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La revolución y las estrellas
FuentePeriódico: LA ÉPOCA Fecha10 Mayo 1987 PaísChile


Edición transcrita/traducida

Escribe para La Época el director del Quilapayún

"Sí. Es verdad que hemos cambiado. A nosotros nos encanta vivir en el terreno futurista de la poesía. No somos indiferentes a la lucha por la democracia; por eso hemos firmado el Acuerdo Nacional”

Se ha dicho que hemos cambiado y en realidad hemos cambiado. Nuestra música es ahora más sabia, más variada, más colorida. Nos hemos puesto a cantar como los pájaros: a veces sin razones particulares, a veces con tantas razones que la voz se nos atraganta. De repente nos da rabia y nos da por gritar: "Es el colmo que no dejen entrar a la Chabela" (Isabel Parra). A veces, porque nos da la gana, susurramos: Todo tiene que ver con la memoria, con el olvido”. Algunas veces alegamos en contra de los "destacados" que nos tienen exiliados, otras, preguntamos dónde están los que no están o nos cantamos nuestra propia canción, la Canción del Desterrado.

En todas las músicas

Pero no nos olvidamos de los niñitos que pierden la voz y la buscan en las gotas de agua, ni de las mujeres de Buenos Aires que descienden de automóviles transparentes (son superlindas y se merecen más de una canción), ni de la palma sola divagando en medio del patio.

Nos aparece todavía el lado "solidaridad con los pueblos", cuando le cantamos a Nelson Mandela. Pero también hacemos música de baile y nos gusta a veces que con nuestra música la gente se olvide un poco de las miserias de este mundo.

Cuando nos ponemos serios nos mandamos cincuenta minutos de armonías postrománticas con los Tres Tiempos de América; cuando nos baja la onda salsa con tres acordes hacemos bailar hasta los esqueletos; cuando nos ataca el cólico vanguardista nos ponemos a hacer minimal music.

Queremos meter la nariz en todas las músicas y mientras más indefinible sea lo que hacemos, mejor nos sentimos. Si usted busca en nosotros el Quilapayún de los años de la UP, a lo mejor con buena voluntad lo va a encontrar. Pero lo más probable es que se interese más en el Quilapayún de los años ochenta, el cual está todavía por descubrir.

Todo esto tiene que ver con el desafío siempre presente en la vida de un artista, de vivir en la realidad o fuera de la realidad. A nosotros nos encanta vivir en el terreno futurista de la poesía. No tenemos ningún complejo para instalarnos en nuestros sueños y desde allí inventar canciones. Nuestra revolución ya no es más ni la de los puros obreros ni la de las obreros puros; tampoco es la del puro estómago.

De todo eso siempre nos estamos alejando exactamente a la velocidad de la luz. Nuestra revolución ahora es con estrellas: esto quiere decir que no le faltan las metas más lejanas, que es una revolución especialmente inventada para nosotros, que cuadra perfectamente con nuestros anhelos de justicia con nuestro espíritu patriótico y con nuestra fidelidad a la poesía.

No tenemos para qué hacerles concesiones a los funcionarios ni a lOS absolutistas políticos con ideas inquisitoriales tampoco tenemos para qué hacernos cargo de los errores de otros procesos ni de las historias de otros pueblos. Somos profundamente solidarios con el Chile de nuestros nietos y de nuestros bisnietos y aunque el juicio de nuestros tataranietos sobre lo que hemos hecho nos parece un poco injusto, porque no toma en cuenta cabalmente lo que nos ha costado vivir, nos inclinamos ante su veredicto.

No somos "'anti”

No somos indiferentes a la lucha por la democracia. Por el contrario, hemos firmado el Acuerdo Nacional y estamos dispuestos a firmar todo lo que sirva para para Chile un centro sólido, un consenso que nos reúna por fin en un país de verdad y que termine con todos los extremismos y partidismos exagerados.

No somos ni anticomunistas ni anticuras ni antinada.

Tampoco somos indiferentes a la miseria de nuestra gente. Mucho menos todavía a la miseria que se alberga en la cabeza de los responsables de esta miseria. A esta última sólo podrá vencérsela cuando se comprenda cabalmente cuál es el rol de la cultura en la construcción de la sociedad.

Nuestra salvación está en la poesía. Hemos cambiado, sí señores. Ahora creemos definitivamente en la fuerza y en el alto destino de la poesía.

¡Cómo pasa el tiempo! El músico ya es abuelo. Aquí, con su hija Alejandra y con su nieto Ferdinand. Abajo, el Quilapayún junto al Sena.

Eduardo Carrasco