Quilapayún Header Quilapayún - Sitio oficial
El Recital del Quilapayún
FuentePeriódico: EL SIGLO Fecha10 Agosto 1969 PaísChile


Edición transcrita/traducida

El QUILAPAYÚN es, sin misterios para nadie, un conjunto comprometido. Y no es un compromiso a medias. Lo muestran a cada instante. En el mitin de trabajadores o estudiantes, en el disco que graban o en los recitales que ofrecen en diversos lugares.

Uno de estos recitales fue el que oímos el jueves en la noche, en la Sala La Reforma, de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales de la Universidad de Chile. Había allí un público heterogéneo que en más de un momento comentó las canciones que interpretó el conjunto. Porque cantaron de todo, pero sin temor a equivocarnos, más del 90 por ciento de los temas eran de compromiso, de denuncia, de barricada.

Y son canciones hechas con arte, con calidad. Esto expresado no solo en la interpretación vocal, sino que también en la ejecución de instrumentos por si difíciles, como el charango, la quena y el bombo. Pareciera fácil tocar un bombo, pero adecuar el sonido de este instrumento al tipo de canción que se interpreta para que resulte algo artístico cuesta. Y en Quilapayún esta depuración en la ejecución está bastante superada.

Pero hablemos de lo que se cantó y cómo fue ese recital.

En primer lugar, la adecuación de un fondo de escena con la utilización de dos diapositivas relacionadas con el primer tema que cantaron en cada parte. Primero, “El árbol”, de Eduardo Carrasco, instrumentación con aire boliviano, que contó justamente, con una bella foto de un pimiento. Luego, la aparición de un rostro de un niño al interpretar como primer tema de la segunda parte un canto infantil español de la época medieval.

Luego hubieron canciones como “Minero soy”, de Víctor Jara. “Elegía”, “El carrero”, del uruguayo Daniel Viglietti, las que contaron con un novedoso sistema de eco en la amplificación de los equipos, que lograron darle sabor extraño y agradable que no habíamos tenido la oportunidad de escuchar en otras ocasiones. Quizás, eso sí, el exceso de utilización de este sistema contribuyó al final a viciarlo. Y también el emplearlo en canciones que no se prestaban para ello, logró que se desvirtuara lo que al comienzo pareció un buen recurso.

Pero eso fue un aspecto técnico, de organización, que puede ser superado para su mejor presentación en futuros recitales del conjunto.

La interpretación general estuvo en la calidad que ya le conocemos al grupo. Con canciones “a su medida”, como alguien comentó, utilizando también con acierto la capacidad vocal de los integrantes. Esto quedó en evidencia al interpretar canciones como cuartetos o tríos, casos de “El minero” y “Los pueblos americanos”, una cueca de Violeta Parra, entre otros.

Creemos que ya es hora que QUILAPAYÚN vaya con sus recitales a otra sala. Al IEM, por ejemplo. El jueves tuvieron que dar recitales en vermouth y noche para satisfacer la ansiedad del numeroso público que quería verlos. Eso contribuye a que se gasten en el primero, ofreciendo una calidad inferior en la noche. Es necesario este recital en la gran sala para que todos se lleven una impresión igual de lo que es QUILAPAYÚN.

Jaime Chamorro Díaz