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Un “Quila” en Chile
FuenteRevista: HOY Fecha8 Septiembre 1986 PaísChile


Edición transcrita/traducida

Integrante Ricardo Venegas vino por dos semanas desde París y contó de sus giras y sus proyectos

Como un pájaro "de buen agüero” apareció en Santiago Ricardo Venegas Carhart, directamente llegado de París, donde integra el grupo Quilapayún. Tranquilo, maduro en su reflexión, emocionado por familiares, Amigos, rincones y olores en los que se reconoció, se dio tiempo entre dos intensas semanas para conversar con HOY.

Con su pelo retinto ahora sembrado de canas (37 años, egresado de Geología, casado con chilena y dos hijos, de nueve y cinco años) aprovechó las vacaciones de verano de allá para saltar el Atlántico y la cordillera y venir a abrazar a sus padres que están de bodas de oro. Sobre el no pesa la prohibición de pisar suelo patrio.

Es de los que se integró al elenco en 1972, cuando hubo seis grupos de "lolopayunes” universitarios y mujeres, unidos en "la gran familia” Quilapayún. Por eso no le tocó salir con el conjunto matriz, cuando partió en gira en agosto de 1973 a Europa, sin saber que la visa seria sin retorno, Venegas se quedó en Chile e integró el Barroco Andino, grupo que aún continua. En 1978 sus ex compañeros lo llamaron desde Paris a incorporarse a Quilapayún para reemplazar como quenista a Eduardo Carrasco, quien asumió funciones de director, compositor, arreglador…

Vive junto a otros compañeros en unos departamentos que el alcalde de Colombes -una comuna obrera del norte de París- les cedió con amoblado y comodidades básicas. Ahí estudian, juegan, crecen y comparten todos los niños de los Quila, ya pre-adolescentes. Salvo los hijos de Carrasco, ya profesionales, que instalaron "carpa propia" casados con franceses.

Personajes incomprendidos

Se supo del grupo -que ya cumplió 21 años- cuando adhirieron al Acuerdo Nacional (HOY N° 430) y luego de su exitosa gira por Latinoamérica y Estados Unidos, donde estuvieron en una docena de ciudades y grabaron un programa de televisión en Boston.

Luego estuvieron en Grecia, pero no solo en Atenas. También en las embrujadoras islas de Creta, Lesbos y Rodas. Y así no paran en todo el año. Esa es su señal de que cabalgan. En setiembre continúan: giras por Francia, luego Alemania, Canadá y, quizá, de nuevo Estados Unidos.

Pero el proyecto que los tiene fascina-dos, además de un nuevo LP, es una obra de teatro en la que serán protagonistas principales junto a actores franceses.

Cuenta Ricardo:
"Daniel Mesguich, prestigiado director con el que trabajamos en el Olimpia, se hizo cargo del teatro Gerard Phillipe en re St. Denis. Conversando con él, surgió la idea de hacer una obra con todas las leyes del teatro. El tema gira en torno a cinco personajes de la historia que defendieron la verdad artística o científica y fueron rechazados e incomprendidos. Como Galileo Galilei, Cristóbal Colón, Mozart, Van Gogh y Sócrates…

"Además de personificar a algunos de ellos, presentaremos pequeñas cantatas. Es un proyecto ambicioso que requiere de una base financiera fuerte. Es probable que lo hagamos el próximo año. Estamos entusiasmados porque nos va a obligar a evolucionar más”.

-¿Qué le impactó más en su viaje a Chile?

-Algo que creo que es válido para todas las familias: esa incertidumbre, esa angustia con la cual uno vive aqui; esa sensación de que no hay seguridad de nada. To. dos viven preocupados de pequeñas cosas y no se proyectan al futuro; se vive el presente, se pierde un poco la costumbre de visitarse entre amigos. Hay una tendencia a encerrarse en si mismos.

"Pero lo que más me impactó fue el ver a los padres de mis compañeros del Quila: ellos no pueden venir, yo vengo y soy como el hijo que llega y eso es muy fuerte. Cuando la madre de cualquiera de ellos se pone a llorar contigo y te abraza, tú eres el hijo y el compañero de trabajo de su hijo; la angustia y la felicidad mezclada. La primera semana los fui a saludar, la segunda a buscar los encargos y despedirme, sabiendo que quizá ellos no van a volver a ver a sus hijos…”.

Ricardo Venegas cuenta que quería ir al norte, al sur, al Cajón del Maipo; comer pastel de choclo, tomar vino y "pilsener”; ver a los amigos del barrio de su niñez y a los de la universidad... Algo de eso alcanzó a hacer, pero, sobre todo, conversó y escuchó y fue a conciertos de música, del coro de la U. de Chile, del de la U. Católica, de Barroco Andino, de Santiago del Nuevo Extrémo ("'ellos anunciaron mi presencia y fue emocionante, todos aplaudieron de pie”).

Hasta se encontró con el Piojo Salinas y su drama familiar: "Fue impactante porque nosotros le tenemos mucho cariño: hubo un tiempo en que estuvimos transmitiendo varios meses con sus chistes y payas que nos llevaron en una cassette...", contó.

En micro y liebre

Lo primero que hizo fue subirse a andar en micro, de esas donde a veces cantan canciones de los Quila, a cambio de una moneda. "Me reía solo y miraba a la gente como para reconocerlos, para comunicarme con ellos. A un cabro que se subió a una liebre y que tocó el charango muy bien le di una moneda de cien pesos, porque no me ubicaba y porque quise apoyarlo. Me sonreí con él y se produjo una comunicación especial, al bajarse me hizo una seña de reconocimiento…”.

Eso es lo que sintió en todas partes: "Creo que existe un cariño grande de toda la gente con la que he hablado, lo notas en cómo te dan la mano, cómo te preguntan, viejos, jóvenes, amigos y desconocidos... Creo que se sienten contentos de vernos vivos, trabajando y de que nos vaya bien; es como sentirse esperanzados de que algún día podremos volver"', relata.

Y agrega:
"Vivir en Francia, en Europa, es una experiencia rica para cualquier ser humano. Aquí se vive como aislado; allá tienes una visión más global de los problemas reales de la gente, hay mucha discusión y tienes acceso a la información. En nuestra expresión nos ha pasado lo mismo: Francia es un medio exigente y eso nos ha significado una evolución, búsqueda e influencias.

"Por ejemplo, de la canción francesa, y de ahí que le damos tanta importancia a la poesía en nuestro repertorio. También a la música moderna: nuestras armonías y arreglos son mucho más sinfónicos ahora, casi somos una pequeña orquesta de cámara. También tenemos influencias de la música española, mediterránea y la más elaborada, europea y alemana. Cuando regresemos vamos a estar más ricos artística y poéticamente. Tenemos también más versatilidad en lo instrumental; y tocamos con partituras ya desde hace algunos años, producto del trabajo con músicos como Gustavo Becerra, Juan Orrego Salas y Sergio Ortega.

No le tiene miedo a la invasión del rock; al revés, siente que el Quilapayún llega a los jóvenes: "Son los primeros que captan este juego de palabras que hacemos, medio surrealistas, como 'hay que darle al otoño un golpe de ventana para que el verano llegue hasta diciembre', o 'hay que cambiarle los calcetines a la protesta contra el mundo...", argumenta.

Recalca: *Ahora estamos llegando a un público que tenía tres años cuando fue elegido Allende y seis en el golpe militar. No vivieron la etapa de solidaridad posterior, con Chile y les interesa el Quilapayún como grupo artístico y por su mensaje universal”.

Se han preocupado de flexibilizar más su imagen, sacándose el poncho negro y quedando con camisa y pantalón, para tener más movilidad en el escenario donde no sólo cantan sino también actúan. El rock y el nuevo pop chileno hacen reflexionar a Venegas:

"La juventud ha encontrado una identificación en el rock. Es natural, pienso que la canción popular, la 'nueva canción' no ha logrado captar nuevos espacios y decir las cosas por su nombre. Escuché a Los Prisioneros, que son la imagen clara de lo que puede decir, y que está diciendo la juventud hoy día. Tienen una rebeldía .contra todo: partidos, régimen, religión, pasado... ellos quieren romper. Por eso, creo que si en el futuro se conoce más lo que estamos haciendo, a los jóvenes de acá también les va a gustar".

-¿Qué imagen o sentimiento se lleva?

-Después de una semana de estar aquí empecé a reconocerme: sentí que soy de acá. Tengo la imagen de Chile como esas camisetas viejas que uno tiene, tal vez con un hoyo o un poco descosida, pero que te gusta, te la pones y la quieres. A pesar de los problemas y de que la gente ha cambiado y de que va a ser difícil recuperar lo que teníamos... me voy con un poco de dolor, pero muy identificado, muy chileno.

Ana María Foxley