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Un Quilapayún más musical y evolucionado
FuentePeriódico: LA NACIÓN Fecha16 Abril 1986 PaísArgentina


Edición transcrita/traducida

Presentación del grapo chileno (radicado en Francia) Quilapayún, integrado por Rodolfo Parada Lillo, Carlos Quezada Salas, Guillermo Oddó Parraguez, Luis Hernán Gómez Larenas, Guillermo García Campos, Luis Hugo Lagos Vázquez, Ricardo Venegas Carhart y Patricio Wang Tapia. Con dirección artística de Eduardo Carrasco Pirard. Sonido e iluminación: Teddy Goldman. Presentados por la empresa Nuevo Canto. En el Teatro Coliseo.

La cita de los títulos de treinta canciones en el programa de mano no obsta para que Quilapayún escoja solamente diecisiete de ellos y que igualmente conquiste a un público que desborda el Teatro Coliseo. Como hace unos años, Quilapayún despierta todavía por su condición ideológica, un encrespamiento anímico que se agudiza con la presencia de sus ocho conjuntos de ropa negra, sus ocho negros ponchos de chilenos exilados y sus estiletes verbales.

La realidad y el arte

Tal repertorio de Quilapayún plantea todavía la opción estética entre la pintura de una dura realidad social acremente nacida en sus textos y la posibilidad de recurrir a los resortes formales que los rodearán musicalmente con imaginación para completar el resultado artístico que es el canto popular.

La exaltación visceral de algunos hechos que ofenden la dignidad del hombre no siempre ha coincidido con la estatura artística de los poemas y la música. Esto ha determinado que en Quilapayún haya marchado a la cabeza de su canto la propaganda y su látigo implacable. Y que el creador haya sido dominado por los acontecimientos en lugar de que su espíritu construya la forma -la alegoría- que le permita trascender las circunstancias de lugar y tiempo.

Hoy Quilapayún ha madurado y avanzado hacia la unidad de fondo y forma en la canción popular. Y también ha diversificado los ritmos y los arreglos. En un caso escapó un poco a la fascinación por los acentos afrocubanos y en otro dejó a un lado lo coral para internarse en los arreglos instrumentales.

Si "Las mujeres de Buenos Aires" -y su pizca de demagogia- no es un hallazgo musical pese a sus cuidadosos versos, la versión del Rondeau de la Suite n° 2, de J. S. Bach con sikus, flautas y dos guitarras es de una belleza increíble. Esta faceta quedó rubricada cuando Quilapayún entregó su versión de "Eleanor Rigby", de los beatles Lennon y McCartney, con los mismos instrumentos, más el bajo y el charango, tan libremente imaginativa que derivó en una metamorfosis andina. Tal variante instrumental no los privó de hacer nueva gala de su musicalidad al cantar a capella "Memento", una españolísima melodía folklórica construida vocalmente como un canon por G. Becerra, sobre un texto de García Lorca.

Los integrantes de Quilapayún ejercen con precisión envidiable el sentido del humor. Las referencias al gobierno de su país fueron abundantes. Pero en lugar de echar mano del panfleto blandieron la más zafada ironía. Una carta apócrifa de un exilado que confunde lugares y algunos epigramas jugaron buena parte del espectáculo a modo de piadosa burla a propios y extraños, antes de entregar los conocidos "Malembe" y "La Muralla". Con ellas completaron la nueva imagen del grupo, decididamente más evolucionado tanto musical y poéticamente, como en el manejo de voces y en las combinaciones instrumentales.

René Vargas Vera