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Eduardo Carrasco: La Revolución y las Estrellas
FuenteRevista: APSI Fecha2 Agosto 1983 PaísChile


Edición transcrita/traducida

Hace casi diez años se quedaron con lo puesto en París. Es decir, los ponchos negros y una maleta con cantos, que no canciones. De repente, el año pasado, ese viejo sonido Quilapayún volvió a campear editado en una cassette. Sin embargo, ha pasado tanta agua debajo de tantos puentes que terminó por llevarse las viejas vibraciones, por más que persisten sus reverberancias. Ahora se trata de otras cosas, aprendidas cuando se reflexiona con el agua al cuello. De estas otras cosas es de lo que habla Eduardo Carrasco, director del conjunto, en la siguiente entrevista.

Después de nueve años de silencio, una cassette de Quilapayún editada por Odeón se convierte en superventa en Chile. ¿ Les gusta esto?

Si.

Muy interesante la respuesta, muy rica en matices. ¿A qué atribuyen este hecho?

No entendemos este hecho. De hecho, esta cassette que ha hecho Odeón se hizo con antiguas canciones que nosotros habíamos hecho hace muchos años y para nosotros, a lo hecho, pecho. Pero es un hecho que lo hecho también tiene una vida independiente y mucha gente en Chile sigue queriendo lo que nosotros hemos hecho. Nos gustaría mucho que este hecho sirva para que los chilenos se interesen en lo que nosotros hemos hecho en estos años de exilio, pero del dicho al hecho hay mucho trecho y seguramente todavía falta un tiempo para que se produzca el gran hecho que todos esperamos y puedan encontrarse de nuevo todas las canciones con todas las orejas.

¿Qué es lo último que han hecho?

La Revolución las estrellas.

Si, pero la revolución ha sido hecha por muchos antes que ustedes y las estrellas estaban donde mismo mucho antes de que ustedes llegaran. Dónde está la novedad del asunto?

La novedad del asunto no está en ninguna parte, porque lo que a nosotros nos interesa es, precisamente, lo contrario, es decir, lo antiguo del asunto. La revolución son todas las revoluciones, las que han sido y las que serán, las que no han sido y las que no serán nunca, desde la revolución copernicana hasta la Revolución Francesa o la bolchevique, o la cubana, o la del tango o la de la moda o la científico-técnica. La revolución es la aspiración a reconstruir el mundo y a inventar nuevos mundos y a conquistar nuevos mundos. La revolución es la necesidad de ir más allá, de vivir en el más allá, de recomponer la vida del hombre y el universo, el deseo de estirar la mano hacia lo invisible para extraer de allí lo que mañana será visible.

Pero de las estrellas no me decís ni huevas.

Precisamente, a eso iba. La utopía revolucionaria que ha prevalecido hasta ahora ha sido una eminentemente económica y social. Durante demasiado tiempo, los hombres han vivido en la ilusión de que arreglando el problema del estómago íbamos a poder solucionar las dificultades de la vida humana fácilmente. A la cultura y al arte se les empezó a ver como epifenómenos o reflejos de las condiciones materiales cuya única finalidad sería entretener a la gente en las horas libres o servir de alimento para aquellos que viven consumiendo erudicción. Pero esto es un grave error: sin poesía, el hombre se queda encerrado en la jaula del presente, encadenado al ser y sin ojos para el devenir, amarrado a este mundo tal cual es hoy día en este instante, sin poder imaginarse un más allá. La cultura es un sueño constructivo, indispensable para poder vivir, que abre las puertas y las ventanas de la casa para que cada uno pueda salir a tomar el sol que le guste, a pasearse por los jardines que le plazcan y volar adonde quiera.

Como esta necesidad se olvida a menudo, y se ha olvidado mucho y demasiado en el campo de la revolución, es que nosotros, artistas con conciencia de clase artística, hemos querido retomar esta antigua idea, que no es otra que la misma que han tomado todos los verdaderos revolucionarios en todas las épocas. No puede haber revolución en contra de las ciencias: la revolución tiene que ser científica; no puede haber revolución en contra de la cultura: la revolución tiene que ser cultural; no puede haber revolución contra el arte: la revolución tiene que ser artística. Hay que ponerle a Marx un sombrero lleno de pa-lomas. Este apellido que nosotros queremos ponerle a la revolución, para que ella no se transforme en una cosa demasiado intestinal, es las estrellas.

Las estrellas están allá lejos en el cielo, desde ellas, se ve la verdadera dimensión de la Tierra y de las luchas humanas (dimensión que nunca hay que olvidar). Ellas son el punto de referencia que le sirve a los navegantes para lanzarse en alta mar. Ellas son también la meta que se ha fijado el hombre, pero que ya sabemos, nunca ha de alcanzar (no por ello se detienen los lanzamientos de cohetes hacia el cosmos). Es decir, las estrellas son lo que le ha faltado a la revolución para hacerse definitivamente creíble por todos los hombres de buena voluntad.

Todo esto es muy lindo, pero me resulta sospechosamente idéntico a lo del alcohólico que renegó definitivamente del vino para refugiarse en orgías de agua mineral.

Si aceptáramos esta comparación tendríamos que convenir en que esta agua es más alcohólica que el vino porque sus efectos son bastante más curadorcitos que el vino de ayer. Tal vez lo que sucede es que el vino estaba aguado y esta agua es aguardiente. Esta agüita nos ha hecho romper definitivamente con una realidad demasiado oprimente y nuestras cabezas que estaban prisioneras en esquemas exageradamente estrechos, ahora tienen alas, como Mercurio. Antiguamente, eso solía llamarse autocrítica. Efectivamente, es eso: una conciencia que busca recuperar nuestro pasado para construir lo futuro. Porque frente al pasado hay dos posibilidades de error: algunos que tienen responsabilidad en los errores cometidos no quieren asumirla e inventan toda una ideología para demostrarnos que todo se hizo bien, que no hubo nada malo, que los únicos errores fueron cometidos por los contrarios y que ellos están limpios de todo mal, amén. Estos son los negadores de su propio pasado negativo y podríamos denominarlos los positivistas en el sentido de que para ellos todo lo que se hizo ayer está tan bien hecho como lo que se hace hoy día. La segunda posibilidad de error es la de aquellos que no quieren nada con el pasado y que por eso buscan aparecer como nacidos por generación espontánea. No tienen padre ni madre, ni hermanos ni primos. Sólo quieren reconocer a sus tatarabuelos, porque a ésos el tiempo ya los limpió de todo pecado. A éstos, que también pretenden ser inocentes, podríamos llamarlos los hijos pródigos o los sanpedristas: ellos quieren inaugurar la historia y viven de la negación de sus predecesores. Pues bien: nosotros no queremos ser ni de unos ni de otros, queremos reconocer nuestros errores y, a partir de ellos, construir lo nuevo. También buscamos lo positivo de nuestro pasado y también eso es material de nuestra construcción.

¿Cuáles son estos errores?

Ya te lo he dicho. Una conciencia demasiado estrecha y demasiado sectaria de nuestro quehacer.

Las alianzas demasiado amplias, no implican querer pactar con Dios y con el Diablo simultáneamente?

Nosotros no pactamos con el Diablo. Lo que confunde las cosas es que a veces se hace difícil definir quién es el Diablo. Nosotros queremos, partiendo de nuestra locura, interpretar a la gran mayoría de los chilenos. Deseriamos que nuestra música y que nuestra poesía sólo entrara en contradicción con el Diablo y los diablitos y diablistas. Para ello, es necesario volver a explicar lo que queremos y reformularlo de tal manera que concierna profundamente a todo el mundo. Si nuestras ideas sólo interpretan a unos pocos, quiere decir que son parciales, una parte del todo. Queremos militar en el Entero sin renunciar a nuestras propias convicciones. Queremos que nuestro propio canto sea el canto de todos y que el canto de todos sea nuestro propio canto. Por eso, hemos reemplazado nuestros propósitos en este último disco del que estamos hablando (en realidad, lo venimos haciendo desde el año 1975), la Revolución y las
Estrellas.

Cuántos cesantes chilenos crees tú que podrían sentirse concernidos por la Revolución y las Estrellas?

Todos. En primer lugar, porque un cesante quiere que este mundo cambie, quiere no seguir siendo cesante toda la vida y el arte es portador de esa esperanza en cada una de sus obras. Cuando yo pongo algo nuevo en este mundo o en el dominio de mis posibilidades, pongo las cosas patas arriba, invento una nueva manera de ver o de sentir o de escuchar o, simplemente, una palabra que no se había escuchado antes, estoy demostrando que el porvenir no es el presente. Pero, además, el cesante no se agota en ser cesante: es también un hombre como cualquier otro y en todo momento quiere ser reconocido como tal; pues bien, hay que demostrarle que a través de una canción o de un poema se puede lograr este reconocimiento. Ni todas las miserias del mundo podrían hacer que los hombres abandonen sus aspiraciones más profundas. Cada día vemos morir a los hombres por sus ideas, por sus luchas, por sus aspiraciones y la misma lucha del cesante no tendría ningún sentido si no se confunde con las luchas de otros cesantes y, en definitiva, con la de todos los cesantes, traspasando de este modo las limitaciones de lo individual, de lo animal, de lo material. En este camino de unidad se ve ya un atisbo de Jo que nosotros llamamos las estrellas. El hombre no sólo se explica por sus luchas, por sus necesidades de acá abajo, sino también por su relación con lo invisible que es lo que le da a su vida una dimensión verdaderamente humana.

¿Cómo están tan seguros de no errar la puntería? Un penal se le va a cualquiera.

Nosotros ya no estamos seguros de nada. Preferimos vivir en la duda que nos abre hacia lo nuevo que en certezas demasiado rígidas. Los hinchas chilenos han resultado demasiado fanáticos. Cada cual pretende que su equipo va a ser el ganador invicto del campeonato y están convencidos de que los únicos jugadores que valen son los que visten su propia camiseta. De una vez por todas, tenemos que cambiar la concepción del hincha y prepararnos para un campeonato en el cual todos los equipos van a perder un poco para ganar un poco y asegurarnos, por todos los medios, de que el campeón sea una verdadera selección que gane porque, en el fondo, sea capaz de producir el consenso de la mayor parte de los chilenos. El sectarismo no consiste en elegir un determinado equipo o una determinada camiseta (todos tenemos camisetas), sino en creer que nuestro equipo tiene que imponerse solo y como sea.

¿Cuál es la táctica que ustedes sugieren: un 4-2-4 clásico o un 4-3-3 un poco más defensivo? ¿O (al vez algo mucho más ofensivo?

La táctica que nosotros queremos es la que sirva para unir a todos los chilenos y ganar el partido y el campeonato con el menor número de lesionados posible.

¿Cómo se concilia la música con el fútbol?

Todos somos futbolistas en lo más profundo de nuestro ser, nos gusta el juego de equipo y sabemos que con la esgrima o el golf no se llega a ninguna parte. A nuestro conjunto siempre le ha gustado el fútbol y nuestro canto no dejará nunca de ser un canto de futbolistas. Lo importante es que sepamos unir las dos cosas cuando es necesario y también separarlas si es preciso. Hay que defender la especificidad del arte y la especificidad del fútbol y no jugar al fútbol con la guitarra o cantar acompañándose de la pelota como hacen algunos.

Eso quiere decir que, aparte de las estrellas, el fútbol sigue siendo una preocupación privilegiada del Quilapayún.

Del Quilapayún y de todos los chilenos. Las estrellas son una manera de poner las cosas en su lugar. Somos artistas futbolistas y al fútbol lo que es del fútbol y a las estrellas lo que es de las estrellas.

Pero también se puede jugar al fútbol con las estrellas.

Y también jugar a las estrellas con el fútbol. Por eso te iba a decir que hay que tener siempre presente lo futbolístico que hay en las estrellas y lo estelar que hay en el fútbol.

A Galileo, por ser demasiado aficionado al fútbol, le mostraron una tarjeta amarilla.

A nosotros también, pero hoy día los árbitros están muy a mal traer...

¿La cassette que se convirtió en superventa en Chile lo consiguió por sus méritos artísticos o por lo puramente futbolístico?

Ya te he dicho que las dos cosas son indiscernibles. Por eso, jugar al fútbol cantando y cantar jugando al fútbol son cosas tan difíciles.

A tu juicio, ¿el hoyo del queque está en el interior o al exterior del mismo?

Este es un queque que no tiene ningún hoyo, al menos en el sentido espacial o territorial. Que el queque se encuentre hoy día fuera de sus propios limites, se debe únicamente a razones fácilmente comprensibles. El queque es todo el queque, incluyendo el hoyo o su no hoyo, son todas sus partes, estén donde estén. A lo mejor, parte del hoyo del queque está fuera y parte, adentro. El que se coma el queque se va a dar cuenta. A nosotros no nos gustan los que tratan de partir el queque artificialmente. ¿De qué interior, de qué exterior se habla? ¿Exterior respecto de qué? La parte de afuera del queque sigue siendo el queque con tanto derecho como su parte interior. Basta de seguir alimentando ideas divisionistas y parcializadoras. ¡Viva el queque!

Según Darwin, ustedes vendrían siendo algo así como los abuelos de la gente que hoy día hace música (y fútbol) en Chile. ¿ Están de acuerdo con esa clasificación?

Nosotros somos los abuelos, pero también los hermanos, porque desde el punto de vista de nuestros resultados artísticos, somos recién nacidos y tan jóvenes como las más jóvenes generaciones de la canción chilena. Nuestras canciones antiguas son también antepasado de lo que nosotros somos hoy día. No estamos haciendo lo que hacíamos ni en los años 60 ni en los años 70 y seguimos vivitos y coleando. Pero eso no se conoce en Chile.

Para terminar con ese desconocimiento, ¿existe algún proyecto de editar allá algunas de las cosas nuevas que están haciendo?

Tal vez en los próximos meses pueda salir algo, pero, por razones obvias, dará todavía una imagen limitada de lo que realmente somos. No importa. La canción más verdadera no se desgasta con el tiempo y estamos seguros de que nuestro pueblo volverá a encontrarse con nuestras canciones. Creemos en la vuelta del zorro y lo que ha sucedido con la cassette de Odeón nos demuestra que no se nos ha olvidado y que la posibilidad de ser de nuevo escuchados sigue abierta. Esto es lo positivo y lo que nos causa mayor alegría en este instante.

¿Piensan volver a jugar algún día al fútbol en el Estadio Nacional?

Depende de los resultados del partido.

Buena suerte y que no se les vaya a ir el penal.

Si ganamos, ganaremos.

Desiderio Arenas