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El polémico reencuentro del Quilapayún
FuenteRevista: SIETE + 7 Fecha20 Junio 2003 PaísChile


Edición transcrita/traducida

Eduardo Carrasco: Vamos a volver a juntarnos, cantar la Cantata Santa María, reencontrarnos con lo que fuimos y con lo que la gente tiene en la memoria y en el corazón.

Tres barbudos significa la palabra mapuche Quilapayún. Poco queda de esas barbas revolucionarias que evocaban la semblanza de los guerrilleros latinoamericanos de los ’70. Sumergido en los recuerdos y entre los ensayos musicales que resucitarán al grupo tal cual los chilenos lo conservan en la memoria, Eduardo Carrasco, su ex director y fundador emprende esta nueva aventura. El punto en discordia es que en Francia sigue asentado “el otro Quilapayún”, el de los nuevos tiempos, que conserva a uno de los integrantes originales que fueron sorprendidos por el Golpe de Estado mientras comenzaban una gira por Europa en 1973, Hay dolor, rabia y decepción en las palabras de Carrasco, pero también entusiasmo por lo que puede resultar de este intento por recuperar la memoria do un grupo musical que dejó huellas en el alma del país. Durante la entrevista no soslaya temas tan controvertidos como la ruptura del grupo con el Partido Comunista, y la dramática muerte de Willy Oddo, uno do los miembros más emblemáticos de Quilapayún.

Hay testimonio escrito de esa historia. Escogimos uno: "Hay una gran distancia entre lo que somos como individuos y lo que es el Quilapayún en la memoria de nuestro pueblo... ambas cosas coinciden a veces... Cada vez que tratamos de dar un paso adelante, nos encontramos con esa especie de inercia, esa imagen de la cual tal vez ya nos hemos alejado pero con la que tenemos que contar. Queremos cantar lo que estamos siendo y haciendo ahora, el hombre quiere que volvamos a ser los que fuimos. lo que él tiene en su memoria, quiere que le aseguremos que aquello no ha muerto, que sigue y seguirá viviendo..." (Del libro Quilapayún. La revolución y las estrellas, Ediciones del Ornitorrinco, fechado en París, noviembre de 1986).

-¿Cómo explicas este resurgimiento que se anuncia?

-Porque los que han pretendido continuar el grupo lo han distorsionado y transformado en una cosa un poco monstruosa en la que no nos reconocemos. Se han distorsionado las canciones, se han regrabado con otros intérpretes; por ejemplo, en el CD instrumental donde aparecen todas las canciones de los discos de los años 70 y '80, la foto que ponen es de gallos que nunca participaron en estas canciones. ¡Una adulteración! ¡Nunca tocaron on esos temas y están en la foto!

-¿La crisis parte cuando Chile inicia el retorno a la democracia?

-Para el plebiscito del '88, yo volví y me instalé en Chile. Los demás ya tenían la vida hecha allá, las mujeres, los hijos, y era muy difícil trasladarse y obligar a las mujeres porque algunas eran francesas. Hice bien porque vine al encuentro conmigo mismo. Lo que estaba pasando en el Quilapayún ya no me atraía mucho. La gran cosa que hizo Quilapayún fue la Cantata Santa María, y lo posterior correspondía a otro momento donde la historia se había modificado y no era tan compartido por todos los integrantes del grupo. Las evoluciones son distintas. De alguna manera todos queríamos darle continuidad y seguir buscando lo que vivimos en esos años de la Unidad Popular, volver a establecer vínculos con un público popular que recibiera nuestras canciones. Pero se fue transformando en una cosa de pequeños grupos. La evolución en Francia nos exigía una cosa y Chile otra, había una especie de esquizofrenia y era difícil responder. Eso se fue acentuando con el tiempo y hoy la distorsión ya es completa. Eso es lo que hace que la mayoría de los integrantes haya roto con el grupo, se haya alejado.

-El único que queda de los antiguos es Rodolfo Parada...

-Exactamente. El problema es que Quilapayún ya no es un grupo de gente con los mismos ideales que lucha por reivindicaciones sociales y musicales, sino uno de interés, con un gerente que consigue de repente un concierto -bastante pocos- y que convoca, o contrata, a algunas personas que cantan y después se van. El grupo lo conforma gente que tiene sus vidas puestas en otras cosas: hay dos integrantes del Ortiga, que tienen su grupo en Alemania y hacen giras; Patricio Wang nunca ha tenido su centro en el Quilapayún, y el resto es gente que anda volando por ahí y que a veces Rodolfo Parada los hace cantar con ropa negra y les pone 'Quilapayún'. A ese grupo le digo de dos maneras: "Clones-payún" y "Terminator Ocho". Lo que vamos a hacer es reencontrarnos con lo que fuimos y con lo que la gente tiene en la memoria v en el corazón.

-¿Es juntarse para seguir o para cerrar?

-La alternativa es "ahí vemos", porque ya están surgiendo ideas para hacer algún disco, hacer un concierto que se grabe, cosas que asumen la realidad histórica del Quilapayún, su patrimonio, y en la medida de lo posible vuelven a revitalizar el verdadero proyecto: un grupo con ciertos ideales que obviamente se han modificado con el tiempo. El muro de Berlín se cavó (risas), somos hijos de esas nuevas situaciones. No pretendemos competir con Los Prisioneros, la opción de hoy tiene que crearse, cada época tiene sus propios artistas, su propia música.

-Entonces es un reencuentro…

-Exactamente, con las caras que los chilenos recuerdan, ¡incluso con los ponchos negros! Tal cual era con Rubén Escudero, Hernán Gómez, Carlos Quezada

-Pero la mitad vive fuera…

Ricardo Venegas, Rubén Escudero y yo vivimos acá, estamos ensayando. Ya montamos la Cantata Santa María entre los tres. Ricardo está en contacto telefónico con Hugo Lagos, que está en París, y se han puesto de acuerdo en la repartición de las voces, quién toca cuál instrumento con los que están allá: Carlos Quezada, Hugo Lagos, Hernán Gómez y Guillermo García, que está en Bélgica. El único "nuevo es Ismael Oddó, que va a reemplazar a Willy, su padre. Los de allá tienen ya casi todo el repertorio armado, porque muchos de ellos siguieron en el grupo hasta hace dos o tres meses, y les costó muy poco rearmarse. La idea es hacer la Cantata y un repertorio de unas quince canciones.

-¿De qué época?

Todas son de esa época y significativas. Algunas también son posteriores al golpe. El que se rearma es el Quilapayún histórico, menos experimental que el de los últimos años, las versiones originales con las voces originales. Es como volver a poner las cosas en su lugar, cerrar un círculo. Nos horroriza la distorsión.

-Se van a presentar como Quilapayún…

-¡Como Quilapayún! Nadie tiene el nombre porque está en litigio en Chile. Rodolfo Parada intentó apropiárselo e inscribirlo y nosotros -Carlos Quezada, Hugo Lagos, Guillermo García, Rubén Escudero, la sucesión Oddó, Hernán Gómez. Ricardo Venegas, mi hermano Julio y yo- hicimos una oposición para que se inscriba el nombre, pero colectivo, incluyendo a Rodolfo Parada y los demás que pudieran sentirse dueños del patrimonio. Y una vez que lo hayamos inscrito tendremos que elaborar un reglamento y ponernos de acuerdo bajo qué condiciones podemos usar el nombre. Pero tendrá que responder a criterios de legitimidad y de respeto al patrimonio. Por ejemplo, en este disco (la Antología) hay cinco canciones regrabadas con los mismos arreglos pero con nueva gente, lo cual significa sacar a los antiguos de todos los derechos, de los royalties. Absolutamente ilegal. ¡Terminator Ocho puede grabar lo que quiera! ¡Salvo Patricio Castillo, en el grupo actual no hay ninguno que haya trabajado con Víctor Jara, ni siquiera Rodolfo!

-¿Esa razón o los 30 años del Golpe son la causa de que Quilapayún se rearme?

-La razón es hacerle un homenaje a Allende, un mártir de la democracia con el que tenemos relaciones emotivas. Recuerdo que el embajador de México quiso hacerle un regalo de cumpleaños y nos invitó, sin decirle, a una recepción. Nos dijo que llegáramos temprano, nos ubicáramos en la casa -que tenía una especie de gran bow-window con una cortina- y esperáramos. Al rato llegó Allende y el embajador le hace un comentario sobre los Quilapayún y el Presidente dijo una frase así: "nunca podremos pagarles a estos jóvenes lo que han hecho por la revolución chilena". Y en ese momento el embajador abrió la cortina y aparecimos cantando. Fue una noche súper emotiva porque el Willy (Oddó) cantó sus tangos y a Allende le encantaban. Además, a los actos de ahora nos invitó la Tencha. Y cómo vamos a decirle que no a la Tencha! También invité a Rodolfo, a todos. Tal vez estén indignados con lo que vamos a hacer, no creo que lo comprendan. Ellos son el factor de distorsión y lamentablemente hay un quiebre.

-Entonces los 30 años son el motivo oficial del rearme…

-Todo el cuento económico y legal ha ido desarrollándose paralelamente y tiene varios años. Cuando se produjo el cambio de empresa desde el sello Alerce a la Warner, hubo un punto bastante escabroso porque Parada hizo el cambio sin consultarlo con nadie. Un día me enteré que estaba haciendo un contrato en el cual se estipulaba que todos los dineros iban a París, incluso el de los que estábamos aquí, v tuve que hacer una gestión para que se cambiara. Finalmente hubo que hacer un doble contrato. La empresa dice que va a respetar el que tiene conmigo, ojalá que sea así.

-Cuando, en 1997 Quilapayún vino a presentar la Cantata en el Caupolicán no fuiste a verlos…

-No. porque estaba en conflicto con ellos y mis compañeros con excepción de Carlos que sí me apoyaba- estaban dentro del grupo y se suscitaban problemas internos complicados. Pero cuando finalmente se produjeron las rupturas de Guillermo García, Hugo Lagos, Hernán Gómez y finalmente se desintegró el grupo antiguo, nos alineamos todos. La distorsión llega a tal grado que Rodolfo aparece en las carátulas como director de la edición del disco Por Vietnam de 1968, donde el no estaba (risas). Es una cuestión monstruosa.

¿Hay mala fe?

-Es un tema de ego, se le subieron los humos a la cabeza, y también está su carácter atropellador. A Rodolfo le interesa su operación comercial, no tiene ninguna consideración hacia la memoria ni el pasado.

-Si no se cumplieran 30 años, ¿Quilapayún se hubiera reagrupado?

-Creo que no. No lo hicimos antes porque pensábamos que no se podía, pero ahora estamos descubriendo que sí se puede. Eso no significa que el Quilapayún se arme en Chile, porque muchos tienen su vida allá, mujeres e hijos franceses que son grandes y que a su vez empiezan a casarse. Yo mismo tengo dos hijos en Francia y es súper triste no estar con ellos. Me ha sorprendido mucho esta hermandad que hay entre todos los que hemos sido integrantes. Desde Julio
Numhauser, el primer iniciador con mi hermano y yo, hasta los últimos que se salieron -Hernán Gómez y Hugo Lagos- nos hemos dado muestras de afecto, una onda muy emotiva.

Una vuelta al principio con la mística de esos años…

-En el corazón de todos había esta especie de hermandad. Esa aventura que vivimos juntos generó un espíritu de unidad que ha vuelto a aparecer. ¡Es increíble! Y emocionante. Las salidas han sido muy dolorosas y eso ha generado una mística nueva que a lo mejor puede encarnarse en un disco, en canciones. Perfectamente podemos grabar un disco en que contemos lo que nos ha pasado y rescatar lo que es válido de esta aventura llena de luz y sombra. Un poco lo que le pasa a toda la gente que vivió ese tiempo. ¿Cuál es la relación de los chilenos con la memoria?: algunos se horrorizan y simplemente lo borran porque quieren olvidar y empiezan a hablar de que hay que preocuparse del futuro. Una actitud un poco cobarde y también falsa. Por otro lado están los que se quedaron en la Unidad Popular, no se dieron cuenta que la vida ha cambiado. Creo que la actitud correcta es recuperar el pasado con todo su dolor y su amargura, también su derrota, y proyectarlo hacia adelante con verdad diciendo con sinceridad qué queda en pie y qué murió, asumiéndolo. Eso da perfectamente para un disco y nadie mejor que nosotros para hacerlo.

¿Un disco con composiciones nuevas?

¡Todo nuevo! Tiene que decirse lo que pasa hoy día. Me encantaría hacer canciones rescatando a los familiares de detenidos desaparecidos. Ahí hay una reserva moral que no tiene que ver con la política, sino con el amor y la lealtad hacia las personas que uno quiere. Es un ejemplo también para la gente de derecha, para todos los chilenos. Han seguido siendo leales a sus muertos contra viento y marea, porque no han tenido mucha ayuda de nadie para sostener su lucha.

-¿En qué minuto tienes la sensación que se pierde el Quilapayún?

Más bien hay un minuto en que esos ideales por los que se luchó y esa música que surgió de ellos se derrumbaron y hubo que empezar un proceso de revisión, al tiempo que por otra parte empezaban otras opciones. En los jóvenes de hoy también hay denuncia, en el rap, en Los Prisioneros, en el rock hay cantos de libertad, pero mucho menos politizada y ligada a movimientos, mucho más irónica, rebeldías más poéticas, más frescas. ¡No lo vamos a hacer mejor que ellos! Pero si tenemos una voz, aunque el hecho de que se haya terminado el exilio y el Quilapayún no haya vuelto -como sí lo hicieron Inti Illimani e Illapu- cambió completamente las cosas.

-¿Fue un error?

-Ni error ni acierto, sino el destino que va fiando sus condiciones. Si Quilapayún hubiera vuelto este quiebre no se hubiera producido. Hubo otras cosas muy violentas, como la salida del Willy y su muerte, también resultamos muy golpeados cuando salió Carlos Quezada, era difícil sostener la cosa, Pero hoy el Quilapayún que se recuerda y que a mi modo de ver tiene validez, es el de esa época y no otro.
EL PARTIDO COMUNISTA

-“Nuestras diferencias con el PC fueron y siguen siendo principalmente políticas. A las desilusiones morales se han unido las desilusiones ideológicas", decías en tu libro Quilapayún. La revolución y las estrellas. El quiebre con el PC remeció fuerte a muchos seguidores en Chile.

-Cuando se editó en forma oficial el famoso informe Krushov, este reveló que lo que había publicado la revista Life en los años '60 (respecto del asesinato de comunistas y de todas las barbaridades que cometió Stalin), texto en el que nadie creyó, era cierto. Eso golpeó fuertemente al eurocomunismo y le dio validez a la lucha anti estalinista. Conmovidos, tomamos una posición francamente anti estalinista que no fue comprendida por las autoridades del partido. Corvalán, Volodia y todos los dirigentes se lanzaron en contra nuestra. Se nos llamó "dudistas". Dimos esa pelea, entramos en colisión y cuando vimos que no había ninguna posibilidad de arreglo, renunciamos, rompimos. El 28 de enero de 1981 enviamos nuestra carta renuncia a Corvalán y reorganizamos nuestra orientación. Lo fundamental fue el encuentro con Roberto Matta que tenía ideas muy consecuentes a propósito del arte. Los comunistas pensaban que éste tenía que estar al servicio de la lucha tradicional, y Matta pensaba, al revés, que era la revolución la que servía para abrir la imaginación y las personas hacia el arte. De ese encuentro surgió la idea de La Revolución y las Estrellas. En el fondo, la cultura es el fin de la revolución y no al revés. La revolución vale como instrumento de la cultura. Tralalí tralalá, Dale al otoño un golpe de ventana, La revolución y las estrellas y después Survarío son los discos donde eso se manifiesta claramente. Incluso hay una canción que se llama "Luz negra", donde se cuenta casi en detalle esa situación:

"Habría que decir que en lo inmediato, la vida se ha ido haciendo más difícil
De rojo se mancharon nuestros sueños, la boca ya no encuentra su palabra,
la noche envuelve el sueño y lo aprisiona, la patria va alejándose del hombre y todas las banderas que flamearon se han ido desgarrando con el tiempo.
Habría que decir que ya no estamos cantando por las grandes alamedas,
ya no es la misma siembra en la guitarra, ya no es el mismo canto el que da vida.
Habría que afirmar valientemente que un mundo nos separa de ese mundo,
y un mundo es lo que queda destruido y un mundo por hacer es la tarea.
Habría que decir sin más remedio que el tiempo es más profundo que la vida,
la luz se vuelve sombra en un instante, la historia
va cambiando los motivos,
naufraga hasta la nave más serena, la muerte se
despierta con su espada,
la rubia miel en gris se va bebiendo y el día va
naciendo entre las ruinas..

-En algún momento el PC les enrostra que se beneficiaron…

-El colmo de la ingratitud, porque entregamos todos los derechos de nuestros discos durante todo ese tiempo -hasta 8 años después del Golpe-, todos los royalties fueron a dar al PC y también algunas platas fue ron entregadas a la solidaridad, a la resistencia, como se decía. Todo lo que se recolectó en la gira completa a Japón y a Australia fue al PC. En Francia pude comprarme un piano recién 8 69 años después de andar cantando por el mundo! Vivíamos muy modestamente, con un sueldo que salía de un fondo al que llegaban todas las platas de los conciertos, en un barrio obrero, en departamentos con muebles-caja que confeccionábamos con las cajas de los supermercados y una sola lavadora para las 8 6 9 familias. Entonces, que nos hayamos beneficiado del partido es bastante falso. Las ingratitudes surgen siempre después de las rupturas. Los comunistas necesitan que todo sea enteramente bueno o enteramente malo, pero no se dan cuenta que ellos también han tenido grandes responsabilidades en todas estas rupturas. No sólo en la del Quilapayún, también en la de una generación que se salió.

-¿Y te relacionas con la gente del PC ahora?

-No, nada, ¡estoy a años luz! Voto por la Concertación pero soy crítico. Me carga lo que ha hecho la Concertación con el tema de los derechos humanos, lo encuentro cobarde y una traición hacia los principios éticos que la constituyeron. Todo ese capital ético que le dio origen a la Concertación, sus mismos políticos lo han dilapidado. Y hoy, sobre todo los jóvenes, no sienten ninguna gran diferencia entre derecha o izquierda justamente por eso.

EL GOLPE MILITAR

"Como nuestro concierto en el Olympia estaba programado para el 15 (de septiembre) comenzamos esa semana recorriendo los medios de prensa. El martes 11, a mediodía, nos encontrábamos en las oficinas del diario L’Humanité haciendo una entrevista, cuando de pronto algunos periodistas llegaron atropelladamente para mostrarnos los cables que acababan de llegar: en ellos leímos por primera vez el anuncio de la caída del gobierno popular… A partir de ese instante, todo cambió, para nosotros: sin atinar a nada nos quedamos pegados a los aparatos de télex como si únicamente de ellos dependiera nuestra vida… Habíamos salido como embajadores culturales de un país en construcción y la vida nos transformaba en portavoces de una cruel derrota histórica… De todas las trágicas noticias que nos conmovieron durante aquella época, la más dura fue la del asesinato de Víctor Jara” (del libro Quilapayún, La revolución y las estrellas).

-Lo de Víctor fue horroroso…

-Sí, por cómo era Víctor… hubo muchas canciones donde él cantó su propio destino: la canción “Soldado”, que cantábamos nosotros y que está en un disco de mucho antes del Golpe (Quilapayún 3, 1969), es sorprendente (“Soldado, no me dispares soldado. Yo sé que tu mano tiembla, soldado no me dispares. ¿Quién te puso las medallas? ¿Cuántas vidas te han costado? Dime si es justo, soldado, con tanta sangre ¿quién gana? Si tan injusto es matar ¿para qué matar a tu hermano?”). Víctor no tenía nada de violento, cantaba canciones súper tiernas como “Luchín”, “El Arado”, “El Cigarrito”, y cuando se metió en cosas más peludas lo hizo casi siempre con ironía. No era un tipo odioso, aunque esa gente le tenía muy mala.

-¿Cómo se rearman emocionalmente después de la noticia?

-(En un susurro) Cantando. Tuvimos una tremenda suerte porque somos sobrevivientes... el destino, los dioses, nos sacaron de Chile y nos dejaron en una situación de seguir luchando por la democracia. Porque los pobres chilenos que llegaron exiliados a distintos países, sin conocer las lenguas, tuvieron que preocuparse de cómo iban a vivir, algunos muy solitarios, dispersos, muchos venían muy golpeados y con sus familias destrozadas. Fue muy dramático. Nosotros, en cambio, tuvimos la felicidad de que nuestro trabajo artístico nos permitió vivir y además hacer un trabajo en el que cada vez que hacíamos un concierto teníamos la satisfacción de darle un golpetazo a la Junta Militar…. (Muestra la lista de los casi mil 200 conciertos ofrecidos desde el 21 de agosto de 1973 hasta 1988) Miles de personas, a veces
los conciertos eran con cien mil.

-¿Cuándo dejan de usar los ponchos?

-Alrededor del año '85, porque a propósito del cambio musical buscábamos también una imagen renovada. Lo contrario de lo que estamos haciendo ahora. porque pretender no hacerse cargo de ese pasado fue un error. El esfuerzo fue inútil. El movimiento de la historia, de la sociedad, es muy complejo. Como van cambiando muchas cosas, nacen otras opciones, y es bueno que así sea.

-¿Eso significa que deberían haberse quedado en "La Batea”?

-No, había que buscar un cambio mucho más arraigado en lo que habíamos sido. Seguramente para eso tendríamos que haber estado aquí, allá no había cómo. Eso es lo que entrampó al grupo.

WILLY ODDÓ

-La muerte de Willy en 1991 no se puede soslayar…

-Ni quiero hacerlo. Hace un año, todos los amigos del Willy, los de Argentina, los Inti Illimani, con los cuales tenemos una amistad muy larga, y por supuesto los Quilapayún, hicimos una romería al cementerio. Esas cosas no son públicas pero se han seguido haciendo. Fue un homenaje muy bonito, dejamos un árbol (un canelo) plantado al lado de su tumba.
La muerte del Willy fue un momento muy dramático para todos nosotros... Una muerte que no tiene nada que ver con el personaje ni con su vida. Pero el hecho es tan dramático que absorbió toda la vida del Willy como una esponja, como un traje que le pusieron y que no era de él. Cuando se retira del grupo el '87, nos separamos en forma muy cariñosa. Era muy apegado a su familia, a su papá y a su mamá, le costaba mucho estar tan lejos. Ayudado por un amigo, se vino a Buenos Aires a trabajar, lo que le permitía estar cerca de ellos. Por eso se fue del Quila. Fue una separación tan cariñosa que en una fiesta le dimos un anillo de matrimonio con la inscripción "Quilapayún 1967-1987". Cuando volvimos a Chile lo invitamos a cantar y se subió al escenario. Fue el primero que tuvo la idea de que al Quilapayún había que darle un final, que no se podía seguir como se pretendía... Lo más triste es que debería haberse muerto de la risa v no de esa manera. Además, quedó todo un manto de duda porque se trató de un travesti. Si Willy hubiera sido homosexueal no lo hubiera escondido, pero no lo era. Al revés, era muy mujeriego. La cosa fue tan estúpida como que levantó a una niña -en las fotos que vi lucía definitivamente como una mujer- y seguro que debe haber dado cuenta en el camino que era un hombre: cuando llegó el momento de que el tipo se bajara le debe haber pedido plata y el Willy se debe haber negado. Ahí se debe haber armado la pelea, el tipo sacó un estoque y le abrió una herida que lo mató. El tipo era medio loco además, fue fortuito. A él lo metieron preso un par de años y salió porque era menor de edad, creo que tenía Sida y luego se murió. Fue una cosa terrorífica. En este concierto vamos a tener que hacerle un homenaje al Willy, y es por eso que le hemos pedido a Ismael, su hijo, que cante con nosotros. Hay canciones maravillosas, como el "Canto a la Pampa", que cada vez que escucho me emociono porque es mi amigo quien está cantando, pero también porque es una obra... perfecta. Ismael tiene una voz muy bonita y va a cantar las partes del Willy. Pero nadie tiene su sentido del humor. Cada concierto con él era genial, en cualquier momento podía sacar una talla. Su muerte -trágica y terrible- y la de Víctor -heroica y también dramática- son al final la misma muerte. Con Víctor me pasa que no puedo verlo como el héroe ni como la imagen mítica porque fue un amigo y lo que me duele es el amigo y lo que no pudo hacer, lo que quedó trunco. Es un dolor que no tiene redención, nada salva el dolor de la muerte... no hay resurrección de los muertos. Se acabó. Felizmente nos encontramos en la vida, la aprovechamos, juntos hicimos hermosas cosas, pero nada más, eso era todo.

Tati Penna