Quilapayún Header Quilapayún - Sitio oficial
Quilapayún, testimonio de aquellas venas abiertas
FuentePeriódico: MEDITERRÁNEO Fecha21 Septiembre 1983 PaísEspaña


Edición transcrita/traducida

«La libertad duele, como duele el amor, la creación o cualquier cosa que merezca la pena»

Las venas abiertas de América Latina. Eduardo Galeano

Aún. En 1983, después de tantos años, parece que su lucha no se haya de acabar nunca. Fueron la Nueva Canción Chilena y siguieron aquel largo proceso que iniciara Violeta Parra y que tantos seguidores ha tenido. Han estado y están -aunque por razones diversas- proscritos en los medios de comunicación de masas de su país.

Hace años hicieron un nudo con la canción y la política y esperaron que «la tortilla se vuelva», «que cayera el águila negra» y «que se unieran las juventudes mundiales». Creyeron que «el pueblo unido jamás será vencido». A principios de los sesenta se pusieron por nombre, Quilapayún.

«Quilapayún es una combinación de dos palabras indígenas chilenas, araucanas. Quila significa tres, payún, barba. En primer lugar elegimos palabras indigenas para mostrar nuestro interés en rescatar nuestros valores propios en esa búsqueda de la identidad de nuestro país y de nuestro continente. Cuando Quilapayún nació, en el año 65, utilizar la barba era un acto de solidaridad y adhesión a los principios simbolizados por los barbudos de Fidel Castro, por la revolución cubana. Por esto elegimos «tres barbas».

Acostumbro a contar lo que sucede durante las entrevistas. Lo que sucede y no es la pura convención de la pregunta-respuesta. En esta ocasión sucedió que éramos tres para preguntar. Sandra Diaz, bien conocida voz de las radios de Castellón; Manolo Sánchez Adell, que preparaba su programa en la SER y yo, claro. Los dedos y las palabras de sus compañeros nos llevaron hasta Rodolfo Parada. Cuando más tarde le preguntaba a Willy (aquel del bigote que durante la actuación aleccionaba al coro improvisado entre el público, ¿recuerdan?) por qué únicamente hablaba Rodolfo, me explicaba que «al llegar aquí, cada uno tiene encomendada una misión para que todo salga bien, ¿sabes? Y Rodolfo se encarga de hablar con vosotros, pero podríamos hacerlo cualquiera de nosotros». Rodolfo Parada, de pelo más bien oscuro, tiene una sorprendente barba castaña, rubia por momentos. Llevaba aquella noche un pantalón de un verde que no era caqui, pero lo intentaba.

«Yo creo que nuestra música en primer lugar es un arte. Un arte que se enriquece con todos los componentes de la vida humana y dentro de estos componentes está la política. Yo creo que sería muy estrecho considerar que la canción que nosotros hacemos o que la canción hispanoamericana en general es lo que se llama una canción política, una canción protesta y que se reduce a ello. Pienso que la canción hispanoamericana tiene la gran aspiración de ser, antes que nada, un arte, y ubicarse dentro de su rol en Latinoamérica en tanto arte. Es decir tratar de abrir también con sus mecanismos propios, que son los que la estética musical, los de los recursos técnicos, abrir el espíritu humano a horizontes totalmente desconocidos. Todo arte, me parece que pretende justamente, humanizar al hombre. El hombre observa a través del arte las cosas que hasta el momento le habían sido desconocidas o que había observado de otra manera. Una pintura es eso, una canción es eso... ver el amor de manera distinta, ver la naturaleza, el paisaje de manera renovada».

Había empezado preguntando Manolo que decía tener solamente tres o cuatro preguntas. Pero aquello se alargaba y alargaba y todo era sufrir por las respuestas tan extensas que habría que cortar después y por las preguntas que se me agolpaban en la frente en forma de arrugas. En ninguna otra entrevista se me habían quedado tantas preguntas en los labios. Sandra se abanicaba con un papel.

«Nosotros somos un continente nuevo, que sólo tenemos cinco siglos y no hace más de un siglo y medio que conquistamos nuestra independencia. Y no hace más de un siglo que hemos interiorizado esta conciencia de que somos mestizos definitivos. Entonces construirse en nuestra personalidad. en nuestra cultura es algo bastante difícil, bastante problemático y que lleva mucho tiempo. Nosotros estamos comenzando en eso. Lo que muestra la literatura latinoamericana, lo que muestra la música latinoamericana y la pintura latinoamericana, es, justamente, esta ambición constructiva nuestra. Creo que la canción popular también juega ese rol. Es una canción que obedece a un contacto directo e inmediato con el público. Es una canción que muchas veces tomas las banderas de la gente que está luchando en latinoamérica, defiende sus propias reivindicaciones. Pero no se detiene en eso. Ahora nosotros tenemos una visión política de la vida de hoy día. Nosotros somos demócratas, antipinochetistas, queremos la democracia y la libertad para Chile, ¿no? El nuestro es un intento de reunir la afición artística con la voluntad de interpretar lo que estamos viviendo hoy día. Cuando decimos canción política, yo diría canción-política porque es reductivo decir canción política. Nosotros, por ejemplo, tocamos muchas piezas instrumentales y anda a buscar la política en eso.
La canción es un arma de lucha, si. Pero no sólo es un arma de lucha».

Martin Prieto hablando de «esa plaga bíblica que nunca mereció ese país» afirmaba algo que recuerdo ahora. «Por lo demás el increíble, tranquilo y demoledor alcoholismo del país se ha disparado hacia las mujeres y las adolescentes. Los horizontes perdidos se buscan en el fondo de la botella y la depresión se amodorra con los excelentes caldos chilenos».

En un descuido de Manolo logré hacer tres preguntas de un tirón.

-Rodolfo, volvamos al año 73. ¿Dónde os pilló la caída de Allen-de? Me han contado que tuvisteis la suerte de no estar en Chile. Digo suerte porque de estar en vuestro país probablemente no hubierais podido salir lo cual hubiera tenido las consecuencias que todos podemos imaginar.

-El año 70 y el 73 el gobierno de Allende incentivó la idea de enviar embajadas culturales al extranjero. Entonces toda la gente que pudiera tener una relativa audiencia en el extranjero tenia que salir a difundir lo que era el gobierno popular. Así salimos nosotros en el 70, así salimos en el 72 y en el 73, en la que era nuestra cuarta o quinta gira en Europa. Teníamos que volver el 23 de septiembre a Chile y participar en la Conferencia de Países No Alineados en Argelia, donde Allende mismo tenía que venir. Ibamos a ser parte de la Delegación chilena. Allende no pudo venir... vino Glodomiro Almeida, el ministro de Asuntos Exteriores. De vuelta de Argelia, tuvimos algunas actuaciones en Francia, y allí estábamos cuando supimos lo del golpe.

-El régimen habla de 12.000 exiliados, con el pasaporte que lleva la «L» de limitado y que no les permite entrar en su país. ¿Es ese el caso de Quilapayún?

-No, nosotros no tenemos pasaporte chileno ya que somos refugiados políticos en Francia. Lo que tu dices existe, por supuesto, pero para gente que puede tener el pasaporte chileno y que no son refugiados políticos en otro país.

-Cuando volváis a Chile; ¿qué crees que quedará en todos vosotros de Europa? ¿De qué irá cargada la vuelta?

-Yo creo que de infinitas cosas. El exilio hispanoamericano es muy dramático pero también es cierto que tiene muchos aspectos positivos de los cuales nosotros no nos podemos abstraer. Y nosotros, en este aspecto, tenemos una posición muy privilegiada porque el hecho de estar conversando, de conocer las inquietudes de ustedes... hay muchas cosas que nosotros vamos aprendiendo de eso. Estar hoy en contacto con el público español, mañana con el público francés, pasado mañana vamos a México... anteayer estábamos en Japón... en noviembre vamos a ir a Argentina. Todas estas cosas te van dejando como una riqueza de espíritu, una apertura, también, de espíritu que yo creo que es lo más importante que nosotros vamos a llevar a Chile. Una apertura de espíritu que se refleja tanto en lo musical, como en lo político y en lo específicamente chileno y latinoamericano. Yo creo que nosotros hoy día estamos mucho mejor situados respecto a nosotros mismos que lo estábamos antes, sobre todo cuando uno vive en Chile. Nadie pasa por Chile, a Chile hay que decidirse a tomar un avión e ir, ¿entiendes?

Antes de seguir adelante con mis preguntas voy a pedir prestada una, que le hizo a Rodolfo Parada aquella noche.

-¿Quilapayún se plantea la idea de utilizar instrumentos eléctricos en sus actuaciones, es decir, por qué no toca con sintetizadores? Por qué Quilapayún no toca con batería, con bajo eléctrico, etc., etc.?

-Mira en esto de la forma, pienso, hay que ser bastante amplio y bastante pragmático ¿no? Nosotros comenzamos con una guitarra, un charango Y poco más, en el curso de nuestra vida hemos realizado discos con orquesta sinfónica, hemos introducido en nuestros recitales un bajo acústico pero electrificado, el tiple está ahora electrificado...
Estamos preparando una obra con un gran compositor chileno, Gustavo Becerra, que va a tener sintetizadores y orquesta de cámara. Pensamos que en esto de la forma no hay que negarse a innovar por un principio purista, que yo encuentro innecesario, a los avances que la técnica te ofrece y que para algo están ahí. Nosotros grabamos también con mesas de qué sé yo... de cuarenta y ocho canales y técnicamente el resultado es muy diferente al que obteníamos en Chile con dos pis-tas. El arte sobre todo es forma. Y lo importante es que no responda a su propia interioridad.

Tenemos tiempo y espacio, todavía, para plantear dos cuestiones más. Una: qué pasará con Quilapayún el día en que en Chile haya libertad y «la carta os venga a decir que en vuestra patria ya hay justicia».

«Bueno, las situaciones van cambiando y hay que tener una cierta capacidad de adaptación y concebir lo que uno hace de la manera más profunda, ¿no? Efectivamente, algunos artistas han tenido muchas dificultades para readaptarse a la nueva situación. Dificultades de concepción o simplemente problemas de apoyo, o incluso problemas muy lícitos, como problemas de orden creativo. Eso es totalmente natural en la vida de un artista. Un artista no tiene porque ser prolífico en cualquier circunstancia y lugar. A lo mejor pasar un tiempo, se madura y se vuelve renacer. No seria extraño que eso sucediera. Para nosotros es un orgullo de demócratas haber podido resistir el embate de la Junta para liquidarnos, y estamos vivos y estamos creando.

No hay que olvidar tampoco que nosotros venimos de una época en la que todo estaba politizado, Chile era una auténtica vorágine politicista; en esas circunstancias la canción es una canción contingente, de lucha, de mucho combate. En el exilio, desde ese espíritu contingente nosotros empezamos a asumir de manera más profunda nuestra verdadera condición de artistas. Y la necesidad de ubicar la política en el lugar que le corresponde. Hay momentos en los que todo se observa bajo los ojos de la política: tu eliges los amigos según la política, tu amor es según la política, la canción según la política... Nosotros asumimos nuestro pasado, es parte de nuestro orgullo de hoy día. Pero a nuestros principios añadimos ahora la amplitud de nuestro cometido artístico. Una canción se ha de justificar, en primer lugar, en tanto arte. Todo este pensamiento lo hemos volcado ya en nuestro último disco aparecido en España, «La revolución y las estrellas». Una revolución que no se agota en la satisfacción del hambre del estómago, porque vivimos intensamente un hambre del espíritu. Y somos justamente los artistas los que debemos cumplir con nuestra responsabilidad revolucionaria en el arte».

Y dos: el trabajo de Quilapayún en estos meses.

«Estamos completando ahora una gira de tres semanas, en la que hemos dado como veinte conciertos en España. Después de esta gira volvemos a Paris, damos tres conciertos. De ahí, nos vamos a México, quince días. En octubre tenemos cinco con ciertos en Francia, una gira por Alemania, después Argentina, Finlandia.».

De inmediato la actuación en La Pérgola. Después, a las tantas de la madrugada las prisas por recogerlo todo y lo que decía uno de los miembros de Quilapayún: «Venga Rodolfo, que ya no veo de hambre».

Pilar Alfonso