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Quilapayún ya no es el de antes… ahora es mejor
FuentePeriódico: FORTÍN MAPOCHO Fecha10 Diciembre 1988 PaísChile


Edición transcrita/traducida

Eduardo Carrasco Pirard, uno de sus integrantes, opina en su libro, "Quilapayún, la revolución y las estrellas", que es la política la que debe estar a disposición y al servicio de la cultura... y de ninguna manera de la forma contraria que propiciaron hace quince años

Nuestro diario está llegando a todos los sectores y a las más diversas edades. Por eso es nuestra obligación dejar de una vez por todas en claro que Quilapayún es un muy buen conjunto musical chileno, que regresó del exilio. Que tú no lo hayas escuchado es porque estaba prohibido y es imposible que lo recuerdes, porque eras muy chico cuando se les marginó, mucho más aún de lo marginal que es un artista común y corriente. En cuanto a ustedes, los de más de treinta años, también hay que decirles, y fuerte, que el actual Quilapayún poco tiene que ver con aquel de la maravillosa Cantata de Santa María de Iquique... aquellos que eran al mismo tiempo "dirigentes del partido Comunista”… Na’ que ver... Hoy, sus integrantes son artistas de un nivel muy alto, muy evolucionados y que, obviamente por el exilio, tienen una perspectiva del país, sus amores y horrores, muy diferente.

Aclarado todo esto tan simple y complejo, pasamos a conversar con Eduardo Carrasco, un Quilapayún amable, paciente, culto, con una calma que obviamente la da la inteligencia y la amplitud de criterio. El está presentando su último libro. Se llama Quilapayún, la revolución y las estrellas.

-Eduardo, hablemos de su libro.

-Mire, lo terminé el año 85 y estaba esperando la oportunidad de presentarlo en mi país, porque es un libro dirigido a los chilenos y que cuenta la historia de mi generación. La de los sesenta, que vivió toda una época turbulenta, de esperanzas, de utopía y que desde entonces hasta ahora ha vivido toda una evolución con rupturas, con fracasos, golpes militares, destierros, persecuciones, exilio y que ha tenido que replantearse durante todos estos años, para recuperar la verdad de ese pasado utópico... No se trata de echar todo por la borda con un fracaso, sino que de buscar cuál es la manera de encontrar la verdad de ese pasado. Un poco eso es la historia que cuenta el libro, la del Quilapayún, pero también la de mi generación, de Chile. No es un libro de música, se habla de ella, pero lo fundamental es todo lo que se recoge como experiencia político-cultural, de nuestros conflictos y de las proyecciones que tenemos para el futuro. Hay recuerdos, están todos nuestros compañeros, los amigos, Neruda, la Violeta, el Víctor, Parra, Allende, Castro...En cierto modo es un libro de balance y análisis.

-¿Es triste?

-No. Lo principal para nosotros es lo positivo que hay en la experiencia.
LA HUELLA DE CORTAZAR

-La contraportada del libro tiene una cita muy hermosa de Julio Cortázar. ¿Estaba muy marcado por el, como toda su generación?

-No estaba particularmente marcado por Cortázar. Estuvo el boom latinoamericano que un poco barajó las mismas esperanzas nuestras; está la revolución cubana; las esperanzas revolucionarias en América Latina; a la idea bolivariana de América Latina unida... ¿Cortázar? Claro. Nosotros vivimos gran parte del exilio con él en Francia, pasamos muchas cosas juntos. Influyó, porque tenía una idea muy particular del exilio; por un lado positivo y por otro un concepto muy racional entre el arte y la política. Estaba en él la cierta independencia de lineamientos políticos que no siempre eran correctos... Muchas veces no estuvo de acuerdo con aspectos de la revolución cubana y escribió cosas contra el stalinismo y otros temas muy interesantes; entonces, en la evolución de él hay muchos aspectos que tienen que ver con nosotros..

-¿Este es su primer libro?

-No... Yo he escrito poesía, ensayos sobre arte y política y también tengo un libro que tuvo éxito el año pasado acá, escritos sobre la canción, para Unesco, etc.

ARTE Y POLITICA

-¿Es tan compleja la relación artista y política?

-Esa cuestión para mí se presenta de una manera particular, porque soy chileno y en Chile la política tiene una especial importancia, porque es un país no construido en su consenso y por eso es que

estamos en una crisis grave... Es que no se ha construido como el centro de Chile, el centro no sólo político, sino el cultural, donde todos los chilenos se unan y un consenso que haga fuertes y poderosas las instituciones, como la universidad, la justicia, el derecho, el Poder Legislativo, la educación... Entonces, ¿qué es lo que pasa?... Que esta debilidad en nuestro país permite que la política pase a primer plano. Es muy importante la política y todo está pasando con la política.

-¿Y?

-Que entonces un artista no puede hacerse el leso con la política; no puede rechazar-la; tiene que asumirla y entonces tiene que buscar una solución profunda entre lo que es la cultura y la política, guardando la especificidad de cada una, buscando la relación armónica que no dañe ni la una ni la otra y que cree la armonía entre ambas. Y eso es un poco lo que nosotros hemos tratado de hacer. Primero, haciendo lo que llamamos arte revolucionario, que era un poco la idea del arte al servicio de la política, idea que durante los años se ha tomado como idea equivocada, que tenía debilidades y que hubo que revisar autocríticamente. Entonces, hemos invertido esa relación. Estamos pensando hoy día que es más bien la política la que debe ponerse al servicio de la cultura, porque ésta es la finalidad de aquélla, ya que la política en sí misma no tiene una finalidad. Porque uno la tiene cuando se vuelve hacia la cultura, hacia la creación de una nueva vida y una vida mejor. con valores como la autenticidad, la conciencia de sí mismo, la proyección hacia adelante... Esas cosas provienen de la cultura, son sus proposiciones... Por lo tanto, ahora es lo contrario: la política tiene sentido si se propone fines cultura-les; tiene que subordinarse a la cultura; ésa es la revolución que llamamos nosotros "de las estrellas”.

-¿Cómo así?

-Que no basta con plantear la revolución con fines económicos o pecuniarios, sino que hay que plantear una revolución que sea consciente de los fines a largo plazo; un cambio social tiene que ver a largo plazo, o sea ver "la revolución de las estrellas". Tener una amplitud para ver que la vida humana no es sólo económica, sino también metafísica, sentimental, familiar, de relaciones humanas, de problemas, de enigmas muy profundos... Y a todo eso hay que darle una respuesta.

EN LA MUSICA

-¿Esta propuesta también está en el álbum de Luis Ad-vis, Los tres tiempos de América?

-En todo lo que hemos he-cho, porque todas estas ideas nos cogieron a nosotros a fines de los años setenta, cuando comenzamos a mirar nuestro pasado más inmediato y sobre todo nuestra actuación durante la Unidad Popular. Con una mirada autocrítica, para sacar algo positivo, más bien propositivo, no renunciar a nuestra lucha del pasa-do, sino ponernos más exigentes, más profundos... Y eso es lo que intenta hacer este libro... Es la idea de revolución, , pero lógica, racional. Y esto no es nuevo, también los democratacristianos se plantearon una revolución en libertad... Es una utopía mayoritaria en nuestro país.

-¿Qué pasó?

-Que esa revolución se entendió como una teoría economicista, sectaria y nosotros queremos rescatar esa idea de otra forma, más profunda, con mayor alcance histórico, que no sea solamente de satisfacciones económicas, sino que busque satisfacer todas las hambres...No sólo el hambre del estómago, sino también el de la cabeza y el corazón, que son otras hambres... de las cuales lamentablemente no se habla... Se olvidan.

-¿Y sus estrellas?
Las estrellas son .como metas lejanas que persigue el hombre, no importa si se alcanzan o no, pero son un guía en el camino... No se podrá llegar nunca a las estrellas, pero no significa que el hombre no luche por ellas, por quimeras que no lo son tanto.
En cuanto a la polémica entre quienes prefieren su cantata histórica a la nueva, con Paloma San Basilio, sólo tienden a decir que ellos nacieron marginales, sin radios; siguieron así, pero andan con un ataúd sobre ellos, que es su pasado, se sienten obligados -por suerte- a crear y a la aventura de evolucionar.

Rigoberto Carvajal