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Quilapayún: Voz y alma de un pueblo en lucha
FuenteRevista: ACCIÓN Fecha15 Septiembre 1984 PaísArgentina


Edición transcrita/traducida

Exiliados de su país, Chile, desde hace diez años, y ausentes de la Argentina durante once, los Quilapayún reeditaron en el Coliseo el éxito que obtuvieran meses atrás.

Una fiesta de solidaridad matizada con consignas adversas al régimen de Pinochet. Acción dialogó con Eduardo Carrasco, director del conjunto.

Hace unos días, volvió a actuar en el país el famoso conjunto popular chileno Quilapayún. Lo hizo durante seis días de setiembre 5,6,10,11, 12 y 13- en el teatro Coliseo, mediante un espectáculo que reeditó el formidable éxito logrado meses atrás cuando el grupo tomó contacto nuevamente con el público argentino en el Luna Park tras once años de ausencia aquí y diez fuera de su patria.

Como aquellas jornadas del reencuentro, éstas del Coliseo fueron verdaderas fiestas de la solidaridad y la esperanza. Desde antes de la iniciación del espectáculo, un público ansioso y enfervorizado desplegó carteles de respaldo a la lucha del pueblo chileno y gritó su fe en un pronto colapso del régimen dictatorial de Pinochet. Después bailó, cantó y disfrutó los ritmos que le ofreció este conjunto ubicado entre las expresiones más ricas del cancionero latinoamericano.

Los ocho artistas que integran el grupo (Guillermo García, Hugo Lagos, Hernán Gomez, Rodolfo Parada, Guillermo Oddo, Carlos Quesada, Ricardo Venegas y Patricio Wang), como lo habían hecho en el Luna Park, dieron por fundada La República de Trasandinia (canción en la que aluden a un país ideal de ese nombre formado por las dos naciones) y en virtud de eso proclamaron haber llegado una vez más a su tierra. Luego, transformaron el espacio y el tiempo del Coliseo en un solo y conmovedor canto a la vida.

Acción charló con Eduardo Carrasco, 42 años, director del grupo desde hace dieciocho años, que en los últimos tiempos decidió no subir al escenario como lo hacia en las primeras épocas. Dedicado fundamentalmente a la composición y a la dirección musical del conjunto, este artista ha sido uno de sus nervios vitales y protagonista del rico pasado y presente sobre el cual se habla en la entrevista.

-Ustedes fueron durante el gobierno de Salvador Allende el centro de una escuela que promovió la formación de otros conjuntos similares. ¿Qué ocurrió con eso?

-Lamentablemente lo de la escuela quedó trunco. Era un trabajo con el que queríamos intentar el desarrollo de formas populares hacia una música más elaborada. La creación de esta escuela tenía como objetivo dar lugar a lo que nosotros entendemos como la opera popular. Ese proyecto nació a partir de las experiencias que realizamos con las cantatas donde, en base a ritmos y formas de canto nuestro, logramos que el clima fuera más dramático. Para esa propuesta necesitábamos formar un equipo de gente. Por otra parte, siempre pensamos que el valor de nuestro conjunto era su orientación, su definición, Y, por lo tanto, su trabajo era algo que podía realizarse por intermedio de otra gente. Por eso formamos varios conjuntos. La valoración que hacemos de esta experiencia es positiva porque de allí salieron muchísimos de los que posteriormente protagonizaron el movimiento de la canción nueva en Chile.

-¿Y cómo analizan hoy esa canción de combate de los años 1972/ 1973?

-Este tipo de canciones nos trajo criticas de gente que no entiende las formas que adopta el compromiso de un artista. Nosotros hicimos panfletos de manera consciente y no nos arrepentimos de ello. Por el contrario, estamos orgullosos de haber puesto al servicio de la causa histórica y democrática de nuestro pueblo todos los medios que estaban a nuestro alcance. Haber luchado contra el fascismo, transformando algunas de nuestras canciones en formas de propaganda era un deber. No se puede permitir que se destruya la vida democrática de un pueblo y su uni-dad. Por eso, todo lo que se pueda hacer para detener eso esta bien hecho.

-¿Qué pasó en Chile con la canción popular durante estos años?

-El golpe militar fue duro con el movimiento de la canción y los artistas de mayor experiencia, aquellos que tenían un trabajo hecho o un nombre, tuvieron que del país. Algunos fueron trágicamente asesinados como Victor Jara, otros sufrieron persecuciones, campos de concentración, cárcel y exilio. Quedó un vacío que la gente de relevo, la más joven, intentó ocupar. Comenzó a cantar poco a poco en peñas, en los conciertos de solidaridad y así se fue gestando un movimiento que todavía es incipiente, pero que ha logrado mantener viva la llama de la canción chilena. Nosotros esperamos que en el futuro tenga un mayor desarrollo, porque a medida que nuestro pueblo avanza hacia la democracia se van abriendo espacios y ganando un lenguaje y canto nuevos.

-¿Pero el exilio no genera necesariamente fracturas culturales?

-No necesariamente. En Chile existe desde hace mucho tiempo una unidad cultural muy profunda que el exilio no ha podido romper. Esto es una cosa positiva que hemos aprendido en América latina: los artistas que se exiliaron no fueron cortados de las raíces de su pueblo. Nuestro propio Pablo Neruda, que vivió en el exilio, creó obras de profundo contenido nacional en el extranjero. El estar física o geográficamente no es lo decisivo, sino a qué responden tus canciones, de dónde nacen y si tu actitud como hombre se encuadra dentro de la línea del arte nacional.

-¿Cómo pasaron de un canto contingente, casi exclusivo para chilenos, a este otro canto para el mundo?

-Yo creo que eso se produjo natural-mente, porque nosotros fuera de Chile no podíamos aspirar a cumplir el mismo rol que teníamos adentro. Entonces pasó a ser mucho más importante el reforzamiento de la cultura popular chilena, de sus bases artísticas. Y también de la vocación más profunda del conjunto, que siempre estuvo presente. Nosotros cantamos desde el año 1965 tanto nuestro folklore como música latinoamericana, entre ellas muchas canciones argentinas y otros temas. El repertorio de Quilapayún es muy amplio. Allí lo político es importante pero no lo dominante. Tenemos además un desarrollo instrumental que viene desde el primer disco, entroncado en un proceso de creatividad permanente, que da por resultado todo este nuevo lenguaje. Lo que no significa un rompimiento con el pasado, porque seguimos cantando te mas antiguos. Existe una continuidad y, lejos de renegar del pasado, queremos asumirlo.

-En esta etapa, ¿qué autores colaboraron en los nuevos temas?

-Hemos trabajado con Gustavo Becerra, que es uno de nuestros músicos nacionales, y de ese contacto resultó una completa transformación de nuestra forma de trabajo en cuanto a la técnica musical, la incorporación de instrumentos de percusión, la concepción de los arreglos musicales. Y la introduc ción de formas de la música culta dentro de la música popular.

Hay evidentemente una gran renovación en ese aspecto. También trabajamos con Ortega Salas, que es otro gran músico chileno. A través de esta relación con músicos serios nuestra sensibilidad se ha ido universalizando, hemos descubierto nuevos mundos en donde internarnos. En los textos, nosotros mismos nos hemos convertido en poetas de la noche a la mañana, casi por una necesidad urgente.

-¿Estudiaron música en estos años?

-Fue indispensable. Nuestros conjuntos populares tienen limitaciones precisamente porque no estudian música. No conocen la armonía, el contra-punto, no estudian orquestación. Entonces no descubren las posibilidades que este estudio otorga. Pero la música chilena ha tenido una característica interesante y es este acercamiento a las formas y técnicas de la música culta. Dentro de nuestro repertorio hay canciones atonales, politonales, con contrapuntos bastante complicados.

-Entre las opciones que tenia el conjunto en el exilio estaban la de la nostalgia o el crecimiento. Ustedes parecen haber optado por lo último.

-Totalmente. Porque si el conjunto hubiera desaparecido o hubiera bajado los brazos por el desaliento habría sido una victoria más de Pinochet.

-Una alternativa de la nostalgia hubiera sido también cantar durante estos años las viejas canciones y nada mas.

-Pero eso hubiera sido muy aburrido. Hay conjuntos que cantan durante muchos años los mismos temas. No se cómo lo soportan. Repetirse es lo más aburrido del mundo. Es como si la vida no existiera, no se modificara.

-Y en el plano individual, ¿cómo vivieron estos diez años?

-Con la diversidad que presenta la vida individual, hubo de todo: alejamientos, separaciones, encuentros, amores, desamores, hijos, éxitos y fracasos. Andamos con la canasta llena de experiencias.

-¿Cómo se mantiene unido un conjunto al que le toca vivir tantas situaciones difíciles como el exilio, los continuos viajes?

-Este trabajo nos entusiasma a todos. Tiene mil gratificaciones y además estamos convencidos de la sinceridad con que lo hacemos. Y eso es lo más importante, porque no es un negocio ni una empresa. Tenemos conciencia de que estamos contribuyendo a la construcción de un Chile democrático, unido, sin sectarismos, con justicia. Todas esas cosas son muy importantes para nosotros, saber que a través del canto agregamos un granito de arena a esa construcción.

Mauricio Herzovich