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Quilapayún: Tráiganme todas las manos
FuentePeriódico: ANDALÁN Fecha1 Abril 1977 PaísEspaña


Edición transcrita/traducida

En una única actuación de 40 duros por barba —por barba asistencial, no por cada una de las «Tres Barbas», traducción castellana de «Quilapayun»—. el excelente conjunto chileno del pre-pinochetismo actuó la pasada semana en un polideportivo de La Salle, íbamos a decir lleno hasta la bandera, pero faltaríamos a la verdad impuesta por un breve cartel que bien claro lo avisaba: «Por orden gubernativa, queda prohibida la exhibición de banderas, pancartas u otras enseñas».

Con muchos palmos de tablas bajo los pies y el recuerdo nítido de los días de la Unidad Popular junto a Víctor Jara, los «Quilapayun» —prohibidos en España, como se recordará, a sugerencias del embajador aquí de la Junta Militar—, protagonizaron en Zaragoza un memorable recital en el que, si bien no aportaron mucho de nuevo sobre su ya conocida discografía pudieron demostrar su perfecto dominio instrumental en el contexto de una canción fielmente puesta al servicio de una concienciación política antiopresora —y apetece remitir aquí al lector a una reciente fotografía del español Julio iglesias cantando, desde un automóvil, en el centro mismo del Estadio de Santiago donde, por poner un ejemplo entre mil, cortaron las manos a Jara antes de asesinar- lo («Posible», n." 113, pág. 42)—.

Bajo la permanente sombra de Neruda, Nicolás Guillén, Víctor Jara, a través de un largo andar desde el Altiplano al Canal de Panamá, pasando por los cálidos ritmos del Caribe, los «Quilapayun», hábiles en su ofi- cio tiraron del auditorio hasta el penúltimo traste emotivo y tenso para, a reglón seguido, aflojar rápidamente amarras con canciones todo ritmo y calor para compartir entre el público. Así, entre los gritos de «Chile, hermanos, no os olvidamos» que abrieron y cerraron, con profusión y fuerza, el recital, el conjunto llevó al audito- rio desde las crestas de «Plegaria de un labrador», «La Muralla» o «Con el alma llena de banderas» hasta los remansos de «La bola» o «Machu Pichu», «Yaraví» y «Huayno». La tensión subía y bajaba vertiginosamente, pero dentro de un proceso completamente controlado por la sabiduría de las tablas. Con «El Pueblo unido Jamás será vencido» los puños solidarios —casi tres mil puños solidarios— dieron su último golpe de ola de marea alta. Globos cariñosamente ácratas sobrevolando el viciado aire del recinto y, al final el recuerdo dulce da los acontecimientos que hacen agenda. De esas, claro, de poquicas hojas.

MARCUELLO