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Quilapayún canta por la justicia, la libertad, el amor y la amistad
FuentePeriódico: LE PUY Fecha8 Julio 1995 PaísFrancia


Edición transcrita/traducida

Esta noche, los dioses están con nosotros, afirma Alain Temey. El responsable de los Musicales du Puy recibió al público el jueves por la noche, en el patio del hospital general, donde más de 600 personas se habían reunido para el concierto de apertura del festival de música vocal. La noche era apacible, y el grupo anunciado era una apuesta segura de la música latinoamericana: todas las condiciones estaban dadas para que la primera noche del festival (la segunda vez en este lugar) fuera un éxito.

El grupo Quilapayún ya había participado en varias ocasiones en el festival, la primera de ellas en 1979, en Saint-Vidal, durante la quinta edición.

Esta formación chilena forma parte de los artistas fieles al evento. Este año, además, eligieron celebrar sus treinta años de carrera en Le Puy.
Quilapayún alterna el canto, el relato y la música en una mezcla magistral de modernidad y tradición. El grupo combina, por ejemplo, sintetizadores con instrumentos "clásicos" como guitarras, charangos, quenas y zampoñas.

La flauta, que ocupa un lugar destacado en la música latinoamericana, resuena de manera extraña en el recinto del antiguo hospital, lanzando un llamado para sacar de la memoria colectiva el recuerdo de un pasado doloroso.
El relato de Fernando Estradel acompaña a los siete músicos de Quilapayún y a Florence Bourdelin, violonchelista local.

La historia que narra Fernando es la de una terrible huelga que estalló en Chile a principios del siglo pasado y que terminó con la muerte de 3.600 personas.

PASIÓN Y EMOCIÓN

El arte popular que desarrolla Quilapayún está indudablemente marcado por la historia de su país. A la manera de los sudamericanos, los artistas chilenos llenan su espectáculo de pasión y emoción. Rinden homenaje al “obrero sin rostro” o al “niño triste”. Nos recuerdan, a los europeos, “los castigos sufridos” por su pueblo, las violencias... “Ese poste donde se ataba al rebelde”.

Cantos y piezas instrumentales se suceden, a la manera de las cantatas de Bach, intercalados con relatos y momentos de silencio “para dejarnos escuchar un horizonte de gritos...”, los mismos gritos que lanzan las golondrinas en su incesante danza sobre el escenario.
Tras una primera parte tradicional, extraída de la obra de Luis Advis “Santa María de Iquique”, creada en los años 70, el grupo Quilapayún interpretó composiciones más contemporáneas, invitando al final a los participantes del taller (70 este año) a unirse al escenario.
El festival de Saint-Vidal, rebautizado el año pasado como Musicales du Puy, estaba en busca de un nuevo impulso. El primer concierto de esta 22ª edición demuestra que ha recuperado su serenidad.

“Desde hace 30 años”, explica Alain Temey, “el grupo Quilapayún ha hecho avanzar la música de América Latina en el continente europeo. Por nuestra parte, llevamos más de veinte años defendiendo esta misma idea”.