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El regreso de los siete magníficos
FuentePeriódico: DIARIO16 ARAGÓN Fecha15 Septiembre 1990 PaísEspaña


Edición transcrita/traducida

La música y recuerdos de Quilapayún llenaron el Teatro Principal de la capital aragonesa.

Lleno hasta la bandera y hasta el sofoco -¿por qué en local recién remozado sigue ignorando el legítimo derecho de los espectadores al aire acondicionado?- en el Teatro Principal, la noche del jueves, para presenciar unos, para descubrir; los más, para reeNcontrarse a sí mismos) el sólido recital del emblemático conjunto chileno Quilapavún.

Con la mitad de su escudería humana profundamente remozada y temerariamente modernizado su ajuar instrumental mediante la incorporación de instrumentos electrificados -órgano, bajo, guitarras, etc-, Quilapayún vino a Zaragoza a demostrarnos a todos las dificultades de una serie encrucijada.

Conscientes de que buena parte de su capital artístico ancla directamente con las tremendas circunstancias del pasado chileno, Quilapayún abrió faena con la impecable interpretación del tema de ese disco que no falta en ninguna disco. teca de todo español demócrata de aquellos años: la «Cantata de Santa María de Iquique», ese bellísimo poema épico compuesto en 1970 y pulcramente interpretado por los siete componentes del conjunto.

Evidentemente, Quilapayún quiso hacer descansar todo el contenido ideológico de su reci-tal en su impresionante narración de los hechos ocurridos en la zona salitrera de Iquique en diciembre de 1907, con el recuerdo de aquella salvaje masacre de 3.600 mineros a manos del generalito de turno.

Y allí terminó toda referencia para ese enorme retal de público que había acudido al Principal a la busca del tiempo perdido, porque la segunda parte fue otro cantar.

Conscientes de las cosas van hoy por otro camino en las viejas dictaduras de Latinoamérica, los hombre de Quilapayún, pasado el ecuador del descanso, se adentraron en un hemisferio sur cargado de tentativas, de momentos casi increíbles Y, sobre todo, de incertidumbres. En el marco de un «colage» de muy difícil catalogación, el conjunto anduvo picoteando por entre composiciones de nueva planta, levantadas sobre la nostalgia y la emoción del regreso tras un largo exilio, los ritmos afrocubanos y la puesta al día de su maestría musical.

Fue esta línea de investigación la mejor acogida por el público -excepción hecha de la única concesión a los «carrozas», cual fue el siempre emocionante poema de Nicolás Guillén «La muralla»-, algo alineada con la trayectoria de Luthiers y pretexto para demostrar que tanto con los instrumentos como cantando «a capella» (magnífica la versión del «Memento» de García Lorca) Quilapayún es un sólido conjunto profesional. Los divertimentos construidos en torno a Mozart, la música tradicional francesa o los Beatles fueron, simplemente, magníficos. La «andinización» de .«Eleanor Rigby» -de casi imposible transcripción a las zampoñas y flautas dulces del Altiplano y de la Pampa-merece pasar a la antología de la música universal. Concierto de transición y adaptación al- calendario de un conjunto carismático que sabe que Salvador Allende murió hace 17 años y que la única alternativa pasa por ser una fruta del tiempo. Y en ello andan.

Actuación de Quilapayún. Componentes: Rodolfo Parada, Patricio Wang, Carlos Quezada, Hernán Gómez, Hugo Lagos, Guillermo García, Ricardo Venegas. Dirección artística: Rodolfo Parada. Dirección musical: Patricio Wang. Fecha: Viernes, 13 de agosto. Lugar: Teatro Principal de Zaragoza. Entrada: Lleno

José Ramón Marcuello