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Quilapayún: Un nombre que es algo más que canción
FuenteRevista: ANJV Festival FechaEnero 1979 PaísHolanda


Edición transcrita/traducida

Desde la tierra de las rocas de los Andes hasta los bosques húmedos del sur, la tierra de Pablo Neruda, de las minas de cobre y de Salvador Allende, viene Quilapayún.

No se trata de cualquier grupo vocal chileno —de los cuales, afortunadamente, hay muchos—.

Dispersos por numerosos países europeos, personas exiliadas que esperan poder regresar lo antes posible a un Chile democrático.

Quilapayún es uno de los más conocidos, reside en París, donde ya han publicado un número respetable de discos y donde sus actuaciones movilizan a grandes multitudes.

¿Qué tiene de tan especial, de tan bueno, esta música chilena, que incluso en los Países Bajos se escucha con tanto entusiasmo a los grupos chilenos?

En primer lugar, probablemente porque con sus actuaciones reflejan la lucha del pueblo chileno.

Ahí, la gente sale a la calle, canta canciones democráticas, se rebela. La cruel dictadura de la junta militar es combatida. Eso lo sentimos también cuando escuchamos las canciones populares y de lucha chilenas.

Pero hay más que el hecho político de que es música de un pueblo que fue despojado de todos sus derechos y libertades democráticas de la manera más bárbara, con la ayuda de la CIA.

Porque incluso en los días más intensos del movimiento por Vietnam, no había tantas salas de estar neerlandesas con música vietnamita como ahora las hay con música chilena.

Al igual que toda la música latinoamericana, la música chilena muestra un parentesco histórico con la música europea, especialmente la española. A lo largo de la historia ha tenido lugar una especie de integración de la música europea e indígena, lo cual se refleja, entre otras cosas, en el uso conjunto de instrumentos tradicionales indígenas y guitarras —y en el caso de Quilapayún, incluso en algunas piezas se utiliza un piano.

Todo tipo de instrumentos de cuerda, flautas, zampoñas y percusión crean una atmósfera que caracteriza a Chile, como lo hacía Pablo Neruda con sus poemas.
Lo único de Quilapayún es que este grupo de siete integrantes transforma cada melodía sencilla, despojándola de toda simplicidad para darle algo extra. Eso puede hacer que, al principio, sea más difícil de escuchar. Pero la polifonía y el uso de los instrumentos son tan perfectos que la combinación con un humor fresco y una actitud lúdica lo convierte en algo grandioso.

Esto también queda claro en los muchos premios que Quilapayún ha recibido a lo largo de los años.

Uno de los más honorables fue cuando Salvador Allende nombró al grupo como Embajadores Culturales del gobierno democrático chileno.

Eso también se hará evidente el 27 de enero, cuando jóvenes neerlandeses y refugiados chilenos escuchen a Quilapayún en el Jaap Edenhal, al tiempo que luchan juntos por un Chile democrático.