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Clima de fiesta en la presentación de Quilapayún
FuentePeriódico: TIEMPO ARGENTINO Fecha28 Septiembre 1984 PaísArgentina


Edición transcrita/traducida

La “Cantata Santa María de Iquique” mantiene su vigencia a catorce años de su composición

A punto de volver a Europa, Quilapayún se presentó en el Luna Park con la "Cantata Santa María de Iquique y algunas sorpresas. Adelantándose a los habituales pedidos, el conjunto abrió el recital con "La carta", para dar paso luego a sus nuevas composiciones. Ya que éstas fueron comentadas con más detalle pocos días atrás en estas páginas, sólo destacaremos la más depurada intención poética que las asiste respecto de la producción anterior del grupo, así como una mayor libertad musical. El ejemplo más logrado fue "Discurso pronunciado…”, un tema de lúcida concepción, basado en un texto de inspiración surrealista. También resultó interesante la adaptación instrumental realizada de "'Eleanor Rigby' el conocido tema de los Beatles.

A continuación, la inesperada visita de Isabel Parra, trajo un tema de Pablo Milanés en discreta versión, una cueca de Isabel y Violeta Parra, y una composición de esta última, que merece consideración aparte. Se trata de "El gavilán”, perteneciente a la última y más lúcida etapa creativa de la autora, verdadera obra de anticipación de corrientes aún hoy en vías de desarrollo.

También como invitado estuvo Julio Lacarra, que cantó en un forzado registro, apelando casi continuamente a desbordes de escasa expresividad. Sus canciones fueron cuatro melodías directas y agradables que merecían mejor tratamiento y tal vez la supresión de los textos.

Seguidamente, Quilapayún interpretó la “Cantata Santa María de Iquique”, con la participación de Franklin Caicedo en los relatos y de Eugenio Boichevcovski en violoncello, el mismo músico que los acompañara en la década pasada, cuando el estreno porteño de la obra.

La cantata, con poesía y música de Luis Advis, relata una matanza de obreros ocurrida en Chile a principios de siglo, en forma de estilizaciones de ritmos folklóricos. Toda la obra exhibe un buen nivel melódico, así como un texto de lograda progresión dramática, escrito con fuerza y sobriedad.

La interpretación de Quilapayún fue óptima en el aspecto vocal y algo menos en lo instrumental, donde cumplieron con poco más que profesionalismo. Aunque los arreglos instrumentales no fueron suficientemente explotados, el conjunto sonó con gran dignidad. Es de destacar la plena vigencia formal de la cantata, que a catorce años de su composición logró trascender su primera y circunstancial intención combativa. A ella siguieron cuatro bises que derivaron en fiesta al son de rítmicos tambores y un coro multitudinario.

Guillermo Pintos