Quilapayún Header Quilapayún - Sitio oficial
Quilapayún: todavía presentes
FuentePeriódico: DERNIÈRES NOUVELLES D'ALSACE Fecha10 Enero 1999 PaísFrancia


Edición transcrita/traducida

Después de su concierto del viernes por la noche en Illkirch, el grupo chileno Quilapayún aceptó de buena gana conceder una entrevista. Esta, por supuesto, giró en torno a la actual batalla judicial sobre la detención del general retirado Augusto Pinochet. La lucha y la carrera de Quilapayún continúan.

– El exdictador de Chile podría tener, en estos tiempos, cuentas que rendir por los crímenes cometidos durante los dieciséis años que estuvo en el poder. ¿Cree usted que la acción del juez español Garzón aportará algo en la lucha por los derechos humanos?

– La detención de Pinochet es un momento especial para nosotros, y para la historia de nuestro país. Finalmente salimos de la niebla; hoy se sabe, en todo el mundo, que este hombre es responsable de una tragedia nacional. Su puesta en entredicho es beneficiosa para el ánimo, para la salud psicológica y democrática, en particular para quienes han sufrido la represión en carne propia. Dados los intereses diplomáticos o económicos en juego, no está asegurado que esta iniciativa llegue a término. Pero puede constituir un ejemplo para otros casos similares en el mundo.

Chilenos de corazón

– ¿Cómo perciben las divisiones que han surgido dentro de la sociedad chilena tras este giro inesperado de los acontecimientos?

– No hay que olvidar que toda una generación solo pudo formarse una opinión sobre la situación a través de la propaganda interna. La actitud ambigua de ciertos miembros del gobierno se explica en parte por estas razones y, como se ha visto recientemente en Camboya, por una preocupación por la reconciliación nacional.

Creemos que ha llegado el momento de una etapa de clarificación. Es tarea de los testigos, los sociólogos, los académicos y los artistas asumir la responsabilidad de explicar lo que realmente ocurrió.

– ¿No cree que habría sido preferible juzgar a Pinochet en su propio país?

– Sin duda, ese escenario habría sido ideal. Pero si no se dan las condiciones, entonces estamos a favor de un juicio, sin más. Eso es lo importante.

– ¿Nunca han pensado en volver a vivir en su país de origen?

– Nunca dejamos de pensarlo. Cuando fue posible, ya habíamos hecho nuestras vidas en Francia. ¿Debíamos entonces imponer el exilio a nuestras esposas y nuestros hijos? Ya es maravilloso poder ir allá sin ser molestados. Además, hacemos muchas giras por toda América Latina, donde estaremos nuevamente a fines de febrero. Pero seguimos siendo chilenos de corazón. Todavía nos preocupa el futuro de nuestros compatriotas. Y nuestros reencuentros con ese país han inspirado largamente discos como Latitudes. Quizás, dentro de veinte años, alguno de nosotros regrese a vivir allá: hace tiempo eliminamos la palabra "definitivo" de nuestro vocabulario.

Nuevo contrato

– ¿Cuáles son sus proyectos artísticos a mediano plazo?

– La compañía internacional Warner, que ha organizado nuestras giras en América del Sur desde 1988 y distribuido nuestros discos en los últimos años, acaba de ofrecernos un nuevo contrato. Durante los próximos cinco años, distribuirá tres álbumes de Quilapayún, de los cuales el primero será lanzado entre finales de abril y comienzos de mayo de 1999.

– Por cierto, ¿qué significa Quilapayún?

– "Quila", en la lengua indígena del sur de Chile, significa "tres", y "payún", "barbudos". Éramos tres al principio, y seguimos constituyendo el núcleo duro del grupo. Esta denominación hace referencia tanto a nuestras raíces como a la barba, símbolo de adhesión a la independencia y la libertad, como se veía, por ejemplo, en Cuba en aquella época…

En plena forma

El grupo chileno Quilapayún llenó por completo la sala Illiade de Illkirch el viernes por la noche, para un recorrido por sus 26 álbumes y 33 años de existencia. En plena forma.

Se esperaban la quena y las zampoñas (respectivamente, flauta indígena y flautas de Pan), y los neófitos quizás temían una actuación exclusivamente folclórica con colores latinoamericanos. Aunque el repertorio de Quilapayún toma prestado de este género, también abre sus páginas musicales a muchas otras influencias.

Refugiados en Francia después del golpe de Estado de Pinochet en 1973, los miembros del grupo supieron, musicalmente al menos, sublimar las penas del exilio, extrayendo influencias tanto de su país de acogida como de sus giras internacionales. Adaptaciones de clásicos —como un rondó de Bach revitalizante—, pequeños desvíos hacia el bal musette o arreglos de sambas y salsas con sintetizadores y guitarras eléctricas forman parte de esa riqueza.

Popular y combativo

Desde un punto de vista técnico, los siete artistas que actualmente componen el grupo son todos músicos polivalentes y cantantes, ofreciendo un abanico de universos notables, aunque el nivel sonoro que requieren las armonizaciones sutiles de los temas no necesitaba necesariamente la potencia que se desplegó la otra noche en la sala de espectáculos de Illiade.

Para ser justos, no se puede omitir la elección de textos, a menudo extraídos de la poesía en lengua española (en su tiempo, un álbum completo fue dedicado a Pablo Neruda) y que también dan testimonio de un arte comprometido: contra la dictadura en Chile y el fascismo en general.

Cuando Quilapayún entona Vamos Mujer o uno de los temas de El Pueblo Unido, sin duda alcanzan la cima de su presencia escénica. Para dar nostalgia de la Cordillera a cualquier habitante de la Creuse…

Una vena popular

En el fondo, el grupo ha encontrado un espacio mucho más universal que el de la sección “Músicas del Mundo”. Se impone con fuerza y sin complejos en una vena popular que no hace concesiones al Top 50. Y con una conciencia casi profesional del símbolo democrático que encarna.

El viernes, al inicio del concierto, uno de los músicos, transmitiendo el sentir de sus compañeros, expresó su alegría de estar allí. “Gracias Illiade, gracias a ustedes, el público... y gracias al juez Garzón”. Si los dictadores se desgastan, hay convicciones que no parecen temer el paso del tiempo.

Marie-Sophie Kormann