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Quilapayún: En el exilio, explorando sus raíces culturales
FuentePeriódico: THE WASHINGTON POST Fecha13 Mayo 1986 PaísEEUU


Edición transcrita/traducida

Las Nuevas Canciones de Chile

El grupo folclórico chileno Quilapayún, parte del Movimiento de la Nueva Canción, es definido por su miembro Rodolfo Parada como “una expresión de los últimos años en América Latina, una expresión que intenta realizar nuestros propios valores culturales frente a la penetración cultural internacional en nuestros países”.

Quilapayún ya no es lo que solía ser, y a decir verdad, los miembros del grupo folclórico chileno no podrían estar más felices por ello.

No es que el septeto haya cambiado radicalmente su sonido cuando se presente mañana en el Auditorio Lisner. A pesar de un repertorio más amplio y la incorporación de algunos instrumentos electrónicos, Quilapayún sigue estableciendo los mismos vínculos entre la música tradicional sudamericana y la música occidental contemporánea.

La diferencia radica más bien en lo que la gente cree que representa el grupo. En 1965, cuando Quilapayún se formó, Chile atravesaba un proceso de redescubrimiento de su cultura popular y los inicios de una revolución social que culminaría con el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. El nombre del grupo proviene del araucano y significa “los hombres con barba”. Quilapayún utilizó instrumentos indígenas, el repertorio folclórico chileno y su formación en música clásica para crear un imponente cuerpo de canciones sobre la lucha por la justicia social.

Durante tres años trabajaron con el renombrado cantante y poeta Víctor Jara, y se volvieron enormemente populares, no solo en Chile, sino en toda América Latina. Pero tras el golpe de Estado que derrocó el gobierno de Allende en 1973, mientras el grupo estaba de gira por Francia, sus miembros se convirtieron en exiliados y activistas.

En ese proceso, el propósito de Quilapayún fue en parte malinterpretado, sostiene Parada. “Después del golpe militar en Chile, la gente nos veía como símbolo de la solidaridad con Chile”, dice, “a pesar de que siempre hemos tenido un proyecto artístico muy profundo, ¿no? Pero las condiciones de Chile, de América Latina, de nuestras propias vidas, nos obligaron a asumir esa responsabilidad. Y estamos orgullosos de eso. Lo hicimos, y creemos que estuvo bien hecho.

“Pero el tiempo ya ha cambiado eso... Queremos que la gente entienda que tenemos un proyecto cultural que, en parte, está conectado con la realidad actual. Pero es un proyecto ambicioso: participar de la manera más creativa en la construcción de la cultura latinoamericana”.

Parada se refiere al Movimiento de la Nueva Canción, una especie de equivalente musical del boom en la literatura y pintura latinoamericanas.

“Es una expresión de los últimos años en América Latina, una expresión que busca realizar nuestros propios valores culturales frente a la penetración cultural internacional en nuestros países”, afirma.

Parada ve los objetivos del movimiento como tres en uno. Según él, la música debe abarcar: “el aspecto cultural de la defensa de nuestras propias raíces; el contexto social y político para participar en la esperanza, en las utopías de este continente; pero sobre todo, la ambición creativa.”

Obviamente, parte del proceso depende de la producción del propio grupo, que continúa mezclando la música folclórica chilena con otros estilos más occidentalizados. Después de todo, insiste Parada, “en lo que hacemos, nunca hemos sido músicos folclóricos. Nunca hemos hecho investigación folclórica, nunca hemos querido repetir la música folclórica tal como se tocaba antes. Nunca. Siempre hemos tomado el elemento folclórico solo como base para construir una nueva música.

“Bueno, la cuestión es que somos hijos de los hijos de los hijos de los españoles, de los europeos en general, y también de los indígenas, los negros y así. Somos una síntesis de muchas culturas. Así que lo que hacemos ahora es continuar con ese carácter de síntesis en nuestras condiciones particulares.”

Es por eso que el repertorio de Quilapayún incluye algunos títulos inesperados. Por ejemplo, “Eleanor Rigby” de los Beatles.

“Es una pieza instrumental que tocamos con nuestros instrumentos folclóricos”, explica Parada. “Es bastante sorprendente, pero creo que toda la música, en el sentido más profundo de esta acción, sirve para mostrar que toda la música popular tiene un contenido profundamente popular y universal. Por eso tocamos una pieza de Johann Sebastian Bach con nuestros instrumentos folclóricos, y también una canción de los Beatles”.

En resumen, sostiene Parada, los miembros de Quilapayún “nos hemos vuelto personas más creativas, y lo que queremos mostrar esta vez, en comparación con lo que mostrábamos antes, es que hemos cambiado. Hemos hecho nuevas canciones, estamos más locos, no somos solo símbolos políticos. No somos simplemente personas que agitan al público para expresar su solidaridad con Chile. Estamos defendiendo nuestra identidad, nuestra personalidad, y ahora nos sentimos más fuertes para crear nuestra propia música, expresar nuestro propio espíritu con libertad, y mostrar nuestro sentido del humor e ironía en la música.

“Nos sentimos más libres”, concluye.

J.D. Considine