplo seguiría vivo. Han enfrentado la influencia de la industria del entretenimiento estadounidense con una propuesta cultural nacional. Y lo hicieron ya en una época en la que la difusión de ideas comunistas podía llevar a prisión —por mencionar lo más inofensivo.

G. Steineckert