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Mirando las estrellas se oye respirar la tierra
FuenteRevista: LA BICICLETA FechaSeptiembre 1983 PaísChile


Edición transcrita/traducida

Si un joven chileno oye hablar hoy de Quilapayún, lo más probable es que piense en el período de la Unidad Popular, en canciones como Las ollitas -muy de moda nuevamente-, La batea o Venceremos, y nadie sabrá darle una imagen distinta. Pero Quilapayún - dicen los propios Quila- es mucho más que eso, y hoy defiende el derecho del arte a hablar de estrellas y no sólo de revoluciones. Así se lo recalcaron a un compatriota que los entrevistó tras una brillante presentación en el Festival de la Nueva Canción Latinoamericana en México.

"Quilapayún ha vivido a lo menos cuatro etapas desde su nacimiento en 1965. La primera y menos conocida va del 65 al 70, una etapa de gestación de la Nueva Canción Chilena, de acercamiento al folclor, de espíritu latinoamericanista, de trabajo junto a Víctor Jara, de cosas artísticamente muy logradas. Nadie puede negar la importancia de la Cantata Santa María en el desarrollo de nuestra música popular. Después del 70 viene la época de las contradicciones, el activismo, el panfleto; pero el conjunto no se politizo en la nada, habría que responsabilizar a Chile por caer en el sectarismo y el politicismo. Nosotros éramos chilenos, estábamos allí e hicimos lo que teníamos que hacer y no podemos avergonzarnos o rechazar nuestra historia. Sin embargo, esa época tampoco se reduce al activismo; hubo logros formales importantes como la obra Nguyen Van Troi o la cantata La Fragua. Después del 73 vino un período agitadísimo para nosotros, porque se dio una gran expansión de la música chilena por todo el movimiento solidario en torno al problema de Chile. Una vez sucedió que actuamos en los cinco continentes en el transcurso de un mes. Después del 75 comienza un período de énfasis en la creación, cuyos frutos podemos ver hoy. Ahora somos un conjunto de cantautores, pero no perdemos de vista nuestro compromiso con el proceso chileno, sólo que ahora lo comprendemos con mayor profundidad, incluimos nuestra misión cultural y nuestra conciencia de artistas. Hemos aprendido a escribir, a poetizar, hemos trabajado con grandes músicos como Gustavo Becerra y Juan Orrego Salas, hemos grabado siete u ocho elepés. Es quizás nuestro período más fructífero"

-Aparte de las presentaciones y las giras, ¿en qué proyectos están trabajando?

-Nuestro provecto se llama La revolución y las estrellas, estamos por la continuidad en nuestra cultura, creemos que hay que recuperar aquellas proposiciones que tenían una verdad y nos hicieron cantar en el pasado, para que redescubran hoy día su validez. Porque las cosas cambian, hoy casi no cantamos las antiguas canciones, todo es nuevo, también el espíritu. Durante la UP se cantó a la revolución sin o con pocas estrellas, porque las contradicciones eran muy violentas y todo el pueblo asumió posiciones muy extremas. Hemos descubierto que a la revolución hay que ponerle las estrellas, aquello que está más allá de lo contingente. Nuestra autocrítica no niega lo que hicimos sino que lo comprende; es decir, cambio sin ruptura.

"A la canción popular se le hace exigencias desmedidas para su rol cultural, hay períodos históricos donde los artistas se sienten llamados a comprometerse.con el destino que está viviendo su país, y nosotros tenemos una alta valoración de eso. Pero hoy día vemos que la canción también tiene que inscribirse en el devenir histórico más a largo plazo, antes que nada debe responder a las exigencias propias de su rol artístico. Una canción que recupere los derechos irrenunciables del arte: la imaginación, la poesía, el reencuentro del hombre consigo mismo, con sus amores, sus soledades, sus ansias de vivir, su necesidad de comunicarse con la naturaleza de manera distinta... En Nicaragua presenciamos un espectáculo impresionante; fuimos al volcán de Masaya y nos asomamos al cráter y vimos cómo la tierra respiraba: salía humo y había un ruido profundo, un ruido de las profundidades de la tierra... y en esta situación la política no tenía nada que ver. Es el encuentro del hombre con algo cósmico que está más allá de esta vida concreta, esta vida real. Los procesos sociales no se agotan en las realizaciones sociopolíticas y económicas, sino que se completan con esta dimensión humana, universal, trascendente y realizable a través del arte'

ENFRENTAR EL PASADO

-Además de subir y bajar de los aviones, ¿cómo es la vida cotidiana de ustedes en París?

-Cada uno tiene su vida. Vivimos en Colombes, un suburbio al norte de París -Barrancas de París- y con ocho años en Francia tenemos lazos muy profundos con el pueblo francés, somos muy conocidos y queridos, no somos un. grupo latinoamericano más. Hemos estado en todos los teatros más importantes de París: el Olympia varias veces, el Bobino, el teatro de La Ville. Hemos hecho grandes recitales como aquél con Theodorakis, y por televisión El gran tablero, que es el gran acontecimiento popular, la fiesta más grande de Francia. En fin, estamos muy presentes en la vida cultural de este país.

-¿Qué comentan cuando oyen decir que en Chile la creación tiene un trasfondo un poco triste?

-Tal vez sucede que en Chile aún no se sabe renovar la esperanza, tal vez el proyecto de unidad no esté asentado y eso crea escepticismo. Pensamos que se debe al miedo de asumir el pasado. Nosotros queremos ser francamente autocríticos, apropiarnos de lo mejor de ese pasado y proyectarlo hacia el futuro. Para eso hay que enfrentarse con lo horrible de lo hecho y asumir las responsabilidades. Pero no se trata sólo de decir: ¡puchas, la embarré! Esto también tiene un lado positivo, hay que hacer cosas, buscar un punto en que todos podamos unirnos, el proyecto de un Chile que queramos hacer todos los chilenos y no algunos no más, un proyecto donde todos podamos reconocernos.