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La emoción hizo estallar la olímpica en fiesta inolvidable
FuentePeriódico: EL POPULAR Fecha27 Febrero 1973 PaísUruguay


Edición transcrita/traducida

La Olímpica llena de pueblo en una fiesta de alcances nunca vistos en calidad artística, fervor y estruendo de ovaciones… anoche en el Estadio, en el festival de EL POPULAR

Sensacional Cumpleaños de El Popular

Miles de personas estallando en coro el conocido estribillo de "No nos moverán" el sensacional Dean Reed comandando como el más enfervorizado latino, los Quilapayún confundidos con los artistas uruguayos y el norteamericano contando codo ver más fuerte. La oleado de voces que iba desde lo tribuna Olímpica llena hasta el escenario y de allí retornaba con mayor ímpetu de canto, ritmo y emoción. Las ovaciones sostenidas luego de eso canción que fue repetido. los aplausos interminables. El canto que se prolonga y prolongo como queriendo que la extraordinario, lo formidable, la imponente fiesta del XVI Aniversario de "EL POPULAR' no se terminara nunca. Tal fue el final de un espectáculo como nunca hemos visto otro igual en el Uruguay.

Un buen cronista no debe agotar los adjetivos, y mucho menos ponerlos uno al lado del otro, pero .. ¿cómo dar lo que fue esa fiesta que el diario de la clase obrera organizo en solidaridad con los pueblos hermanos de Viet Nam y Chile? Si los niveles de calidad de los artistas, la disposición del propio espectáculo, la comunicación, el fervor de aplausos y cantos multitudinarios, y la alegra y la emoción de público, artistas, conductores -muy bien y enjundiosa la tarea de Olmán Correa y Eduardo Freda-, el director Ruben Yáñez (dando fluidez, agilidad, ritmo e iluminado con sapiencia el espectáculo) y todos los asistentes, incluido algún cronista como el que esto suscribe.

Desde el arranque con un escenario hermoso y coloridamente dispuesto, se pudo suponer que la noche sería inolvidable y que batiría todos los récords de las fiestas de EL POPULAR que año a año supera esas marcas. El poeta Washington Benavidez Junto a Carlos Benavidez y Los Eduardos, que trajeron desde el corazón del Uruguay -Tacuarembó- el canto y la brillantez de su mensaje comprometido, dieron la pauta de una jerarquía artística de excelente nivel. La nutrida tribuna les dispensó el caluroso aplauso que también recogió el cantante Yamandú Palacios, con su característico vigor y fuerza para comunicarse a través de bellas letras y música. Manuel Capella, hermosa voz de barítono, gran manejo de ella, sensible en su veta lírica que alcanza grandes momentos de comunicación y poesía, fue el artista siguiente. El ritmo de la música joven, fuerte, tensó y golpeando fue proporcionado por el conjunto beat Syndikato arrancando al igual que los anteriores la ovación de un público de muchos miles que ascendía en su enfervorizamiento.

La notable Vera Sienra, ganadora del Festival de Venezuela, trajo la dulzura, musicalidad, sensibilidad y encanto de muy sentidas páginas líricas. Alfredo Zitarrosa, que cerró junto con sus excelentes guitarristas la primera parte del espectáculo, volvió a electrizar a la tribuna repleta con el milagro de su voz, el contenido tan concreto y sentido de sus versos y la justeza con que canta a veces dice sus canciones. Su actuación cerró con un bis, y la tribuna ovacionando de pie, una gran primera parte. Pero la segunda elevaría aún más esa síntesis de calidad y fuego expresivo que fue el Festival.

El conjunto Psiglo, de los puntos más altos en el Uruguay cuanto a música joven, inició la segunda parte a todo vapor.

En base en un órgano eléctrico capaz de sacar los sonidos más extraños y a una formidable batería fue elevando el clima de diálogo entre escenario y platea, hasta culminar con "Piensa y lucha" en la cual el beterista Claco y elctrizante deslumbró con un prolongado, increíble y excepcional sólo de bombo, tambor y platillos. Trayendo el mensaje fraterno del hermano pueblo de Chile, Los Quilapayún demostraron antes que nada la notable calidad de su arte. Voces combinadas de las más diversas maneras posibles, acompañadas a excepcional y complementario nivel en ritmo y música.

Su Intervención supo del más depurado y exquisito sentido musical, pero al mismo tiempo de una certera y muy profunda comunicación.
En segundo lugar trajeron una estruendosa alegría en la segunda parte de su actuación- consiguiendo la plena colaboración de to da la tribuna en los estribillos Las ovaciones jalonadas por el grito "Chile sí, Yankis no!", fueron la cálida y fraternal respuesta del público que enronquecía. Y el público enronqueció, de verdad, cuando el estupendo artista que es Dean Reed puso un extraordinario broche final a una fiesta tan hermosa. La enorme simpatía y calidez del artista norteamericano avasalló con su fuerza los corazones de todos los asistentes a través de sus canciones y sus palabras.

Pero además de poner de relieve esas cualidades y temperamento muy latino por la fuerza y entrega con la cual busca y consigue ligarse con el público, Dean Reed pudo demostrar que es un gran cantante a través de un gran manejo de su voz -en particular en sus versiones de "Bella Chao", la canción de la Resistencia italiana y de la canción "Si calla el cantor' expuestas con excelente frescura y sensibilidad. Luego su gran intuición de artista le hizo volcarse aún más hacia la comunicación con la platea provocando la ruptura de todos los diques del fervor, la alegría y la emoción. Así culminó de increíble e Inolvidable una noche extraordinaria.