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"¿Por qué no te lo tomas con Andina... y vienes a pecar aquí conmigo?"
FuentePeriódico: FORTÍN MAPOCHO Fecha22 Enero 1989 PaísChile


Edición transcrita/traducida

El "Quila" cantando "Free Nelson Mandela”

El escenario ya casi no tiene secretos para los siete integrantes del Quilapayún.
El día inaugural subieron a escena también Eduardo Carrasco y Willy Oddo.

Una experiencia magnífica y compleja como el reencuentro de dos viejos amantes es un recital del excelente grupo chileno

Aclaremos. El espectáculo que ofrece Quilapayún es formidable, de una categoría internacional incuestionable y con un derroche de humor y calidad actoral dignos de elogiar. Y la aclaración viene porque mientras el público más joven lo disfrutaba riendo a carcajadas, llevando el compás o tomándose las manos y mirándose a los ojos con los temas de amor, los más viejos -es decir los "cuarentones"- miraban con estupor el "cambio" sufrido por los Quila del mito, los mismos de hace quince años y un poco más.

Los recordaban absolutamente épicos, heroicos, con largas barbas -por algo se llaman Quilapayún, "el trío barbudo" en mapuche- con puño izquierdo en alto y con ponchos. Y de pronto aquí se encuentran con un grupo de siete artistas que actúa con una mezcla de mimos y humor del absurdo en sketch, lleno de diarios, poesía, chis-les y siempre dentro del absurdo, que es una herramienta magnífica para satirizar, adelantar hechos que históricamente vendrán y reírse de sí mismos, que es por sobre todas las cosas una muestra de inteligencia.

¿El exilio cambió a los Quila?

No. Les puede haber cambiado la vida personal a ellos, pero lo que sucede, como con todo artista bueno, es que evolucionaron. Siguieron el proceso lógico de crecimiento que debe tener cualquier creador que se respete. Y los Quila se respetan de una manera absolutamente rigurosa.

¿Pero el exilio?

Está en escena todo el tiempo, mediante el uso de un texto gracioso, caótico que se repite durante todo el espectáculo con acento british, francés y que arranca carcajadas. La reflexión la dejan como tarea para la casa.

¿Y acaso no se acuerdan del asesinato de Víctor Jara?

Por supuesto que sí. Lanzan en un momento del espectáculo, en la primera parte, el Te recuerdo Amanda, la canción premonitoria de Víctor Jara, sin anunciar autor ni nada, pero en medio del hermoso arreglo hay un quiebre de guitarra, para algunos puede haber sonado como un vulgar desafinamiento, pero ahí está toda la historia, aterradora, inolvidable, sangrienta e indignamente inolvidable.

Ya en este momento, intermedio incluido, los "cuarentones" también comenzaron a disfrutar la maravilla de espectáculo y lo comprendieron todo.

Reencuentro le dicen. Es como cuando una pareja de a-mantes se deja de ver por largo tiempo. Es difícil, hay preguntas, incomprensión, olfateos, recriminaciones, caricias, arrugas, pero esencialmente hay madurez y el a-mor de antes. Un choque difícil.

Eso le pasó a los Quilapayún en su ciclo de conciertos en el teatro California con su público antiguo. El nuevo, el joven, el que incluso fue por la novedad, no tuvo problemas. Encontró un grupo alegre, novedoso, excelente, que no tiene nada que ver con los políticos a los que no pescan porque apestan con su olor a retro.

A los Quilapayún -"buena onda el nombre" , compadre- sí les pueden oír, porque tienen ritmo para decirle el mensaje de su última canción, la del bis, la del cierre:

"Quizás mañana o pasado / o bien en un tiempo más / la historia que han escuchado / de nuevo sucederá. /

"Es Chile un país tan largo / mil cosas pueden pasar / si es que no nos preparamos / resueltos para luchar / tenemos razones puras / tenemos con qué pelear / tenemos las manos duras / tenemos con qué ganar. /

"Unámonos como hermanos / que nadie nos vencerá / la tierra será de todos / también será nuestro el mar / justicia habrá para todos / también habrá libertad”.

Bello, ¿no es cierto?

Rigoberto Carvajal