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Quilapayún: "La canción es algo más que un arma para el combate"
FuenteRevista: EL PORTEÑO FechaNoviembre 1983 PaísArgentina


Edición transcrita/traducida

Vienen a la Argentina, en este mes. Los músicos chilenos integrantes del conjunto Quilapayún fueron entrevistados en Barcelona por Roberto Mero. El resultado es este reportaje, en el que se habla de sus temas y del pensamiento del grupo.

Había una multitud bajo la noche de Barcelona. Diez, quince mil personas. Más allá las tienditas con las banderas de Chile, de Uruguay, de Nicaragua, de Paraguay. Las fotos de los desaparecidos argentinos en el stand del CO.SO.FAM. (Comité Solidaridad con Familiares). Había un escenario también, y sobre el escenario casi un mito guardado en los cassettes, un mito guardado en los discos, un mito guardado en la garganta. Partes de la memoria de los pueblos que el fuego de las hogueras no arrasa ni el miedo y el terror pudieron sofocar.

Sobre el escenario y bajo los reflectores las siete partes del mito estaban vestidas con ponchos negros, sostenían guitarras, charangos, ekekos, quenas. Levantaban las manos para agradecer los aplausos, para saludar las banderas rojas con la imagen del Che; para decir un "hasta la victoria" que le arrancó unas lágrimas mudas a una morochita a mi lado. Una chilena de 20 años con los ojos negros y marcados por la extirpación de la patria cuando aún jugaba en las alamedas de Santiago.

Había por ahí un uruguayo con una novia italiana, y un catalán con una novia argentina, y un francés que no entendía muy bien las letras, las palabras del mito que arrasaba el sonido de la esperanza allá arriba, entre las luces y las banderas chilenas. Y había un cantando a Nicolás Guillén, levantando las manos, atragantándose cuando Carlos Quezada se largó con Te recuerdo Amanda”.

La chilena que lloraba dejó de llorar como si hubiese habido una iluminación. Detrás nuestro la multitud bramaba escuchando esas historias de tan lejos, esas historias relatadas en poemas de un país estirando hacia el Pacífico que se llamaba Chile. Ese dolor tan lejos de la noche de Barcelona, pero tan cerca de ese fascismo conocido por los 'españoles. El mismo que asesinó a Lorca, el mismo que desangró a Jara, el mismo que condenó a Neruda y abatió Isla Negra, el mismo que mató a Hernández.

Supimos que el mito dejaría de cantar en la madrugada crecida. Había olor a otoño y sentí la mano de la chilena levantando la mía mientras el uruguayo con la novia catalana me agarró la otra, haciéndome dejar el grabador en el suelo. En esos momentos uno no es un periodista, no es el que registra: no podía ser el que se quedara firme, parado, mirando al mito y nada más. Porque no, sin discusión. Porque era más necesaria esa cadena de manos multiplicadas, sumadas y balanceándose en el aire mientras el mito se largaba como si el mundo se acabase mañana.

"No falta nadie" -dijo la chilenita llorosa- La próxima vez quiero escuchar esto en Santiago”. La miré sin entender demasiado qué vendría después. "Qué -le pregunte- ¿a Quilapayún?”.

La chica sonrió sin hablar y nos balanceamos hasta que el acorde de la marcha que cantaba el mito sobe el escenario se largó. "Venceremos/ venceremos/ mil cadenas sabremos romper/ Venceremos/ Venceremos/ Al fascismo sabremos vencer".

No le pregunté nada más.
No hizo falta.
Cantamos, junto a la multitud, bajo la noche de Barcelona.

-Sobre el escenario, hace pocos minutos, escuchamos de ustedes el tema
"Venceremos" que quizá represente a Quilapayún como aquél grupo chileno que acompañó un proceso popular como el de Salvador Allende y también corrió la suerte del exilio forzado por la dictadura de Pinochet. ¿Cómo ven ustedes estos diez años de separación de la patria mientras cantan como entonces "al fascismo sabremos vencer”?.

Ricardo Venegas -Creemos que estamos en una etapa distinta de la lucha que nosotros siempre hemos librado. Nosotros siempre hemos aspirado a un Chile democrático, a un Chile libre donde la gente pueda expresarse lo más creadoramente posible. Aspirar a una patria de equidad social, de independencia, de dignidad nacional. Ahora siempre hemos hecho esto en el terreno específico de la cultura, en el terreno de la canción. Yo creo que a pesar de las distintas etapas que hemos vivido, nosotros mantenemos vivo este espíritu, aunque naturalmente con cambios en nosotros mismos, dadas las circunstancias, que son bastante distintas. Nosotros hemos vivido tres períodos fundamentales: uno desde que el grupo se creó en el año '65 hasta el año 1970, que fue el año de la conquista del gobierno de la Unidad Popular en Chile. Luego entre el año '70 al '73 la participación en el gobierno popular y desde 1973 en el exilio.

-¿Cómo vivieron el proceso de abandonar por la fuerza su país y en las condiciones en que quedó Chile?.

Eduardo Carrasco -Esta etapa ha sido la más difícil. Quizá por lo doloroso de los hechos vividos. Y esto, por supuesto, cambió muchas cosas en nosotros, que hemos tenido que readecuar nuestra manera de vivir Chile porque nosotros, pese a vivir en el exilio, continuamos viviendo en Chile profundamente, nos sentimos totalmente chilenos y buscamos la manera de ligarnos a nuestra patria. Ahora, sobre todo en este último período (desde el '76 en adelante) hemos incrementado notablemente nuestra creación. Es decir tratar de expresar con nuestros propios recursos, con nuestra propia madurez, con nuestra propia experiencia toda esta vida que estamos llevando. Es por eso que en estas composiciones últimas, quizá se vea un Quilapayún distinto: donde se refleja un espíritu de nostalgia, de distancia, de dolor, pero también de esperanza de vernos próximamente reinstalados en nuestro país.

-En estos momentos el pueblo Chileno está librando una lucha desigual contra la dictadura fascistas. ¿Cómo llega el mensaje de ustedes al pueblo chileno?.

R.V. -Mira, creemos que es muy difícil que nuestro mensaje llegue a Chile. Aunque creo que la gente, de una manera o de otra manera, siempre se informa. Que nosotros estamos en actividad, que estamos participando de toda la campaña internacional que contribuye a aislar a la Junta de Pinochet y también a darle coraje y fuerza -como podemos- a nuestros hermanos para que sigan adelante el combate contra los fascistas. Específicamente es muy difícil que nuestras canciones lleguen, que se escuche nuestro mensaje musical, artístico. Por lo menos lo que venimos haciendo en los últimos años; porque el año pasado recién se autorizó a que se editara una placa nuestra, pero con canciones muy antiguas, las menos políticas y conflictivas, que son canciones metafísicas, de amor o de ese tipo. O sea que creemos que no tenemos mucha influencia en el terreno específico de la canción actual que hacemos, de este repertorio desarrollado que venimos trabajando. Lo que queda allá, seguramente, es imagen de unos artistas luchando por el país, unos artistas que han sobrevivido y eso es muy importante.

-¿Por qué? de hecho una imagen no siempre corresponde a la realidad de un grupo…
R.V. -No es el caso. Mira que el objetivo de la junta fascista al mandarnos al exilio, su intención, fue la de que todos los artistas que estaban desarrollando alguna actividad en el exterior desaparecieran con el tiempo, por las dificultados de vivir exiliados. Pero nosotros, como muchos, hemos sobrevivido y esto es un golpe para la Junta militar y creemos que la gente lo entiende así. Entonces, nuestra presencia se marca de otra manera, a pesar de que en este último año -con esa pseudoliberización que se ha visto obligado a dar el déspota- han aparecido algunas entrevistas en Santiago. Aún así, pese a tenernos lejos, la Junta tiene que tragarse la movilización en el exterior y-modestamente, como se dice- nuestras canciones que fueron parte de las manifestaciones contra el fascismo en Chile, como las que se dieron en Madrid el 11 de setiembre, por las cuales Pinochet protestó ante el gobierno español.

-Esta realidad de lucha en Chile seguramente ha cambiado el marco artístico del cual ustedes salieron en 1973. ¿Cómo piensan asimilar la transformación, si existiera?

Rodolfo Parada -Va a tener que pasar un tiempo, hasta que nuestro canto -que ha sido creado en el exilio- pueda nuevamente reencontrarse y encontrarse con todo lo que se ha ido creando en Chile y hallar nuevamente el camino que está dando el pueblo chileno.

-En 1978 hubo un intento -que por poco se concreta- de arrastrar a Chile y a la Argentina a una guerra. Detrás de esta treta estaban los gobiernos militares de Buenos Aires y Santiago, y más allá, el interés del imperialismo por desatar una matanza entre hermanos latinoamericanos. ¿Cuál fue y es su posición?.

R.V. -Nosotros hemos aprendido con la distancia obligada esta gran comunidad de intereses que existen entre los pueblos latinoamericanos. Yo creo que más que nunca hemos profundizado en nuestro sentimiento latinoamericano. Y también hemos percibido las influencias recíprocas que tienen las situaciones políticas en nuestros países. En este sentido, la democratización de la Argentina, en el Brasil y en Bolivia -con sus diferencias- han tenido mucho peso en Chile.

-Hablás del proceso de democratización en Argentina ¿Contribuyó esto al viaje, pese a la existencia aún de la dictadura militar?.

-Nosotros no vamos a tu país desde principios del año '73. Lo intentamos varias veces, pero fue inútil. Hace poco tiempo volvieron a invitarnos y nosotros a insistir, pero el gobierno militar denegó el permiso, pese a que hubo una gran presión a través de la prensa y de las organizaciones democráticas. Esto hace posible que vayamos a la Argentina.

-¿Por qué creés que las dictaduras odian tanto la canción popular?.

R.V. -Yo creo que por dos razones fundamentales: Una es que por definición las dictaduras militares persiguen sobre todo un interés servil. Servil frente al imperialismo, frente al capitalismo: yo creo que Chile es una muestra bastante fehaciente de esto. La Junta llegó para satisfacer los intereses del imperialismo, del capitalismo monopolista internacional y del fascismo interior. Es lógico entonces que lleven en su seno un propósito anticultural: cortando el arte se corta la libertad y la expresión del ser humano. Veo que odian la canción por todo eso porque la canción, como todas las otras artes, es un gran impulso a la imaginación, un gran impulso a la innovación y a la renovación. Y en este sentido que ayuda al hombre a verse a sí mismo distinto pero también a ver de otra manera a sus semejantes. Y yo creo que todo hombre mira muy distinta la vida después de canciones como Gracias a la vida de Violeta Parra: ahí hay una forma de mostrarnos a nosotros mismos con una relación con la vida que es total. mente enriquecedora. Y así podríamos nombrar miles de canciones. Una canción a Sandino lo muestra a Sandino de otra manera, con toda su leyenda, con toda su poesía. Entonces el arte tiene en su seno este germen de transformación, este germen de ir más allá de las fronteras que nos son impuestas. La canción latinoamericana siempre fue de la mano de la transformación sociopolítica de nuestros países, y yo creo que esto molesta mucho a las dictaduras: es una canción que se compromete con los desposeídos, es una canción que aspira a la democracia. Es una canción que protesta, que denuncia las injusticias y se compromete con un futuro más justo para los pueblos latinoamericanos.

-El exilio obligó a desarrollar la música fuera de ese contexto. ¿Perciben, entienden los pueblos europeos esa lucha de la canción latinoamericana?

Hugo Lagos -Hay algo más complejo que eso. Creemos que los pueblos europeos perciben todo. Es decir, muchas veces hay una tendencia a pensar que la canción latinoamericana es simplemente un arma de lucha. Y en realidad si bien es un arma de lucha, es algo más que eso: la música, la poesía, la literatura y todas las artes en general contribuyen a la construcción del hombre mismo. En su relación, por su-puesto, con los otros seres humanos y también en su relación con la naturaleza. Un guerrillero salvadoreño, o un combatiente que defiende Nicaragua, en su descanso, se tiende de espaldas entre los árboles de su país con la metralleta en la mano y mira a las estrellas. Y así, mientras pelea y juega su vida, también adquiere una dimensión poética de su existencia. Justa-mente, la canción contribuye a potenciar esta dimensión humana y no se detiene a ser una herramienta de lucha sino que va más allá: va hacia la construcción de la cultura, a la construcción del movimiento de la canción y.a la construcción del hombre. Sobre todo en un continente como el nuestro, que está construyéndose: no hay que olvidar que nosotros hace cinco siglos que tenemos contacto con la civilización occidental. Pero que hace sólo un siglo y medio que empezamos a ser in-dependientes. Y sólo en este siglo -es-to hay que tenerlo en cuenta recién empezamos a ser una personalidad. Eso es lo que está presente en la literatura, en la música, en la pintura latino-americanas; es decir ser lo mestizos que somos, pero con nuestra personalidad. Y actuar dignamente en el mundo y decir nuestra voz y decir así somos nosotros, así pensamos, así vivimos, así es la naturaleza latinoamericana. Así son los problemas del hombre latino-americano, así es la aspiración de futuro del hombre latinoamericano, esto es lo que queremos como destino de nuestro continente. Y esto no es sólo la política; el hombre no se agota allí, sino que es mucho más que la política. La política es una de las dimensiones de nuestra vida --absolutamente necesaria e indispensable--; pero nosotros tenemos muchas otras cosas que vivimos y que son tan vitales...

-Como chilenos .que observan el drama de su patria, ¿qué palabras les dirían al pueblo que lucha contra la dictadura en las calles y que muere allí?.

R. V. -Es un poco difícil dar un mensaje a esos chilenos que están luchando --yo diría- en las situaciones más desesperadas. Les enviaríamos un saludo de admiración por su pelea, les enviaríamos un saludo de solidaridad con esa lucha y tercero les diríamos que nosotros seguimos siendo esos chilenos que dejamos el país, que seguimos unidos, que seguimos junto a ellos en el extranjero, luchando por la misma causa. Todos queremos que se vaya Pinochet, todos queremos que vuelva la democracia al país, todos queremos la reconciliación nacional, todos queremos en definitiva la libertad para Chile. Lo que ha sucedido allí es una situación irreversible..

-¿No puede contragolpear el fascismo?.

Guillermo García -Hay mucho miedo, hay muertos; pero la gente no ceja y sigue desesperadamente en la lucha. Ahora, también hay que considerar que la Junta aún tiene mucha fuerza y que mantiene aún la cohesión militar. Pinochet es un hombre muy estúpido, pero también es un hombre muy brutal. Lo cual quiere decir que es un hombre con mucha maldad, que lo puede llevar a cometer más crímenes. Incluso más de los que ha cometido hasta ahora, que son miles. Por ejemplo, el otro día leíamos una información alarmante: la delincuencia mental de Pinochet llamando a la guerra civil. Pinochet llamando a la derecha para que forme grupos paramilitares para defenderlo. Y eso es llamar a la masacre. Y esta brutalidad bestial de Pinochet en el poder es muy peligrosa y es la que nos tiene que hacer ver la situación chilena como de extrema urgencia, en el sentido de que no está dado todo para que Pinochet cambie. Todo el pueblo lo odia; pero el tiene poder en las Fuerzas Armadas, tiene el poder de las armas. Nadie se deja vencer, sino que es vencido. Pinochet no se dejará vencer, sino que hay que derrotarlo.

-¿Por qué creen que el pueblo chileno va a triunfar?

R.V. -¿Por qué? Bueno, la situación es muy desesperada en todos los terrenos. Desesperada en el terreno económico, en el terreno social, en el terreno de los derechos humanos, la libertad de expresión, las necesidades de participación y democracia. En Chile hay hambre, miseria, enfermedades, analfabetismo, torturados, desocupados y cien mil chilenos en el exilio. Todas esas razones nos obligan a pelear por la patria.

¿Cómo se vive desde tan lejos los muertos que produce la dictadura en cada jornada de lucha?

-Se vive con un gran dolor, por una parte. Pero también con una gran impotencia. Creemos que esto está muy presente cuando uno observa las noticias o los reportajes por televisión: una gran impotencia y una gran admiración por ver el coraje en la gente. Sobre todo porque son compatriotas los que salen al combate y te identificas con ellos. ÇY esto despierta una gran ansiedad; una ansiedad por saber pronto qué va a pasar. De saber inmediatamente cuáles son los caminos que vamos a plantar, cuáles son las flores que vamos a ver abrirse en la próxima primavera. Yo creo que todo eso es un estado de conmoción y que al mismo tiempo nos provoca una gran exaltación. Y esto que nos provoca también lo provoca con gente que vive en España y nos sigue de cerca. Por ejemplo, vos te referiste a Venceremos… Hace muchos años que no la cantamos, ahora, tener 15 mil personas cantándola nos obligó a seguirlos, a cantarla. Esto te demuestra el estado de ánimo y el espíritu de la gente. Nosotros no queríamos cantarla por creerla una canción triunfalista, pese a que sea de esperanza; es una canción muy antigua que quisiéramos superar, de una época que también quisiéramos superar.

-¿Por qué? ¿Ustedes creen que ha cambiado el sentido de esa canción?.

R.V. -No. Pero es necesario plantearse hoy otras tareas. Terminar con el pasado, estar ya en el futuro y comenzar a vivir otra cosa, otro mundo, otro país.

-Hablás de futuro… ¿Qué futuro quieren para Chile?

R.V. -Es una gran incógnita… Te diríamos que un futuro socialista, pluralista, democrático, con respecto a las libertades individuales, con respecto a disentir. Pero con un sólo requisito de fondo: que todo se desarrolle en un clima antifascista y democrático que impida el retorno del fascismo.

-¿Y qué papel le asignarías a Pinochet en ese país?

R.V. -Para cuando exista lo querríamos ver en la cárcel o muerto.

-Pero hoy está vivo

R.V. -Es cierto. Lamentablemente

-¿Cómo definirían a Pincohet?

R.V. -Como a un tipo depravado. Un tipo muy bruto y muy brutal

Roberto Mero
Barcelona, octubre de 1983.