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“Quilapayún”, quince años después
FuenteSuplemento Periódico: LA ÉPOCA Fecha7 Octubre 1988 PaísChile


Edición transcrita/traducida

Filósofo e integrante de "Quilapayún", Eduardo Carrasco cree que los quince años de exilio del grupo se pueden recuperar en Chile después de mucho tiempo. Ahora están aquí con la convicción de que "se debe hacer un arte responsable y se puede respetar el arte que no tiene que ver con la política"

No hay problemas a la hora de caminar entre San Antonio y el paseo Ahumada. Pero sí cuando después del café, decide dejar propina. Eduardo Carrasco saca la plata chilena y no sabe cuánta tiene. No sabe si el billete que eligió es bastante, suficiente, poco o una miseria. Lo convierte a francos, la moneda del país donde vivió exiliado 15 años, y recién ahí logra determinar el monto. Recién ahí lo deposita en la mesa, da las gracias y se va.

Se va para entrar en una vorágine. Esa de los primeros días del regreso. Quilapayún llegó el jueves 29, abrazos, gritos, consignas, besos, cariños, declaraciones, y una mirada extraña.

-La entrada a Santiago fue como el ingreso a un país extraño, pero familiar. Como nos es familiar Quito o Ciudad de México. Porque es familiar la pobreza, las calles, el paisaje humano. Hasta lo pintoresco salta a la vista. Mirar Santiago con los ojos de un turista que llega por primera vez, es extraño.

Durmió algunas horas. Y el viernes, conferencia de prensa, y a Valparaíso, y actuación en la noche, y el regreso a la capital, y los amigos, y los familiares, y la concentración del sábado primero, y el canto de La muralla, y el recital en La Victoria, y los aplausos, y las entrevistas.

-No hemos podido detenernos a mirar el paisaje, que es una cosa muy necesaria. Cuando llegas a Chile después de 15 años, lo que se debe hacer es recordar el paisaje, el medio, las relaciones con la gente, la cotidianidad, la relación natural con este mundo, todo lo que has perdido.

Algo de eso recién comenzaron a hacer el domingo. Mañana tibia. Despertaba el barrio Bellavista. Y La Candela, de Charo Cofré y Hugo Arévalo, abría temprano para los quilas.

El grupo tocaba y hablaba para la TV brasileña, y Carrasco, apartado, café en vaso de greda en mano, apoyando sus brazos en una mesa de madera, afirmando a veces la cabeza en una de sus manos, explicaba, detallaba y recordaba.

Es filósofo, compositor, escritor y poeta. Tiene 48 años de edad. Casado con Eliana, y padre de Eduardo y Alejandra. Un nieto, Ferdinand, francés, que espera que sea "el mejor centro. delantero de la selección francesa"

Futbolista. Espera luego ver a Universidad de Chile. Juega al arco. Y era de los que jugaba en los campeonatos de baby que organizaba la revista Ritmo. Integró un equipo de las infantiles de la UC

Como filósofo se ganó la vida hasta la Unidad Popular. Hacía clases en la Universidad de Chile, como ayudante de cátedra de Juan de Dios Vial Larraín, hoy rector del plantel. Sigue filósofo, pero en casa, nadie le paga.

No ha parado de vivir cosas raras, dice. Como su redebut el sábado, que fue su primera actuación en Santiago luego del exilio.

-Es que en Francia no se ven esas cosas. Un millón de personas, con tantas banderas. Es algo que nos deja atónitos. Perdimos la naturalidad con eso. Antes era natural. Ahora nos preguntamos si ese entusiasmo es verdadero, si no es una exageración lo que estamos viviendo. Empiezas a ver tu propia patria, tu propio paisaje, como un espectáculo extraño. Perdimos claves esenciales, porque se nos lleno la cabeza de otras cosas

-¿Se pueden recuperar esas claves después de 15 años en Francia, hablando francés, con nietos franceses?

-Se puede, pero tiene que pasar mucho tiempo. No creo que en estas dos semanas volvamos a aterrizar. Tiene que pasar un año o dos.

- ¿Cuánto queda de chileno en su vida?

-Lo que uno es no depende de la voluntad, pero de pronto hace un click y eres chileno, y chileno para siempre. Independientemente de si vives en Chile, de si estas asimilado a la cotidianidad, el sentido de tu vida es Chile. Piensas como chileno y los problemas que te planteas son problemas de chilenos. Lo mismo pasa en el campo de la música.

-¿Cree que la idea de "la revolución y las estrellas'' la habría desarrollado también en Chile?

-Seguro

-¿Cuánto de influencia europea hay en eso?

-El problema de las influencias es otro. Evidente que hay influencia, pero cuando se habla de ella quiere decir que la vida nos va poniendo ante experiencias que se van asimilando y elaborando a partir de lo que eres. Elaboras respuestas, haces síntesis y en esa sintesis está como fundamental el hecho de ser chileno. El problema de la influencia no hay que verlo como cambio o ruptura. La idea de "la revolución y las estrellas" tiene que ver con el proceso democrático chileno, con una respuesta mas profunda que hemos intentado dar a la relación entre arte y política, y eso pasa por la autocrítica de la UP y de nuestro papel en ella. También tiene que ver con el conocimiento de Roberto Matta y con lo que hemos vivido en Francia.

-¿Qué indica esa autocrítica a la UP?

-Lo fundamental es que hubo un mal entendido en que caímos también. Fue el considerar que el arte es un instrumento de lucha, lo que nos llevó a no afirmar con fuerza los fueros del arte. Hubo, por decirlo así, un politicismo extremo. No porque hiciéramos canciones políticas. No está lo malo en eso. El problema es con qué cabeza se hace eso. Cuando uno piensa que lo esencial de la vida es hacer política y que lo demás tiene que subordinarse a eso, ahí se está absolutizando la poli-tica y esa absolutización es el error, porque tu ves el arte con la mirada de la política.

-¿El arte es una finalidad de la política?

-El arte por si mismo es un instrumento de cambio. Y esa esencialidad es la que interesa afirmar con fuerza. Tiene que ver con la democracia. Decimos que ella es la independencia y autonomía de las instituciones. De la cultura, por ejemplo. Que se vea en si misma, no como instrumento, sino como finalidad. El saber, la creación de la belleza, la imaginación, tiene que ser una finalidad para el hombre.

-¿Las teorías del arte por el arte?

-Esas son teorías indiferentes a la sociedad y a la política. Lo que planteamos significa simplemente que se puede hacer un arte responsable y se puede respetar el arte que no tiene que ver con la política. La política no tiene por qué ser una medida para el arte. Con esto no hemos pasado a una cosa purista. Seguimos haciendo canciones responsables, relacionadas con la política. Sólo que lo que está detrás de esas realizaciones es una idea más profunda de la cultura. Si algún día cambiamos la vida realmente, va a ser para cantar.

Dos músicos de "Quilapayún" en plena calle San Antonio, a punto de partir a Valparaiso. De vuelta a una país extraño, pero con ganas de reconocerlo.