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El Woodstock de la Nueva Canción Chilena
FuentePeriódico: LA TERCERA Fecha8 Septiembre 2019 PaísChile


Edición transcrita/traducida

En julio de 1969 se llevó a cabo un evento que ganó importancia con los años. Se trató del primer festival que reunió a un grupo de músicos jóvenes que proponía un nuevo acercamiento al folclore, en boga por esos días. Con la participación de figuras como Víctor Jara, Rolando Alarcón, Patricio Manns, el evento es considerado el hito que dio impulso y nombró a una corriente artística que pasaría a la posteridad. Algunos de los participantes y testigos de "un festival único" revelan su historia a Culto.

Con el sudor en la frente, y sintiendo el peso de sus ponchos negros, los jóvenes músicos que integraban el grupo Quilapayún aguardaban nerviosos, con instrumentos en mano, su turno para salir al escenario y tocar de una vez. A la manera de The Band, con Bob Dylan, el conjunto se encontraba en el gimnasio de la Universidad Católica para acompañar al cantautor Víctor Jara, quien había sido invitado para presentar una composición en un festival tan inédito como singular.

El evento, poco mencionado en la historiografía, fue el hoy legendario primer Festival de la Nueva Canción Chilena. Los expertos coinciden en que fue una especie de catalizador para el movimiento musical denominado la Nueva Canción Chilena. De hecho, se considera que fue en aquella oportunidad cuando se le dio el nombre con que pasó a la historia.

Fue organizado por el popular locutor Ricardo García, junto con la Vicerrectoría de Comunicaciones de la Universidad Católica, y se realizó en dos jornadas: 11 y 12 de julio de 1969, la primera en el mencionado gimnasio de la tradicional casa de estudios, y la segunda, en el entonces Estadio Chile, actual Estadio Víctor Jara. Esto, poco menos de un mes antes de que los hippies en EE.UU. repletaron el célebre festival de Woodstock.

Este apoyo se entiende porque entonces la institución de educación superior llevaba adelante su proceso de reforma liderado por el rector Fernando Castillo Velasco, el primer regente laico elegido por la comunidad universitaria, a raíz de la toma de la Casa Central de la Pontificia, en 1967.

El festival

Doce fueron los nombres. Luego de conversar con cercanos y negociar con la organización, Ricardo García definió a los artistas que participarían en el evento. El listado reunió a nombres en activo desde comienzos de la década con emergentes Rolando Alarcón, Kiko Alvarez, Willy Bascuñán, Martín Domínguez, Víctor Jara, Patricio Manns, Alsino Fuentes, Angel Parra, Raúl de Ramón, Richard Rojas, Sergio Sau-valle y Sofanor Tobar.

¿Por qué la diversidad? Manuel Vilches y Carlos Valladares aseguran que "Ricardo García intentó darle un sentido de pluralidad al evento, en parte por las indicaciones de la propia universidad", cuentan en su biografía sobre el autor de Si somos americanos.

En la parrilla se hacía notar la ausencia de Quilapayún. La agrupación tenía tres álbumes publicados y un cierto renombre en la escena. Uno de sus históricos, Eduardo Carrasco, explica a Culto lo ocurrido: "Lo que pasó es que no fuimos considerados por los organizadores. Fue una especie de censura política, porque el conjunto tenía méritos de sobra para estar ahí". Eso le pareció mal al director artístico del grupo, Víctor Jara, y por ello decidió incluirlos como intérpretes de su canción.

En la conducción del evento estarían el mismo Ricardo García acompañado por el folclorista René Largo Farías. ¿El formato? Competencia de canciones.

Pese a la escasa difusión en los medios, la gente apoyó la iniciativa. "Hubo una gran concurrencia de público y de la noche a la mañana el mundo entero nos había descubierto y visibilizado", cuenta Patricio Manns a Culto. "Llegó mucha gente, mucho público, había entusiasmo", ratifica el líder de Los Huasos de Algarrobal, Eugenio Rengifo, quien participó con su agrupación como invitados en el show.

Uno a uno los artistas subieron al escenario. Se presentó An-gel Parra con su canción Amigo, soldado, hermano. Raúl de Ramón cantó La noche sola. Por su parte, Patricio Manns interpretó Elegía para una muchacha roja. "Está dedicada a Gladys Marín. En aquella oportunidad me acompañó Angel Parra padre en el cuatro venezolano, detalla Manns.

También participó Rolando Alarcón, quien tocó Canción de Juan el Pobre acompañado del conjunto Los Emigrantes. Para su desgracia, cuentan sus biógrafos, el precario sistema de amplificación no permitió a la audiencia escuchar las voces y las guitarras. Al acabar, el ex Cuncumén se retiró indignado. Por su lado, Richard Rojas cantó La chilenera, un tema de sonido chilote y que incluyó un violín.

Sin embargo, el respetable -como el "monstruo" del Festival de Viña- también se hizo escuchar.

Apenas pisó el escenario, el señero compositor Willy Bascuñán, conocido por hits como Los viejos estandartes -actual himno del Ejército-, junto a Los Cuatro Cuartos, comenzó a sentir las rechiflas del público, sin siquiera haber comenzado a tocar su canción titulada El vals de Victoria. Ello lo descolocó. Según cuenta en su autobiografía, la razón fue política. "Mientras nosotros cantábamos ilusamente a las glorias pasadas en una suerte de americanismo utópico, el resto, con los pies en la tierra, agrupaba a su gente para lo que vendría".

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Fue en una reunión. Entre tragos de vino y guitarreos, Ricardo García junto a un grupo de jóvenes autores discutían una idea para visibilizar su música de contenido social. Por ello, pensaron en un festival. El locutor, en una columna posterior para la revista Ramona, explicó el objetivo del certamen: "Era la única manera de agrupar a los compositores chilenos y mostrar una nueva expresión, abrirles el camino, una puerta a través de un festival al cual asistieran trabajadores y estudiantes".

Los presentes estuvieron de acuerdo. Pero necesitaban un nombre. Fue en ese momento, asegura García, en que propuso el concepto. "En una de las primeras reuniones en que se propuso la idea me atreví a intentar un nombre: podríamos llamarla *Nueva Canción Chilena'... como se le suele llamar en otras partes. Angel (Parra) fue el primero en manifestar su entusiasmo y la expresión Nueva Canción Chilena quedó acuñada para siempre"

A lo que se refería el hombre de radio era que en otros países de la región se daban fenómenos similares, como El nuevo cancionero, en Argentina, o La nueva trova, en Cuba.

A diferencia del neofolclore en que descollaron figuras como Bascuñán y De Ramón, a principios de la década, este nuevo grupo proponía una mirada de compromiso político. Inspirados por Violeta Parra, los conjuntos de ponchos y barbas se abrían paso.

"En términos generales, todos esos movimientos se asociaban con una sensibilidad de izquierda, en particular la Nueva Canción Chilena que, dicen, nace con Arriba en la cordillera, en 1965. Poco tiempo después comenzamos a hacer largas giras por el país organizadas por René Largo Farías. Allí cantábamos músicos de todos los colores políticos y eso continuó durante varios años", explica Patricio Manns.

Desde su perspectiva, Willy Bascunán coincide en que al menos hasta el final de la década primó un ambiente de camaradería entre los músicos, sin importar su tendencia. Sin embargo, añade que poco a poco el ambiente entre los artistas comenzó a caldearse. *Creo que la Nueva Canción Chilena fue un poco el punto que determinó eso"

”Líbranos de aquel que nos domina”

En el camarín, los integrantes de Quilapayún caminaban tensos de un lado al otro, daban las últimas piteadas a sus cigarrillos y volvían a revisar la afinación de sus instrumentos. La sombra de la censura amenazaba con aparecer. Hasta que, de pronto, escucharon aplausos. Los conductores los habían anunciado. A paso firme, los músicos caminaron al escenario. Se ubicaron. Se mantuvieron en silencio un par de segundos. Los acordes de la guitarra introdujeron la canción.

"Levántate y mira la montaña. De donde viene el viento, el sol y el agua", comenzó a cantar Víctor Jara. Era la Plegaria a un labrador, compuesta por él. Se sumaron las voces de los "Quila". El tono épico de la composición rápidamente ganó la atención del respetable. Al cantar el último, y fuerte, "amén", los aplausos coparon la sala.

"(La actuación) fue muy exitosa. Desde un comienzo supimos que íbamos a ganar el festival, porque la reacción del público fue estruendosa", cuenta Carrasco. "Estábamos nervio sos, porque hasta último momento pensamos que no nos iban a dejar presentarnos. Felizmente eso no pasó y pudimos cantar sin problemas".

"En ese festival la oí por primera vez. Es un gran tema", señala Patricio Manns, aún con algo de emoción al recordar esa jornada.

"Era una canción bastante impactante, me pareció muy linda. Yo conocía a Víctor Jara de antes, porque trabajábamos juntos en Televisión Nacional de Chile y me parece que con ella logró llegar a la gente joven y, bueno, un mensaje bien interesante", cuenta Eugenio Rengifo, testigo de la actuación.

A la manera de un rezo, la composición es una suerte de homenaje para un campesino, en días en que la situación del agro estaba en la agenda debido a la Reforma Agraria impulsada por el gobierno de Frei Montalva. "La fuente de inspiración es la oración religiosa -explica Eduardo Carrasco-. Pero en este caso el centro no es Dios, sino el hombre del campo. Queda en cierto modo la forma de la plegaria, pero el contenido cambia. Se trata de una plegaria laica, donde todo se centra en el trabajo y el esfuerzo humano”.

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Se oía el murmurar de la gente. Aparecieron los animadores en el escenario. Leyeron las tarjetas. El primer premio era para la Plegaria a un labrador. Aplausos. Los músicos subieron con una de esas sonrisas que son a la vez de alegría y alivio en sus rostros. Los iluminan los fogonazos que los reporteros gráficos lanzan desde sus cámaras.

Pero hubo un segundo ganador. Por igualdad de puntaje, se reconoció a La chilenera, del folclorista Richard Rojas, un profesor del Liceo Darío Salas, quien participaba en la peña Chile Ríe y Canta junto a Largo Farías. Como solo había un grabado de premio, y no se pudo dividir, la organización optó por no entregar nada.

"Intuía que ganaría Víctor, y eso no me preocupaba, Mi canción también era buena y la interpreté bien. Ambas, esa y la Plegaria siguen vigentes hasta el día de hoy", añade Patricio Manns.

El legado

Para Eduardo Carrasco, el festival fue un momento decisivo, porque permitió que el trabajo de Quilapayún fuese mejor valorado. "A partir de ese momento nadie pudo decir que el éxito de nuestras canciones se debía solamente a su contenido político. Y en lo per-sonal, fue importante coronar el trabajo que habíamos hecho con Víctor con un triunfo tan importante como este"

Willy Bascuñán cree que marcó una polarización en el ámbito artístico, que era la misma que estaba viviendo el país. "Nunca le he preguntado a nadie de qué color o partido es para saber si me va a gustar su música. O me gusta o no me gusta, y punto -detalla en su autobiografía-. Creo que aquí, en este festival se empezó tempranamente a gestar la división y, por ende, la decadencia de nuestro incipiente despertar folclórico".

Eugenio Rengifo ofrece una mirada más positiva sobre eleven-to. "Yo creo que fue importante, porque se quiso destacar una nueva línea de canción creativa chilena, que tuvo ahí un escenario donde se reunieron los más importantes intérpretes, compositores y autores de esa nueva línea. Proponían algo distinto para la canción chilena. Entonces, el valor fundamental era darles un escenario, darles promoción, darles cabida".

Ese mismo año, Víctor Jara sacaría el tema Plegaria a un labrador en formato single bajo el alero del sello Jota Jota, con Te recuerdo Amanda, otro ineludible de su cancionero, como cara B.

El conjunto Quilapayún se presentó en el evento, pese a la polémica, como acompañantes de Víctor Jara.

Felipe Retamal Navarro y Pablo Retamal Navarro