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Censura y definición de la Nueva Canción Chilena
FuentePeriódico: EL SIGLO Fecha21 Julio 1969 PaísChile


Edición transcrita/traducida

LA CALIDAD interpretativa del QUILAPAYÚN y la creación musical de Víctor Jara unidos en la “Plegaria a un labrador”, también ganadora.

NO sólo los temas interpretados en el Primer Festival de la Nueva Canción Chile, que auspició la Vicerrectoria de Comunicaciones de la Universidad Católica, tuvieron importancia en el evento en general. Hubo en este Festival algo que no se proyectó con la debida fuerza al exterior. Ello fue el ciclo de diálogos que se desarrolló en la misma Universidad, en el que participaron folkloristas, investigadores, intérpretes, compositores, musicólogos, sicólogos, personas responsables en la conducción de los medios de comunicación (especialmente radios), periodistas y otros.

De todas las conversaciones salieron una serie de conclusiones en relación a lo que debe ser la nueva canción chilena y el aislamiento a que en la actualidad se la tiene sometida.

Hubo opiniones variadas. Unas justificando la situación actual de nuestra música, y otras que entregaron antecedentes concretos sobre la existencia de una “censura” -como lo estableció Ángel Parra- que impide toda posibilidad de hacer escuchar al pueblo la música que, con raigambre folklórica, componen en no poca cantidad los autores nacionales.

Se habló allí de todo (en relación con el folklore, naturalmente). Como lo dijéramos en crónicas a través del diario, se decantaron posiciones en relación con el contenido y la forma de la nueva canción chilena, adoptando los compositores de vanguardia, como Víctor Jara, Ángel Parra, Richard Rojas, Alarcón, Manns y otros, la defensa de la “canción comprometida con el momento actual en que vivimos”. Martín Domínguez tomó actitudes similares, y entre los no compositores. Fernando Barraza, René Largo Farías, Héctor Pavez y algunos más, concordaron con los primeros.

LAS ENCUESTAS Y EL “CALLAMPISMO”

El gran argumento esbozado por los que tienen en sus manos el control de los medios de comunicación (especialmente de las radios) en cuanto a la no divulgación del folklore, fue que esta música no marca puntaje en las encuestas. Lo que ellos no dijeron, y que se encargaron de recordar los propios compositores afectados es que esas encuestas no marcan preferencia por la música folklórica debido a que ésta no se divulga y las preguntas se realizan en función de los programas que actualmente hay en las radios. “Los grandes ganadores de esas encuestas son el 80 por cierto de receptores apagados”, dijo enfáticamente René Largo Farías.

Rubén Nouzelles, representante del sello ODEÓN, para recalcar que la censura radial no tenía objeto proclamó: “lo más trágico es que los discos folklóricos se vende, y mucho, porque detrás de esta música hay un gran público que realiza una presión sorda”. U eso lo está demostrando el lleno impresionante de público para las dos jornadas del Festival. Primero: un gimnasio atochado en la UC el primer día y segundo: el marco impresionante (comparable con el que tuvo la pelea de Stevens y Valdés) en la final del Estadio Chile.

Se habló también del “callampismo folklórico” en la interpretación, investigación y creación musical chilena, Raúl de Ramón. Intérprete y compositor de larga trayectoria fue el encargado de plantear esta situación que aunque no se haya admitido en el diálogo, obviamente varios de los presentes se sintieron aludidos, según lo confesaron posteriormente a EL SIGLO. “Existe un “callampismo” dijo Héctor Pavez, pero en la resultante de la falta de dirección por parte de los organismos pertinentes, para que estas personas que quieren el folklore, realicen una labor más adecuada en su beneficio”. Y esto fue refrendado al darse a conocer la dramática situación de la gran mayoría de los estudiantes del país en relación con el desconocimiento de nuestras manifestaciones folklóricas, ante la casi nula preocupación por entregárselas.

UNA POSICIÓN DEFINIDA

Muchos compositores evidenciaron cierta impaciencia ante discusiones que, por último, no arrojaban luz sobre lo que debía ser o se entendía por Nueva Canción Chilena. Quien planteó las cosas “pan, pan, vino, vino”, y luego que en el segundo foro le fue denegada la palabra, fue el recopilador e intérprete Héctor Pavez, en la mesa redonda final.

Pavez planteó, entre otras cosas: la necesidad de luchar, a través de una canción “grande, roja, rebelde, revolucionaria, de carácter social y pedagógica” para lograr cambiar un status que oprime al pueblo y que, a la ves, impide que el canto que nace de él, sea difundido. Debe haber, dijo “una poesía proletaria, de trinchera y barricada que sea una bandera de lucha de la clase obrera organizada. Aclarando la desigualdad social creada por las contradicciones del sistema capitalista; marcando a fuego a los dictadors y tiranos, a los traficantes de la guerra y a los títeres vende patria, que en su afán de servir los intereses foráneos, amordazan a los pueblos”.

Más adelante Pavez señaló “A esta poesía la burguesía la llamó propaganda política, tendenciosa y dirigida desde afuera; queriendo desconocer el arte verdadero, realista y social de los intelectuales y artistas del pueblo que participaban en la lucha de clases”.

COMO DEBE SER

Para Pavez, que basó su argumentación en estudios realizados por autores y folkloristas americanos, esta poesía debe ser creada sin salirse de las formas tradicionales folklóricas para que los pueblos las adopten como propias: “Cada verso debe tener belleza, calidad y ser directo, simple, claro y sencillo para que se escuche o lea y se entienda con el menor esfuerzo”.

-Esta poesía, agrega Pavez, debe provocar un esclarecimiento ideológico y hacer conciencia. Debe ser eficaz defensora de la cultura nacional, educando democráticamente al pueblo y elevando su nivel cultural. Debe denunciar el peligro que significa para los pueblos el imperialismo y los monopolios capitalistas, ayudándolos en la búsqueda del camino de la liberación, al mismo tiempo que señalar cuáles son las soluciones para lograr la independencia.

EL PROBLEMA RADIAL

Más adelante, señaló refiriéndose al aislamiento de nuestra canción: “Es una verdad cierta que la radio, la fuerza de repetición, está deformando la mente de la juventud desde la más tierna infancia, creándoles la adaptación a los modismos foráneos y a los ritmos sincopados. Da pena ver cómo la educación radial los convierte en autómatas del ritmo y de la compra de discos. A esta verdadera enfermedad de la mente, años atrás, los científicos en un Congreso de Milán la llamaron “el tongolelismo”, (Se refiere al furor que en estos tiempos causaba la Tongolele). Esta herramienta que es el sonido, donde vale nada más que el ídolo del momento es el producto e la maquinaria publicitaria puesta en marcha con fines bien conocidos, cuales son los de formar en la juventud el gusto por los falsos valores.

Todos ahora esperan que después de la demostración de fuerza dada por el folklore en el festival, con los temas hermosos presentados, por los 12 compositores invitados a compartir la iniciativa de la UC, la canción chilena recobre el lugar que nunca debió haber perdido.

Jaime Chamorro Díaz