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El adiós del pulso de Quilapayún
FuentePeriódico: LA TERCERA Fecha26 Marzo 2023 PaísChile


Edición transcrita/traducida

"Ir a Chile, como mi cuerpo está en este momento, es muy complicado para mí"

Carlos Quezada, percusionista y una de las voces características del señero conjunto, dejará de viajar a Chile para tocar con sus compañeros. Una decisión que llega tras el cansancio de los años de giras y viajes extensos desde Europa, donde reside. Antes se despedirá de los escenarios chilenos. Acá, se explaya sobre el adiós, su inesperada vocación musical y los días de trabajo con Víctor Jara.

Fue a eso de las tres de la tarde cuando llamaron a la puerta de la casa de Carlos Quezada. El entonces diseñador no esperaba visitas. pero esta cambió su vida. "Yo abro la puerta y veo a un tipo que no conocía -cuenta vía Zoom-. El me dice 'Carlos, ¡quedaste!'. Resulta que era Eduardo Carrasco". Corría 1966, y de sopetón, Quezada se enteró que se integraba a las filas de Quilapayún y de pasada conoció a uno de sus fundadores.

Quezada quedó sorprendido. "Ahí me di cuenta que me estaba metiendo en una cosa que no había medido completamente", admite. Más, porque él ni siquiera conocía a cabalidad al grupo. "Yo no sabía que existía el Quilapayún, nunca los había vis-to", cuenta.

Desde ese momento, Quezada comenzó una carrera en el conjunto de las "tres barbas". Percusionista y cantante, su voz de tenor se escucha en temas como A la mina no voy, Es el colmo que no dejen entrar a la Chabela, entre otras.

Residente en Francia desde los días del exilio, esta temporada se anunció su alejamiento del grupo. Así se le rendirá homenaje durante tres shows: el 31 de marzo en el Teatro Oriente, el 1 de abril en el Teatro de Valparaíso y el 8 de abril en el Teatro Concepción. Las entradas ya están a la venta en Puntoticket.

Pese a que estos conciertos se anunciaron como un reconocimiento a su trayectoria, el mismo Quezada aclara: " Yo no me retiro del grupo, yo me retiro del hecho de ir a cantar a Chile, porque está muy lejos de donde yo vivo". Agrega que a sus 82 años, ya siente el desgaste de los viajes. "Lo que pasa es que para mí, ir a cantar a Chile, tal como mi cuerpo está en este momento, es muy complicado. Son 13 horas de vuelo, otras 13 horas para volver, más la espera en el aeropuerto y toda la joda. Entonces a las personas que nos han aplaudido, les quiero decir adiós, muchas gracias. Han sido ustedes muy gentiles conmigo".

Músico por casualidad

Oriundo de Puente Alto, Carlos Quezada nació el 16 de noviembre de 1940. Un año en que también llegaron al mundo otros iconos para la generación de los 60. "Cuando yo nací, el rey Pelé tenía un mes, John Lennon tenía un mes. Todos fueron reyes (rie)”.

En la adolescencia comenzó a interesarse en la música. "Era admirador de Elvis Presley, Bill Halley, Los Platters, The Four Freshmen. Aparte de eso me gustaba mucho la música argentina, Los Fronterizos, Atahualpa Yupanqui. ¿Los Beatles? Ellos vinieron después, pero ya no estaba en la onda rock"

Hacia los 60, Quezada estudio Diseño en la Universidad de Chile, donde forjó una amistad con Silvia Kaplún, una prometedora diseñadora. Una vez egresado, el futuro músico comenzó a hacer clases en un instituto, al que también se sumó Kaplún como docente. "Al final del día su marido iba a buscarla - recuerda-. El se llamaba Julio Numhauser, entonces nos quedábamos conversando. Ahí caímos en la música".

Junto a Eduardo y Julio Carrasco, Numhauser fue uno de los fundadores del conjunto que por esos días asentaba a Víctor Jara como su director. "Un día me llama Julio y me dice: 'Carlos, yo estoy en un grupo que se llama Quilapayún, tuvimos un problema con uno de los integrantes y andamos buscando a alguien para reemplazarlo, ¿no te interesaría?". Tras meditarlo un poco, aceptó. Pero antes había que pasar una audición frente a Víctor Jara.

En esa audición el grupo buscaba a un guitarrista. "Yo era nulo con la guitarra -recuerda Quezada-. Pero me hicieron pasar y estaba Víctor. Me hizo cantar, me dio una nota en la guitarra y tenía que repetirla, cosas así. Bueno, al final me dice que está muy bien, y que me van a avisar". Ese mismo día, por la tarde, fue cuando Eduardo Carrasco lo visitó para comunicarle su inclusión oficial en el conjunto.

Así, Quezada se integró a los ensayos del grupo. De esos días trabajando junto al hombre de El Cigarrito hay cosas que a Quezada no se le olvidan. "Él ya era director de teatro, entonces era un profesional del trabajo en grupo. Me decía: A ver, Carlitos, probemos esto', y probábamos lo que él proponía. Con él descubrí el trabajo de equipo. Víctor en ese aspecto era muy respetuoso. Con él tú podías trabajar en confianza total, porque él te daba su confianza plena”.

Su historia con Quilapayún solo tuvo un paréntesis en 1992, cuando decidió dejar la banda una vez que la dirección musical fue asumida por Rodolfo Parada, tras el regreso de Eduardo Carrasco a Chile. "Me salí porque Rodolfo tenía unas ideas muy extrañas, muy personales, que yo no las acepté jamás".

La molestia con Parada siguió por años, hasta que ocurrió otro hito que derivó en que existiesen dos grupos con el mismo nombre, lo que finalmente se zanjó en tribunales con el triunfo para el Quilapayún dirigido por Carrasco. "Estalló una revolución interna en el grupo que él dirigía, y se salieron varios. A partir de ese momento, nosotros quisimos recuperar la idea de formar Quilapayún, tal como lo habíamos concebido siempre. Y como existía ya un grupo Quilapayún, eso terminó en los tribunales. Entonces fue la justicia la que decidió, finalmente, quién tenía razón en esta historia".

Felipe Retamal Navarro