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El retorno de la historia
FuentePeriódico: AVUI Fecha29 Mayo 2002 PaísEspaña


Edición transcrita/traducida

Han hecho carrera durante más de tres décadas. Una carrera que ha dado voz a quienes no la tenían y canciones emblemáticas para la lucha. Gran parte de su obra llega ahora a nuestras tiendas.

En mapuche, la lengua indígena chilena, la palabra quilapayún significa “tres barbas”. Estas tres barbas pertenecían a los universitarios Julio Numhauser y Eduardo y Julio Carrasco. Dos Carrascos y dos Julios que sumaban tres jóvenes inquietos que, con ganas de decir y expresar muchas cosas, fundaron en el año 1965 el grupo Quilapayún, sin tener apenas conocimientos musicales. Un año después se les uniría Patricio Castillo. Pero no sería hasta 1969, con la disolución de la formación original y la llegada de un nuevo relevo —Hernán Gómez y Rodolfo Parada— que el grupo adquiriría el sonido característico con el que lo conocemos actualmente. Más de treinta años de supervivencia han convertido a Quilapayún en la formación patriarca de la canción combativa y de denuncia enraizada en el folclore chileno, aunque la irradiación de su obra más allá de su territorio permite tratarlos como uno de los grupos musicales más representativos en la lucha social y la recuperación de una identidad propia a nivel universal.

Por este motivo, es una excelente noticia que el mítico grupo haya licenciado y remasterizado en CD gran parte de su obra, que contiene más de treinta discos. Los primeros CD que han salido a la luz han sido dos grabaciones históricas, hasta ahora inéditas entre nosotros, un recopilatorio que recoge las canciones más significativas del grupo a lo largo de 35 años de historia y, como complemento de actualidad, su último disco, que se grabó en el año 2000 y que aún no había aparecido en nuestro mercado.

Las obras históricas son La Fragua y X Vietnam. La primera, grabada a principios de los 70, es la segunda gran cantata interpretada por la formación con acompañamiento orquestal, y está compuesta por Sergio Ortega, coautor de títulos como El pueblo unido jamás será vencido y Venceremos. Tal como indica el libreto del disco, la reedición “tiene como finalidad rescatar una visión histórica de la contingencia chilena de comienzos de los 70”.

Los diferentes movimientos en los que se estructura la cantata dejan claro el talante de la obra y su valor documental: Las claves, Las luchas, La herencia, El puño del pueblo y Seis canciones contingentes. X Vietnam (1968) fue el primer gran éxito de Quilapayún y cuenta con la presencia del también mítico cantautor Víctor Jara como director de la formación. Una relación que se estableció gracias al atrevimiento de aquellos jóvenes universitarios, que no dudaron en abordarlo para proponerle que cantaran juntos. El encuentro se produjo después de la primera actuación del grupo en la peña universitaria de Valparaíso, en un festival que tenía a Jara como cabeza de cartel. Cuando el autor de Te recuerdo Amandaterminó su recital, tuvo que salir entre el público con la guitarra sobre la cabeza para poder abrirse paso. Los integrantes de Quilapayún le propusieron que fuera a cantar con ellos en otra peña universitaria. Jara no solo accedió, sino que acabó convirtiéndose en el director musical del proyecto, y durante todo ese año estuvieron de gira por los festivales de música folclórica más importantes del país.

LOS PROBLEMAS DEL PUEBLO

Los objetivos iniciales de Quilapayún fueron establecer las bases para crear una formación que diera un paso más allá de los postulados tradicionalistas fijados por grupos de referencia como Cuncumén, pero que al mismo tiempo estuviera más enraizada que las propuestas enmarcadas en la escuela de los nuevos folcloristas. El concepto de fondo se centraba en reivindicar la cultura autóctona, denunciar los problemas del pueblo y dar voz a la clase trabajadora. Unos preceptos que fueron tomando forma, sobre todo los musicales, gracias al aporte de verdaderos profesionales en la materia, como Ángel Parra y el mencionado Jara. El único punto de desacuerdo fue el nombre escogido por el grupo. Les parecía demasiado largo y complicado. El tiempo se ha encargado de demostrar que no es el nombre lo que hace a las cosas, y que han sido la actitud y la perseverancia de la propuesta lo que ha terminado convirtiendo a Quilapayún en un nombre asociado a la historia de una lucha que quizá se ha olvidado en estas latitudes, pero que aún continúa siendo necesaria en muchos rincones del mundo.

La postura de Quilapayún nunca fue ambigua ni confusa. Sus canciones y sus himnos para la lucha obrera y las clases populares, así como la denuncia de la injusticia y la ferviente adhesión a toda causa revolucionaria, los convirtieron en una institución político-social con una relevancia que iba más allá del marco estrictamente musical. Canciones como La muralla, Plegaria a un labrador, Soy del pueblo, Allende y Premonición a la muerte de Joaquín Murieta son algunas de las proclamas explícitas recogidas en este Quilapayún 35 años.

No es de extrañar, pues, que, con este historial, la culminación del golpe de Estado perpetrado por el general Augusto Pinochet en Chile significara automáticamente el exilio del grupo, en el año 1973. La dictadura del sanguinario y nefasto Pinochet no estaba para juegos, y así lo demostró cuando, antes de asesinar a Víctor Jara, hizo saber a todos que le habían cortado las manos. El exilio llevó a los miembros de Quilapayún a París, donde continuaron con su lucha y donde aún permanecen, aunque la tímida apertura democrática de su país les ha permitido vivir, en los últimos años, a caballo entre Santiago de Chile y la capital francesa.

LA LUCHA, TODAVÍA

Tras la muerte de Guillermo Oddó (Willy), uno de los portavoces naturales, la continuidad de Rodolfo Parada preserva el espíritu original de la formación. Un espíritu que les ha servido para lanzar un nuevo trabajo, Al horizonte, donde dejan claro que aún hay muchas causas por las que luchar. El disco se abre con una adaptación del tema de Serge Gainsbourg Aux enfants de la chance e incluye también la canción de Manuel Pareja Obregón La flor del romero. De las trece piezas que hay en el disco, cinco están firmadas por Parada, y se recupera también una vieja canción de Víctor Jara, El pimiento. Más que un valor musical en sí, este disco sugiere el valor de la supervivencia de un espíritu y una forma de entender la vida que nunca ha entendido verbos como claudicar ni expresiones como darse por vencido. De hecho, la reedición de estos discos coincide con una gira que este verano llevará a los actuales miembros de Quilapayún a nuestros escenarios, que no pisan desde hace más de quince años. Será el momento de evaluar la vigencia y el grado de convocatoria de una formación que, de momento, tiene a su favor el peso de la historia.

El rock en Chile

¿Qué tiene que ver un grupo de raíces folclóricas y tradicionales como Quilapayún con el rock? La misma pregunta podría plantearse sobre Bob Dylan cuando empezó bajo la referencia de Woody Guthrie, o sobre el Pau Riba que formaba parte del Grup de Folk en la segunda mitad de los años 60. Buena parte de la identidad rockera tiene como base la evolución de una música enraizada en la tierra, e incluso la actitud de rebeldía es consecuencia de la herencia de estos orígenes populares. En este proceso, Chile no ha sido una excepción. El desarrollo de su identidad musical, con frutos como la Nueva Canción Chilena, ha derivado en un amplio abanico de formaciones rockeras que han sabido adaptar el legado de los clásicos a los tiempos actuales. Por este motivo, grupos de tendencia hippy como Los Jaivas, otros más descarnados como Los Prisioneros, la crudeza rockera de Los Tres, el hip-hop combativo de Panteras Negras, el postrock de Familia Miranda y la electrónica psicotrónica de Pánico reconocen que, antes que ellos, nombres como Violeta Parra, Víctor Jara, Quilapayún e Inti Illimani renovaron la música popular chilena. Esta conciencia y respeto por la memoria propia es la que hace posible que Álvaro Enríquez, líder de Los Tres, combine con absoluta naturalidad una versión de Violeta Parra con una adaptación de Nick Cave. Lamentablemente, el rock chileno sufre el mismo mal que afecta a buena parte de las propuestas latinoamericanas: su uso parece restringido al ámbito local. Por eso haría falta que, del mismo modo que históricos como Quilapayún tienen la oportunidad de establecerse en nuestro mercado, las propuestas del interesante y emergente rock chileno encontraran refugio en nuestras tiendas de discos.

Pere Pons