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“¿De qué te expulsan cuando te expulsan?”
FuenteRevista: APSI Fecha24 Octubre 1988 PaísChile


Edición transcrita/traducida

Eduardo Carrasco, director de Quilapayún

Ya no es un conjunto-andino-latinoamericano-de-Allende. El Quilapayún se electrificó y sus miembros dejaron de ser comunistas. Con guitarras y bajos enchufados, percusión afrocubana, pianos y timbales, ahora están salseros y sinfónicos. Viven de su música en Francia. Siguen vistiéndose de negro sobre escena pero guardaron los ponchos: se "renovaron, como dicen ahora. Pero la maniobra no consiste en la supresión de dicha prenda de fantasía, advierte Eduardo Carrasco, director artístico de Quilapayún, quien habita un departamento colgado sobre las encinas de la Fôret de Saint Cucufar, en París. El grupo acaba de volver temporalmente a Chile, luego de vivir quince años en el exilio.

Fina persona Carrasco. Habla bajo, tendido y suave: “La vida es compleja y hay que tratar de navegar en un mar de aguas turbias que no se van a aclarar por lo menos hasta que yo me muera". Y de los ponchos dice que los halla bonitos y que sí, que se los volverían a poner si tocan la Cantata de Santa María, pero que son soto-cantes a la hora de la salsa. Le pregunta APSI que qué está leyendo y dice que a Marcel Proust, en francés, y no a los escritores latinoamericanos de moda, "porque eso no es lo que a mí me está dando respuestas, cuestión que no quiere decir que tenga mala opinión de quienes los leen". Y, ¿qué piensa Carrasco? ¿Está optimista o pesimista en su sensación del mundo? Contesta que no se matricula ni como pesimista ni como optimista". porque son como cosas ciegas. Tú puedes estar esperanzado, que es otra cosa. Yo creo que estoy esperanzado pero al mismo tiempo quiero estar realista”.

A todo esto, Carrasco es filósofo practicante. Para titularse del tal hizo una tesis sobre el Zaratustra de Nietzsche, y para aprovechar su cercanía al tema en Francia se abocó a escribir Una interpretación filosófica del exilio, todo un ensayo. De Chile salió a los 33 años. Ahora tiene 48, sigue casado con la misma mujer, sus dos hijos crecieron en Francia y tiene un nieto llamado Ferdinand.

Sentado en la cocina de la casa que una vez se construyó Violeta Parra en La Reina (durante su reciente estadía en Santiago se quedó con su amiga Isabel Parra) conversó con APSI. Sobre la mesa estaba el original de un libro del que es autor y que se publicará en Chile. Es posible que lo titule La revolución y las estrellas o, a secas, Quilapayún.

-De bastante intensidad emocional debe haber sido esta vuelta a Chile, porque, además de regresar después de quince años, todo ocurrió en medio de la campaña y posterior triunfo del no con ustedes subidos a los escenarios de las concentraciones y cientos de miles de personas en las calles. ¿Lloraste?

-No. ¿Sabes por qué? Porque las emociones se mezclan mucho y no son solamente conmovedoras. Hay mucho de extrañeza, de asombro. Hemos estado perdidos en este mundo que es nuestro. Estamos reencontrándonos, pero al mismo tiempo estamos lejos. Incluso nos costó mucho decir "ganamos". No es lo mismo la calle Portugal por la que yo pasaba todos los días cuando vivía en Santiago, a la calle Portugal de ahora, que me parece pintoresca. Por ejemplo, cuando estábamos cantando en el Parque O'Higgins había miles de personas agitando banderas, pero detrás de ellas estaba también la cordillera ¿Me entiendes tú? No estábamos solamente mirando a la gente; mirábamos también la cordillera. Todo lo vemos con la cabeza cambiada.

-La vida, ¿te la ganas como filósofo o como quilapayún?

-Como quilapayún, con los discos, con los conciertos. Como filósofo, ejerzo, digamos, desde que me despierto hasta que me duermo, pero es muy difícil ganarse la vida con eso.

-Parte de ese ejercicio lo has hecho pensando.en lo que es el exilio. ¿Qué cosa has descubierto?

-Lo que he hecho ha sido tratar de entender en qué consiste y por qué el exilio ha sido una constante en la historia del pensamiento como símbolo, como imagen y mito. La cosa no parte con la expulsión de Adán y Eva del paraíso, sino mucho antes. En Platón está la idea de que el alma está exiliada en el mundo. Hay una gran cantidad de exiliados entre los filósofos. Por ejemplo, el primer tipo que es considerado como filósofo, Tales de Mile-to, era un exiliado. Era originario de Fenicia. Pitágoras estuvo exiliado y el mismo Platón pasó una temporada en
Siracusa.

-Que Tales sea de Mileto es una circunstancia motivada por un problema con la autoridad. La expulsión tiene que ver con una amenaza que a fin de cuentas recae sobre el cuerpo. ¿Has metaforizado al respecto?

-No he metaforizado, sino que he tratado de entender: el exilio es la expulsión con violencia de tu país, pero es más complicado el asunto porque no se sabe muy bien qué es un país. ¿Es el territorio? Evidente que no se trata de un problema de fronteras.
Entonces, ¿de qué te expulsan cuando te expulsan? O, más bien: ¿de qué intentan expulsarte? Porque no es seguro que te puedan expulsar de aquello que te expulsan. El exilio es otra manera de vivir tu pertenencia a un país del que no sales nunca.

-Pero, en concreto, el exilio aleja y el condenado sale de las fronteras hacia un mundo que desconoce y que no ha elegido. ¿Qué ocurre entonces?

-Antes de esa experiencia vives a tu país, tu mundo, como totalidad. Cuando atraviesas la frontera y se registra el quiebre de tu pertenencia, descubres la universalidad. En ese traspaso se descubre que tú eres otro, en cierto sentido. Tomas conciencia de la otredad. Para descubrir la universalidad tienes que romper tu pertenencia; y la filosofía nació de un fenómeno así.

-¿A ver?

-La Grecia del siglo VI en el fondo era el mar. Los griegos fundaban colonias y rompían su pertenencia. Navegantes, cambiaban constantemente las bases de su nacionalidad, y la filosofía, que es la conciencia de la universalidad, nace en medio de este estado de transgresión continua a la pertenencia. Con esto no estoy diciendo que para ser filósofo haya que ser exiliado o que sea la única manera de hacerse consciente de la universalidad.

-¿Y qué pasa con el ente que decreta la expulsión, que en el caso de Chile es Pinochet?

-El que te expulsa se desarraiga él mismo, porque el país en el fondo no es otra cosa que la pertenencia mutua, la copertenencia. Lo que ha hecho Pinochet es inventar un país ficticio en el cual estarían solamente los que están de acuerdo con él y ha excluido a quienes no lo están, pero ésa es una maniobra imposible y por eso los exiliados pesan y pesan como fantasmas y están siempre aquí.

-Hablemos de tu evolución política. Fuiste comunista. ¿En qué quedó la fidelidad al partido?

-Esas son tonteras. Uno es fiel a sí mismo y eso cuesta muchísimo. Todos los de Quilapayún nos fuimos en 1981 del PC. Pero no es un asunto de nosotros solamente; mucha gente como María Maluenda, que no es de nuestra generación, también se salió del PC: Alejandro Rojas, Ernesto Ottone, Soledad Parada. Un montón de gente entró en conflicto y esto es una cosa muy amplia que alcanza niveles crecientes. En el PC van quedando los puros Insunza.

-¿El desmadre provocó hostigamiento hacia ustedes por parte de la ortodoxia?

-Sí, en cierto momento. Hubo gente que fue a algunas ciudades en Inglaterra a hablar con los comités de solidaridad para que no trabajaran más con nosotros, pero en general hubo muchos militantes que nos manifestaron su respeto. El PC es una cosa muy compleja y el grueso de sus miembros no ha perdido el cariño por nosotros: eso lo constatamos aquí mismo durante las concentraciones.
No hay que ver al PC como un solo bloque y en este momento eso es más cierto que nunca.

-¿Cuáles fueron para ustedes los motivos principales de ruptura y qué elementos de continuidad sientes tú que quedan respecto de esa militancia?

-Yo fui comunista del Partido Comunista de 1973, que no es el mismo de 1988. El PC durante la Unidad Popular fue el más fiel colaborador de Allende y entró en graves conflictos con el ultraizquierdismo, con el MIR, con las posiciones guerrilleristas, con Cuba. Era un partido que defendía la democracia contra la sedición, contra Patria y Libertad, y que buscaba acuerdos con la Democracia Cristiana. En ese sentido sentimos que mantenemos una continuidad con ese PC que rechazaba la violencia como forma de lucha. Ahora, a diferencia de entonces, yo no hablaría de "democracia burguesa", sino simplemente de democracia. Hay ruptura en el sentido de que pensamos que la cultura debe ser autónoma, sin que sea mediatizada ni instrumentalizada por intereses partidarios. Tampoco pensamos que la lucha de clases sea el 'factor determinante de todos los análisis sobre la realidad. La cultura debe mantener su independencia respecto de la política.

-¿Dónde quedaría entonces el "compromiso del artista”?

-Eso forma parte de su responsabilidad y no puede existir al respecto ninguna consigna, porque hay mucha gente que es indiferente a la política y está en su derecho. La política no es la medida de todas las cosas.

-Y ustedes, ¿se pusieron indiferentes?

-En absoluto. Seguimos haciendo política y definiendo nuestras posiciones abierta y claramente. Firmamos el Acuerdo Nacional, nos sentimos interpretados por el PPD, estuvimos por la inscripción en los registros electorales y queremos elecciones libres. Pero no le damos recetas a nadie en ese sentido, porque entiendo que también hay muchas razones para aislarse, para ser un individuo lejano. Por ejemplo, yo tengo un amigo muy querido que quiso ser poeta en El Tabo. Se instaló en El Tabo y ha hecho una vida muy sacrificada por ser poeta junto al mar. O sea, un tipo que quiere ser poeta junto al mar es un ser extraordinariamente noble en su cometido. Considero hermosa su elección.

-En lo político estás entonces más por una actitud pragmática que ideológica. Es probable que un joven recién ingresado a las Juventudes Comunistas te acusara de ser un viejo acomodado a modas europeas.

-¿Un viejo acomodado? ¿Qué decir? No sé. No me interesa ese tipo de polémica. Los viejos que se acomodan son más bien los que no cambian, se quedan en un mismo esquema y se ponen ridículos. No queremos someternos a religiones que haya que aceptar en bloque, y ése es el peligro de las ideologías.

-¿Tu venida Chile era importante para tomar eventualmente la decisión de regresar? ¿A qué le tenías miedo?

-No le tenía miedo a nada, pero el factor decisivo en mis ganas de venirme es la respuesta que ha tenido la presencia nuestra acá.

-¿Dónde has sentido esa respuesta?

-En todas partes. En las concentraciones, en las entrevistas, en los encuentros con jóvenes, en las preguntas. Aquí yo creo que multiplicaríamos nuestro quehacer. Aquí tenemos un papel político que jugar, tenemos presencia de opinión, presencia musical; aquí nuestro trabajo tiene proyecciones muy grandes.

Claudia Donoso