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Los Quilapayún están de vuelta y crecidos
FuentePeriódico: LA RAZÓN Fecha16 Abril 1986 PaísArgentina


Edición transcrita/traducida

Veinte años después de su creación, los Quilapayún son mayores de edad

ALGUNA vez le preguntaron a Salvador Allende cómo le gustaría que lo recordaran, y él contestó: Como un chileno consecuente. Los Quilapayún, 20 años después de haber iniciado el camino junto a Víctor Jara y ya con más de 12 años de exilio, también pueden enorgullecerse de comulgar con la consecuencia, pero lo más importante es que mientras tanto no dejaron de caminar para crecer. El octeto chileno volvió a los escenarios argentinos con un ciclo de recitales en el teatro Coliseo, el pasado fin de semana, demostrando en los hechos lo que su director artístico Eduardo Carrasco ha declarado hace poco tiempo en Europa: Somos los mismos siendo diferentes.

Con una escenografía obrera -una carpintería de altas paredes, cuidadosamente desordenada- las ocho figuras bordaron un musical de fuertes colores, artísticamente. valorable y sonoramente rico. Haciéndose cargo de la autocrítica para rescatar su verdad (Esta historia es tan redonda como la Tierra, cantaron en un momento) reunieron en su espectáculo los ritmos de esta parte del planeta para resaltar la alegría, las convicciones y la esperanza. Si alguna vez Neruda predijo que los verdaderos cantores populares son los que un día hilarán, en el ronco telar interrumpido, las significaciones de mañana, los Quilapayún saben que aquel mañana es cada vez más este hoy y que mucho más temprano que tarde deberán abrirse las grandes alamedas. Por eso no caen en el escepticismo y se animan con tangos (Las mujeres de Buenos Aires) y guajiras, citan a Mozart y Bach con aerófonos andinos y convierten en un hermoso carnavalito la melodía beatle de Eleonor Rigby, declaran su amor a La vida total y afirman que Todo tiene que ver..., mientras guardan tiempo para ponerse serios con Memento de García Lorca y con la terrible actualidad que sigue teniendo La carta (una de las pocas concesiones con el pasado, recordado por su vigencia), y para divertirse (y divertir a su audiencia) con un cuidado humor que no cae en banalidades ni obviedades y con picantes momentos como en Malembe.

Por ahí no son prolijos para cantar, pero entre tantos logros un detalle así pierde peso. Evidentemente, el exilio les ha endurecido el alma, los ha hecho fuertes y fundamentalmente les amplió la cabeza: por eso puede afirmarse que regresaron mostrando que están de vuelta, que no es lo mismo.

El poeta de la Isla Negra escribió que el eterno hilo en que se juntaron pueblo y poesía nunca se cortó, y los Quilapayún lo certifican. Se siguen vistiendo de negro como siempre y esa ropa, desde hace poco más de una década bien puede asociarse con el luto: pero ellos han sabido demostrar que la sangre que bulle en estas venas abiertas continentales, si bien es herida, por sobre todo es un inequívoco signo de vida.

Víctor Pintos